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marzo 20, 2024

5ta sesión. Identidades sexo-genéricas: de los "actos de habla" de J. L. Austin a los «performances» de Judith Butler


Ilustradas de Carine Brancowitz
http://www.carinebrancowitz.com


Nuestras divagaciones sobre la lógica y sobre la historia de la escritura, a propósito de la lectura de Derrida, nos confirmaron la primacía de la escritura sobre el habla. Por lo tanto, si no hay que perder de vista lo que se entiende por identidad en la sociedad contemporánea (una categoría para designar identidades según la raza, la clase, la etnia y otras relaciones de poder), tampoco hay que perder de vista que designar implica el uso del signo y el manejo de la escritura. En otras palabras, el Estado es el administrador del Lenguaje. El Estado convierte la Lingüística en Política.  

Como administrador del Lenguaje, el Estado otorga un valor adicional a la escritura para asegurar la propiedad privada y la identidad individual, física y moral. El Estado otorga este poder en la medida en que asegura, mediante archivos y oficinas públicas, la conservación, reproducción y difusión de los documentos que resguardan las identidades (o propiedades) físicas y morales. El Estado controla las oficinas de archivos, las notarías públicas, los registros civiles, las oficinas de pasaportes, los diarios oficiales, los museos, la distribución de libros y de música y de cualquier información en radio, cine, televisión, internet. 

Con lo anterior queda claro que las palabras no sólo describen el mundo, sino que también pueden ser acciones en sí mismas. En la filosofía pragmática o del lenguaje, como la desarrollada por John L. Austin, hablar es ya necesariamente un modo de obrar. Decir algo es hacer algo ("To say something is to do something"). Al hablar estamos realizando acciones mediante enunciados ("utterances"). Todos los enunciados de cualquier oración tienen un aspecto ejecutivo y pragmático. 

 
Austin desarrolló esta fenomenología lingüista en 1955, en la cátedra William James de la Universidad de Harvard. Póstumamente, en 1962 sus alumnos recogieron sus lecciones en el libro How To Do Things With Words (Cómo hacer cosas con palabras). En la primera lección Austin es sumamente claro con lo que persigue. Persigue 
que el papel de un “enunciado” [de una construcción lógica] no sólo sea la de“describir” algún estado de cosas o la de “enunciar algún hecho”, con verdad o falsedad. Si hay enunciados que no “describen” o “registran” nada, y que tampoco son “verdaderas o falsas”, el acto de expresar la oración es realizar una acción, o parte de ella. Austin ofrece varios ejemplos:

.a) “Sí, juro (desempeñar el cargo con lealtad, honradez. etc.”), expresado en el curso de la ceremonia de asunción de un cargo.

E.b) “Bautizo este barco Queen Elizabeth”, expresado al romper la botella de champaña contra la proa.

E.c) “Lego mi reloj a mi hermano”, como cláusula de un testamento.

E.d) “Te apuesto cien pesos a que mañana va a llover”.

En estos ejemplos parece claro que expresar la oración (por supuesto que en las circunstancias apropiadas) no es describir ni hacer aquello que se diría que hago al expresarme así, o enunciar que lo estoy haciendo: es hacerlo. Ninguna de las expresiones mencionadas es verdadera o falsa; afirmo esto como obvio y no lo discutiré, pues es tan poco discutible como sostener que “maldición’’ no es una expresión verdadera o falsa. Al decir “¡Sí, juro!”, no estoy informando acerca de un juramento; lo estoy prestando. Austin llama a este tipo de oraciones oración realizativa o expresión realizativa o, para abreviar, “un realizativo”. La palabra “realizativo” es la traducción del inglés performativo. Deriva, por supuesto, de “realizar” (to performance) e indica que emitir la expresión es realizar una acción y que ésta no se concibe normalmente como el mero decir algo.



En 1990, en su libro El género en disputa (Gender Trouble), la filósofa estadounidense Judith Butler se basó en la fenomenología lingüística de Austin para cuestionar las identidades sexo-genéricas más allá del binarismo hombre-mujer. 

En 1997, en Excitable Speech: A Politics of the 
Performative (caprichosamente traducido por la hegemonía peninsular como Lenguaje, poder e identidad), Butler desarrolla mejor su idea de lo realizativo o performativo.  

Si la identidad se reduce a una función del lenguaje, es en el lenguaje en donde hay que aplicar las políticas género. No debiera parecer extraño que, en virtud de las influyentes teorías de Butler y en virtud de la filosofía del lenguaje angloamericana, desde las universidades californianas se expandiera al resto del mundo una política del lenguaje inclusivo.  Esta política amenaza hace del Estado no sólo  el administrador del Lenguaje, sino que convierte la Lingüística en Policía. ¿Una policía lingüística?  


La política del lenguaje inclusivo asegura que el modo en que hablamos y el lenguaje que usamos moldea nuestro entendimiento del género y de la sexualidad. La identidad sexual no es algo natural o dado, sino el resultado de prácticas discursivas, y más exactamente de actos performativos. El género, en tanto signo antes que ente, es una designación que continuamente se ejecuta o se ensaya. Es un performance más que una cualidad innata. Cuando alguien declara que es homosexual, la declaración es el acto performativo [realizativo] no la homosexualidad.

Según Butler, expresiones como “maricón” o “puto” son invocaciones ritualizadas que buscan alarmar, mantener a salvo la ley heterosexual del Estado patriarcal. Si se aplicara la metodología de Austin, de que las palabras hacen cosas, podrían arrojarse resultado distintos. Tratemos de plantear esta metodología lingüística con perspectiva de género:

Austin formuló el concepto de “speech acts” (actos de habla) a partir de tres funciones:

Ilucotorio: el acto de decir algo, es decir, el acto que se realiza al emitir un enunciado. En el ámbito político, un ejemplo podría ser un legislador que dice: "Propongo esta ley para proteger los derechos de la comunidad LGBTQ". Aquí, el acto de proponer la ley es en sí mismo un acto ilocutorio que busca iniciar un cambio legal y social.

Locutorio: la función social de lo que es dicho. El acto locutorio se relaciona con el contenido literal del enunciado y su significado social. Un ejemplo en el contexto civil podría ser un juez que dice: "Los declaro unidos en matrimonio civil". Este enunciado no solo transmite la unión de dos personas, sino que también lleva consigo el peso social y legal de la institución del matrimonio.

Perlocutorio el efecto de lo que es dicho sobre el/la oyente. Por ejemplo, en un contexto sexo-genérico, si una persona trans dice: "Mi nombre es Alex y uso pronombres él/ellos", esto puede tener el efecto perlocutorio de informar a los demás sobre cómo dirigirse a ella (que ahora es él) y reconocer su identidad de género.
 
Para Butler, el lenguaje de odio es ilocutorio (tiene una función social) y conduce al oyente a una posición de subordinación. Pero si bien el lenguaje de odio debe ser regulado por el Estado, en otras ocasiones conviene que ciertos individuos y colectivos se liberen de la injuria que cargan ciertas palabras o expresiones. Con las mismas palabras injuriosas se puede invertir la subordinación. Por ejemplo, "Estamos orgullos@s de ser maricones y “put@s”. Reapropiarse de esos códigos insultantes fortalece las identidades. A través de la lente de Butler, pues, conviene preguntarse si es posible la reapropiación del lenguaje de odio en términos de actos ilocutorios, locutorios y perlocutorios, mostrando cómo las palabras pueden tanto oprimir como empoderar.

Acto ilocutorio:

Un colectivo LGBTQ+ que organiza una marcha bajo el lema "Orgullo Marción o Gay Parade" está realizando un acto ilocutorio de reapropiación. Al hacerlo, transforman la intención detrás de la palabra de una de odio y subordinación a una de orgullo y resistencia.

Acto Locutorio


Una campaña publicitaria que utiliza la frase "Put@s y orgullos@s" para promover la aceptación de la diversidad sexual. Aquí, el acto locutorio cambia el significado social de "put@" de un insulto a una afirmación de identidad.

Acto Perlocutorio

Una artista que identifica como queer realiza una exposición titulada "Belleza Marica", donde explora la estética queer a través de su arte. Este acto perlocutorio no solo desafía las normas de género y sexualidad, sino que también puede inspirar a otros a ver la identidad queer bajo una luz positiva y empoderadora. 


Ahora bien, si es verdad que el signo está antes que el ente y que mediante el manejo del signo se puede modificar al ente (a las entidades, a las instituciones y a las comunidades que conviven en ellas), también es verdad que, antes que el signo, está el mito. Dado que el pueblo griego inventó el alfabeto, nuestro sistema de escritura ya viene cargado de mitología. En nuestros enunciados –en las palabras que pronunciamos, en las frases hechas– reaparece la mitología. No lo ignora Judith Butler, y entre 1998 y 1999 se propuso dar una serie de ponencias en varias universidades de Estados Unidos sobre la figura de Antígona, un personaje mitológico del antiguo teatro griego. En el año 2000 recogió sus ponencias y las publicó en el libro El grito de Antígona (en inglés, Antigone’s Claim).  Lo veremos en el siguiente post.

Fuentes consultadas: 

Carranza Vera, Claudia / Castañeda García, Rafael (2016). Palabras de injuria y expresiones de disenso. El lenguaje licencioso en Iberoamérica. San Luis Potosí: El Colegio de San Luis, 2016.

Suniga, N. (2016). "Actos de habla, iteración y poder. La teoría butleriana de la acción performativa". En IX Jornadas de Sociología de la UNLP, 5 al 7 de diciembre de 2016, Ensenada, Argentina. En Memoria Académica. Disponible en: http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/trab_eventos/ev.8811/ev.8811.pdf



marzo 19, 2024

Las sirenas y el origen de las las vocales





Las sirenas se le aparecen a Odiseo en los versos 185 y 191 del Libro XII de la Odisea, mientras navega por el estrecho de Mesina entre Italia y Sicilia con destino a Ítaca. En el libro anterior ya ha sido aconsejado por Circe, la diosa hechicera, para no dejarse seducir por las sirenas. De modo que Odiseo ha ordenado a sus hombres que lo aten al mástil del barco y que le tapen los oídos con cera para no oír a las sirenas, para no dejarse seducir por su canto. ¿Qué extraño mensaje transmiten el canto de las sirenas? ¿Cuál es su significado? Homero es bastante parco al respecto. En seis versos condensa el mensaje de las sirenas, lo que ellas le dicen o cantan a Odiseo:


«Nadie ha pasado por aquí en su negro navío sin haber escuchado de nuestra boca la voz dulce como el panal, y haberse regocijado con ella y haber proseguido más sabio... Porque sabemos todas las cosas: cuántos afanes padecieron argivos y troyanos en la ancha Tróada por determinación de los dioses, y sabemos cuánto sucederá en la tierra fecunda» (Odisea, Xll, vv. 185-191). 


Una de las más fascinantes interpretaciones de este pasaje homérico puede leerse en un ensayo del filósofo alemán Friedrich Kittler, "Homero y la escritura" (incluido en el libro La verdad del mundo técnico. Ensayos para una genealogía del presente, FCE, México, 2018). La interpretación de Kittler es doblemente interesante tanto por su significación  filológica como por su dimensión histórica. Por una parte, las sirenas son las vocales. Por otra, las sirenas son una encarnación de las voces femeninas de mujeres viudas o de hijas huérfanas que dejó la Guerra de Troya a lo largo de las costas del Mediterráneo. 


Filológicamente, Kittler se apoya en la tesis del historiador de la escritura Barry B. Powell según la cual, el alfabeto vocal fue inventado hacia el 800 a. C., no para ayudar a las tareas mundanas de la contabilidad, el comercio o la burocracia gubernamental, sino para transcribir –para preservar– el poderoso ritmo de los hexámetros homéricos: la memoria de la Guerra de Troya. 


De hecho, para Powell,  Homero debió haber sido un poeta-arqueólogo capaz de descifrar un tipo de escritura cuneiforme, cuyos signos ya representaban palabras pero no sonidos. Lo que añadió el tal Homero al tipo de escritura semítica, que se componía únicamente de consonantes, fue el símbolo de las vocales: 

A, E, I, O, U. 

Nada menos que la posibilidad de convertir el sonido (cualquier sonido, cualquier idioma vocalizado por la voz humana) en signos gráficos:

A, E, I, O, U. 

Para Powell y para Kittler, el invento de las vocales –del alfabeto vocal– es tan importante como el manejo de fuego. 


Históricamente, en la singular historia kittleriana, las sirenas  vendrían de la siguiente cronología: 

– Zeus se acuesta con Leda en 1245 a. C. 

– Helena nace en 1244 y es secuestrada por Paris en 1220 a. C.

– La Guerra de Troya termina en 1209 a. C. 

– Odiseo escucha a las sirenas en 1206.


Las sirenas no son mujeres  como Calipso, Circe o Penélope; no poseen islas ni son hechiceras ni tampoco se encierran en sus casas para tejer. Odiseo las ve vivir y cantar sin ocultarse y a plena luz del día y en la calma del mar. Las oye narrar con timbre agudo lo que el cantar mismo significa: cautivar, hechizar de amor y de saber. 


Si las vocales son nuestra «casa del ser», ¿por qué desde Homero hay una tendencia en convertirlas en monstruos? Una razón podría estar en el peligro que, para la rutina cotidiana del trabajo, implica la música. En los pueblos muy tristes y solemnes no hay música para el placer y la alegría, sino solo para llorar o para las marchas militares. Otra razón podría estar en que las sirenas se convierten en «monstruos» precisamente porque cantan con placer y alegría incluso la tristeza de verse viudas o huérfanas.


Friedrich Kittler, el filósofo de la ciencia de los medios, amplió su interpretación de las sirenas en  otro extenso tratado sobre el origen  de la música y de las matemáticas entre los antiguos griegos, Musik und Mathematik (2009)Kittler comienza por citar un texto de Borges sobre las sirenas, el Manual de zoología fantástica (1957), en el que el argentino condena la brutal entrada de un diccionario cualquiera que define a las sirenas como un «supuesto animal marino». Cuando, para Ovidio, son aves de plumaje rojizo y cara de virgen; para Apolonio de Rodas, de medio cuerpo arriba son mujeres y, abajo, aves marinas; para Tirso de Molina, mitad mujeres, mitad peces. Los poetas nunca se han puesto de acuerdo sobre las sirenas. Pues, según Kittler, las sirenas no arrojan imágenes y  sonidos inteligibles, «racionales», sino una música  que rebasa los sonidos acostumbrados y desencadena imágenes voluptuosas y obscenas.


En abril de 2004 Kittler dirigió una expedición sobre la arqueología del sonido en las islas Li Galli en el estrecho de Mesina. La premisa básica era preguntar por qué se entendía mal el canto de las sirenas. Lo que arrojó la expedición fue algo más elaborado. Si las sirenas encarnan las vocales, también encarnan la ambivalencia de codificar cómo hablamos en lugar de cómo escuchamos. Dicho de otro modo, las sirenas nos arrojan la imagen de que en realidad somos máquinas de voz. Para oír lo que le cantaban las sirenas, Odiseo tuvo que bajarse del barco. Fue mentira lo de taparse los oídos con cera y amarrarse al mástil. 


Las sirenas son la encarnación de las vocales, según la bella hipótesis del helenista Friedrich Kittler: son el eco de nuestra voz.





Bibliografía básica:

 


B. B. Powell, Homer and the Origin of the Greek Alphabet, Cambridge, Cambridge U. P., 1991; especialmente cap. 2, “Argument from the history of writing: How writing worked before the Greek alphabet”, pp. 68-105. 


Homero, Odisea, trad. de José Manuel Pabón, Madrid, Gredos, 1982, pp. 290-291.


Geoffrey Winthrop-Young, "Kittler's Siren Recursions" (2015)

marzo 06, 2024

4ta sesión: (Paréntesis sobre la historia de la escritura como identidad).


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Brevísima historia de la escritura. Digamos algo muy breve, a propósito de la la relación entre escritura e identidad,  apoyados en el libro del lingüista de estudios clásicos Barry B. Powell, Writing: Theory and History of the Technology of Civilization (Cambridge University Press, 2012).


 Se tiene registros del uso de símbolos o tokens geométricos desde el 9000 a. C. Pero desde el año mil (1000) a. C. es posible identificar tres casos particulares: a) la escritura en la cuenca del Mediterráneo (concretamente Egipto, Grecia y Medio Oriente); b) la escritura en China, y c) la escritura en Mesoamérica. 


Para empezar, Powell despeja tres errores al hablar de escritura: a) La ilusión de que el propósito, origen y función de la escritura sea representar el habla; b) La suposición de que la escritura viene de las imágenes, y c) El malentendido de que la escritura evoluciona hacia el objetivo de una representación fonética del habla.


La escritura es una tecnología externa que requiere de una base material para exteriorizarse, mientras que el habla nunca es una tecnología, sino una aptitud esencialmente humana: basta nacer con lengua, garganta y cuerdas vocales. Powell identifica dos grandes tipos de escritura o sistema de símbolos: 


1) Semasiografía: escritura en la que los signos no se adjuntan a formas necesarias del habla. Por ejemplo, la notación musical, la notación matemática y los iconos de computadora. 


2) Lexigrafía: escritura en la que los signos se adjuntan a formas necesarias del habla. Hay dos tipos de escritura lexigráfica: a) Logografía: los signos representan palabras (pero no sonidos) o segmentos del discurso, sin seguir el mismo orden que las palabras en el habla. b) Fonografía: los signos representan sonidos, pero estos sonidos normalmente no son elementos significativos del habla. Y c) Escritura alfabética: los signos se convierten en letras, dispuestas en una secuencia lineal que corresponde a los sonidos del habla. Solo los antiguos griegos desarrollaron esta tecnología al dividir las vocales.



Desarrollo de la escritura en el Mediterráneo



Mientras  la escritura alfabética griega representa tanto consonantes como vocales, las escrituras hebrea y árabe son abjads, un tipo específico de escritura fonográfica que representa principalmente o exclusivamente consonantes. Las tres vienen de Mesopotamia y se comparten la escritura cuneiforme o semítica de los fenicios. Sólo que si la escritura hebrea es un sistema de escritura abjad que se compone de 22 consonantes, con cinco de ellas teniendo formas finales que se usan al final de las palabras, la escritura árabe también es un abjad y consta de 28 letras que representan consonantes. Ambas escrituras se realizan de derecha a izquierda y, en ellas, importa mucho la caligrafía. Originalmente no hay en ella vocales.


En el alfabeto griego, cuyo uso ya es planetario (asegura la unidad de la cultura planetaria), fueron dos cosas las que originaron el cambio radical en la tecnología de la escritura para la reconstrucción de la voz humana a partir de símbolos gráficos, incluso si las palabras no se comprendían. En primer lugar, la división de los signos enteramente fonéticos del sistema semítico occidental, en el que todos los signos eran de una sola naturaleza. En segundo lugar, la rigurosa regla ortográfica, nunca violada, de que un signo del grupo más pequeño siempre debe acompañar a los signos del grupo más grande. Así, los cinco signos del pequeño grupo, que representaban una selección de cinco cualidades vocálicas (en latín vocal se dice vox=“voz”), eran pronunciables por sí mismos, mientras que los signos del segundo y mayor grupo, las “consonantes”, no eran pronunciables por sí mismos. Esta regla ortográfica creó inadvertidamente la ilusión de que la escritura existe para registrar el habla. 


La primera inscripción hallada con signos alfabéricos es la llamada Copa de Néstor (720-700 a. C.), cuyo mensaje reza: “La Copa de Néstor era agradable de beber. Pero quien beba de esta copa quedará al punto dominado por el deseo de Afrodita, la de la hermosa corona”. 


En todo caso, si se trata de reconocer a alguien, Powell reconoce a Homero como el primer inventor del alfabeto: el que dio con la posibilidad de convertir la voz humana en signos gráficos mediante vocales (a, e, i, o, u) para formar con las consonantes un sistema binario de intensa musicalidad y nemotecnia, transcribiendo en signos gráficos el sonido de los cantos hexámetros de la Ilíada y la Odisea


Desarrollo de la escritura en Mesoamérica




Los antiguos mesoamericanos probablemente practicaron la logografía. Aunque en 1572 el obispo Diego de Landa (1524-1579) ordenó quemar varios códices mayas, conservó otros y en su defensa escribió Relación de las cosas de Yucatán, en donde estableció el significado de algunos símbolos. Posteriormente, la investigadora rusa estadounidense Tatiana Proskouriakoff (1909-1985), al trabajar como arquitecta en la reconstrucción de varias ciudades mayas, publicó en 1960 Los orígenes de la escritura maya, estableciendo que las inscripciones más antiguas provenían del siglo 3 a. C. Recientemente, en 2006 se hallaron en la cuenca del Papaloapan, en el antiguo territorio olmeca y ahora veracruzano, inscripciones del 900 a. C., pero sin que ninguno indique un signo fonético. 


Aunque la escritura maya no fue fonética, en su desciframiento parcial parece corresponder al dialecto Cholan. En cualquier caso, los modernos lingüistas identifican 31 lenguas vivas de origen maya y otras más que ya habían desaparecido para 1492. Semejante diversidad de dialectos contrasta con una escritura monolítica en cuyo desciframiento parcial se advierte el control de una élite sacerdotal sumamente cerrada, masoquista y llena de jactancia que idolatraba a los guerreros y los vinculaba con demonios cósmicos.



Desarrollo de la escritura china



Otra gran tradición es la escritura china. Aunque uno de cada cuatro seres humanos es chino y aunque que su escritura ha estado en uso continuo durante más de tres mil años, la mayoría de los chinos actuales leen un número limitado de caracteres. El repertorio completo de caracteres, en los diccionarios más grandes, llega a la increíble cifra de 50.000 signos, pero para leer el 90 por ciento de un periódico chino es necesario conocer unos 1.500 signos. Ahora bien, saber hablar “chino” y  haber estudiado la escritura china no significa que se pueda pronunciar un texto escrito de corrido. Pues la escritura china es un sistema independiente del habla, cuyo uso se restringió a la élite de los mandarines.