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junio 30, 2020

Jünger: antenas y absorción de noticias

 


La guerra como experiencia interior (Der Kampf als inneres Erlebnis, Berlín, 1922) es un libro del teniente Ernst Jünger. Allí cuenta que, cuando divisaba al enemigo, entre la niebla de polvo, por definición invisible, lo confundía con su propio doble almacenado cinematográficamente (citado por Kittler, 2017, p. 207). Las redes o antenas [4G y 5G] compiten en rapidez con el rayo. Difunden, en manos equívocas, el miedo y al automatismo. 

 «A lo que se asemejan todas esas antenas que hay en las ciudades gigantescas es al cabello erizado. Constituyen una invitación a establecer contacto con los demonios [...] La simple necesidad que la gente siente de absorber noticias varias veces al día es ya un signo de angustia. La imaginación gira y gira, y de esa manera va creciendo y paralizándose la inteligencia». 

Así decía Ernst Jünger en La emboscadura (Der Waldgang, 1951), un ensayo libertario y en rebeldía contra el «nuevo orden mundial» de la Posguerra. 



Decía también Jünger que le parecía un espectáculo chocante ver cómo unos Estados que están fuertemente armados y en posesión de todos los medios de poder, resultaban al mismo tiempo sumamente susceptibles. Aquellos Estados y para-estados armados hasta los dientes intuyen, según Jünger, que los hombres libres son poderosos, aunque constituyen únicamente una minoría pequeñísima. En realidad, las grandes masas conectadas simultáneamente a una misma red social no son tan transparentes como la superficie lisa de la pantalla. No. En el seno gris del rebaño se esconden lobos, es decir: personas que continúan sabiendo lo que es la libertad

Y esos lobos no son sólo fuertes en sí mismos; también existe el peligro de que, cuando amanezca un mal día, contagien sus atributos a la masa de modo que el rebaño se convierta en horda. Tal es la pesadilla que no deja dormir tranquilos a los que tienen el poder.

Preguntémonos qué pensaría Jünger de la pandemia de 2020, del confinamiento, de la introducción de la tecnología 5G. Acaso diría que el coronavirus se asemeja a la minoría en tanto cuanto causa un efecto enorme, imposible de calcular, y que impregna la totalidad del Estado. Para averiguar dónde se hallan los puntos en que ataca ese virus, para observarlos y vigilarlos, son necesarios grandes contingentes de policías y antenas. A medida que va creciendo la adhesión de las masas, también va creciendo la desconfianza respecto de ellas.  Es preciso vigilarnos a todos. 


Nada es gratuito. Ni siquiera la comodidad de «quedarse en casa». Pues hay que pagar la comodidad de que los tubos traigan agua, electricidad, gas, video y música. Si no nos percatamos de nuestra situación de animal doméstico, según Jünger, arrastraremos consigo la situación de animal de matadero: el de representar el papel de policía de sí mismo cuando coopera con su propia aniquilación.  
 
Pero el miedo puede ser vencido por la persona singular si ésta adquiere conocimiento de su poder. La emboscadura, en cuanto conducta libre en la catástrofe, es independiente de las fachadas político-técnicas y de sus agrupaciones. 


No podemos prescindir de los poetas. Ellos son los que introducen la subversión y los que inician también el derrocamiento de los Titanes. La imaginación — y con ella el canto — forman parte de la emboscadura. 


Uno debe creer en sí mismo; amarse, respetarse. 





junio 28, 2020

Camus y Jünger: la «persona singular soberana» no se deja aterrar por los datos



 

Debemos a Antonio Escohotado la recomendación de dos sendos libros de gran realismo político y filosófico y de gran estilo literario y en cuya clarividencia nos encontramos todavía: L' Homme révolté de Albert Camus y La emboscadura [Der Waldgang] de Ernst Jünger. 



Ambos libros se publicaron originalmente en 1951,  en plena Posguerra o Guerra Fría y poco después del fin del Bloqueo de Berlín occidental por el régimen estalinista. Lo que Camus y Jünger criticaron de aquel «orden del mundo» ayuda a entender el que se ha impuesto durante 2020. Son dos libros cuya clarividencia puede iluminarnos el camino. Sostienen que la persona singular soberana nunca será vencida, pues prefiere el peligro a la esclavitud; que la persona singular soberana no se deja atrapar ni aterrar por las cifras o el número. 

 La «filosofía de la fría contabilidad del crimen» fue sacralizada por el «ilustrado» Marqués de Sade (1740-1814), de quien se desprende el término «sadismo». El mass media ha asumido la pandemia del Covid 19 con aquella fría filosofía de la contabilidad del crimen. «Fallecidos por Covid 19 antes del 1 de marzo: 1023. Después del 1 de marzo: 2032. Total:. 3055». Como si cada muerto fuera igual a otro. La ilusión del número. El nihilista lo niega todo, salvo el cientificismo más vulgar; no ve otra cosa que cifras, números de enfermos y contagiados. Datos. Ciencia puesta al servicio del «terrorismo de Estado». Hay que salirse de las estadísticas. El automatismo y el miedo van estrechamente unidos. 

Camus, en la tercera parte de su libro, reconoce a Jünger como el «único hombre de cultura superior que ha dado el nazismo». Como aquel que, en Tempestades de acero (Stahlgewittern, 1920), tuvo la visión de un «Imperio mundial y técnico», de una «religión de la técnica anticristiana», cuyos fieles y soldados son los obreros. Para Camus, Jünger (el fascismo) se une con Marx (el comunismo) en esta idea tremenda: «El estatuto de un nuevo régimen de mando suple el cambio del contrato social. El obrero es sacado de la esfera de las negociaciones, de la compasión, de la literatura, y elevado hasta la de la acción. Las obligaciones jurídicas se transforman en obligaciones militares». Así, todos los problemas son militarizados, planteados en términos de poder y eficacia. 

En realidad, más que fascista o apólogo del fascismo, Jünger es un libertario. En 1922 lo que denuncia en La guerra como experiencia interior (Der Kampf als inneres Erlebnis) es la imposibilidad de un discurso coherente cuando un conflicto o enemistad absoluta resulta usurpado por las máquinas. Pues, si se piensa mejor, lo que hay es una «batalla de materiales» («Materialschlacht»)  que obliga a una movilización total. La motorización ha convertido, incluso al ciudadano más pacífico,  en un engranaje de la máquina mastodónica mundial. 

Pintura de Yolanda Pineda
Pintura de Yolanda Pineda (1978)



En La emboscadura Jünger recoge varias ideas subversivas de Carl Schmitt: no sólo la del partisano, la de quien retoma un carácter telúrico para evitar las pretensiones absolutistas de una justicia abstracta, sino también la del Nomos y el Ethos. La «persona singular» ya no está en la sociedad como lo está un árbol en el bosque. Antes al contrario, se asemeja al pasajero de un trasatlántico que se va a estrellar contra los acantilados, al Titanic, cuya sensación de velocidad le hace pensar al individuo que goza de libertad. Estamos sometidos a potentes ilusiones ópticas. 

 «La inteligencia - dice Camus - es nuestra facultad de no llevar hasta el límite lo que pensamos a fin de que podamos creer en la realidad. El pensamiento aproximado es el único generador de realidad». Pero mucho gente prefiere echarse a morir antes que pensar.  Basta, según Camus, anteponer la razón de Platón a la de Moisés. Es decir: «el diálogo a la altura del hombre resulta menos caro que el evangelio de religiones totalitarias, monologando y dictando desde lo alto de una montaña solitaria». Para la víctima, el presente es el único valor, y la rebeldía la única acción.

 El mensaje final de Jünger, Camus y Escohotado es que una persona singular soberana puede derrotar a legiones de eunucos profesionales. Que uno debe creer en sí mismo; amarse, respetarse.