Harold A. Innis (1894-1951), autor de Empire and Communications (1950), es el fundador de la Toronto School of Communication Theory.
Innis hizo su tesis doctoral sobre el ferrocarril canadiense, el del segundo país más grande del mundo (después de Rusia), para insistir en que sin los modernos medios de transporte, sin los combustibles fósiles (gas, petróleo), Canadá no existiría. La tecnología, para el canadiense, no es algo externo al ser; por el contrario, es la condición necesaria y la consecuencia duradera de su existencia moderna.
Innis fue un militar durante la Segunda Guerra Mundial. Entonces se dio cuenta que el cine, la radio y la televisión –y, posteriormente a su muerte, el internet– son complejos militares-industriales. Que la comunicación y el control coinciden.
La teoría de la comunicación de Innis es exquisita. Parte de la idea de que la Biblia es un dispositivo militar que aseguró la expansión triunfal de los pueblos semíticos y monoteístas en virtud de una poderosa abstracción que prácticamente reemplazó la adoración figurativa del culto solar o lunar por la virtual (¿irreal?) de la escritura. Los pueblos paganos de Europa y América adoraban bosques y volcanes, o estatuas extremadamente pesadas que no podían moverse o llevarse consigo. Judíos, cristianos y árabes –pueblos nómadas– encerraron sus códigos culturales en un dispositivo «móvil» y «sagrado», la Biblia y el Corán, y conquistaron el planeta.
Las principales ideas de Marshall McLuhan provienen de Innis. En especial, dos términos muy populares: Global village y galaxia Gutenberg, ambos formulados en el libro homónimo The Gutenberg Galaxy: The Making of Typographic Man (1962). Decía McLuhan:
“All technology has the Midas touch. When a community develops some extension of itself, it tends to allow all other functions to be altered to accommodate that form” (McLuhan, Understanding Media. The Extension of Man [1964], Gingko Press, Berkeley, 2013, p. 196).
Una de las primeras publicaciones de McLuhan fue sobre G. K. Chesterton, el escritor británico autor de narraciones policiales y creador de un curioso detective: el Padre Brown. Aunque McLuhan hizo tesis doctoral sobre la obra del dramaturgo inglés Thomas Nashe (1567-1601).
El medio es el masaje (1967), de Marshall McLuhan, fue originalmente escrito a dos manos con el diseñador gráfico Quentin Fiore. McLuhan adoptó el término “masaje” para indicar la forma en que numerosos medios “masajean” nuestro sistema nervioso. Son medios desde la ropa hasta la silla, pasando por el libro y el celular, medios que son mensajes-masajes (formas que nos condicionan), más allá del contenido que comuniquen. ¿El teléfono celular es otra extensión de nuestro cuerpo? ¿Otra mano?
Paul Virilio (1932-2018) criticó a McLuhan por su visión optimista de los medios. Virilio habló de una “estética de la desaparición” por las tecnologías del tiempo real, que afectan significativamente a nuestras percepciones del espacio. No hay “aldea global” ni globalización. Sólo hay virtualización. Los medios no son extensiones del hombre. Son tecnologías de origen militar que invaden nuestro sistema nervioso.
Lectura y paranoia coinciden. La comunicación satelital y el Internet se originaron en la Segunda Guerra Mundial a partir de los misiles UV 2 de los nazis y de las máquinas para quebrar la escritura cifrada. La Segunda Guerra Mundial fue, en palabras de Kittler, una guerra entre máquinas de escribir.
En 1937, a pesar de que sus padres eran laicos y hasta ateos, McLuhan se convirtió al catolicismo. Todos los días asistía a misa. En septiembre de 1937 McLuhan fue contratado por la Universidad de San Luis, en Missouri, institución dirigida por la Compañía de Jesús, donde conoció y estableció una estrecha amistad con el jesuita Walter J. Ong, el creador del concepto de «oralidad secundaria». Vivimos en una «oralidad secundaria» determinada por la radio y la TV, medios que presuponen una programación (un manejo de instrucciones, un guion), es decir, la escritura. Grama en griego es letra. Ya no hay “culturales orales” en pureza. Aun cuando alguien no sepa leer o escribir y solamente vea TV o escuche radio, tales medios leen y escriben por él o ella.