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septiembre 06, 2013

Nietzsche: contra los teólogos de las facultades de Letras

Los estudiantes de letras hace unos cuantos siglos se separaron de los monjes, pero asisten todavía a seminarios en academias “conventuales”. No es raro que muchos tengan alma de teólogos.

Nietzsche trató de apartarse de ellos y escribió a propósito El nacimiento de la tragedia (1872) que sigue provocando una ardua polémica. Se preguntó por la filosofía de la filología, es decir, por la justificación de estudiar Letras. Y se dio cuenta de cómo muchos estudiantes de Letras despreciaban las referencias históricas o políticas en la medida en que asumían todo poema o novela como auto-referencialidad, es decir, como inspiración divina o mensaje de Dios, sin fundamentos culturales y humanos. “A este instinto de teólogos –dijo Nietzsche en traducción de Rafael Gutiérrez Girardot– hago la guerra: encontré su huella por doquier. Quien tiene sangre de teólogo en el cuerpo se sitúa de antemano frente a las cosas torcidamente y sin honradez”.[1] Esta crítica de Nietzsche no tuvo eco alguno. Nuestros centros de estudios literarios siguen tomados por pérfidos teólogos: por quienes detestan a quienes asumimos el conocimiento como un goce, por quienes están en contra del “Amor al Logos”. Esos teólogos disfrazados de literatos o lingüistas no exploran ni enseñan a explorar, en palabras de Gutiérrez Girardot:
“[…] la experiencia vital e histórica que ha sido configurada en las obras literarias y la de transmitir esa experiencia a la sociedad y a las generaciones posteriores. Esta renuncia corre paralela con la renuncia a la historia que fue consecuencia de la mala conciencia que sobrecogió a Europa tras la Segunda Guerra Mundial […] para borrar su responsabilidad del Holocausto, los culpables políticos destruyeron toda pretensión de visión total, es decir, de exigencia de la comprensión y el análisis […] y tal renuncia al contexto convierte la vida política y social en una convivencia de conformistas, de autómatas consumidores, en especialistas  sin espíritu, hedonistas sin corazón”. (p. 131).

Así me siento después de mis seminarios. Pero en fin. “Hay que conocerse en el enemigo”, por usar otra frase de Nietzsche.  




[1] Citado por Rafael Gutiérrez Girardot, Nietzsche y la filología clásica. La poesía de Nietzsche, Panamericana, Bogotá, 2000, p. 47. 

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