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diciembre 24, 2023

Descartes o el fin de la retórica

 Lo que guía la subjetividad (algo) ya no es la retórica, sino la matemática. 


En el Discurso del método, Descartes relata un sueño. En el sueño hay un libro intitulado Corpus poetarum (Antología de poetas) que Descartes abre al azar. Le aparece un verso de la primera Égloga de Ausonio: «¿qué camino seguiré en la vida?». Cita también otro extracto de la tercera égloga de Ausonio, "El sí y El no", que expresa también una fórmula pitagórica relacionada con la educación o la formación espiritual. Esta formación, según Descartes, tiene tres etapas: 


1) El del lector de libro (las letras). 

2) El de la salida al mundo (soldado-viajero). 

3) El del actor («avanzo ocultándome, como un actor que se esconde tras una máscara»). 


De aquí se desprenden a su tres fórmulas morales: 

1) Acepta las leyes y costumbres del país, sigue las opiniones moderadas, cambia de opinión a la más conveniente y acepta la refutación. 

2) Es mejor resolverse a fingir. Pues si no está en nuestro poder discernir las mejores opiniones, debemos seguir las más perdurables. Por ejemplo, se ha decretado una pandemia. Aun cuando todo esté muy opaco, hay que creer a pie juntillas en la pandemia.

3) Y aceptar la realidad. Nada hay que esté enteramente en nuestro poder, como no sean nuestros propios pensamientos. No hay, pues, que sentir pena por no ser dueños de los reinos de la China o de México. 


Con Descartes aparece la absoluta visibilidad. Descartes es contemporáneo de Velázquez y Cervantes, de Las meninas y el Quijote. Descartes también se enmascara y se funde con sus personajes. Abandona la red de metáforas relacionadas con la luz (Derrida) e inaugura un nuevo sistema metafórico relacionado con el suelo (H. Blumenberg). Para él ya todo ya es edificable. 


El suelo se hace edificable de acuerdo con reglas matemáticas, con la verificación del terreno y del suelo, en la capacidad de soportar los cimientos y levantar sobre ellos, caracteriza el carácter de profundidad teórica de la época moderna. 


Para Descartes el mundo es un sistema mecánico y todos los hechos son producto de tal sistema. Para el barroco Descartes, pues, no se trata de leer el mundo, sino de describir cómo funciona, con lo cual no es necesario acceder a su interior, a la Historia, a la argumentación retórica, sino dar razón de sus efectos mediante la geometría. 



octubre 17, 2023

El origen de la Crítica moderna / Historia-crítica




En 1637 Descartes formuló en su Discurso del método que la duda no era simplemente una actitud mental, sino una forma de conocimiento. Los más informados no se dejaron engañar. Lo que ese método anunciaba, según Marc Bloch, era el de una metodología crítica de aplicación universal[1]. En adelante, en el ámbito de la filología bíblica, simultáneamente aparecieron varios tratados que utilizaron la «crítica» para designar una prueba de veracidad. 

El primero acaso sea el Crítica sacra (1650), de Louis Cappel, seguido de los cuatro tratados de Richard Simon, Histoire critique du Vieux Testament (París, 1678), Histoire critique du texte du Nouveau Testament (Róterdam, 1689), Histoire critique des versions du Nouveau Testament (Róterdam, 1690) e Histoire critique des principaux commentaires du Nouveau Testament (Róterdam, 1693) [2]

La crítica como prueba de veracidad a partir de la consulta de documentos y archivos adquirió en Baruch Spinoza, con la publicación de su Tratado teológico-político (1679), una filología radical. Spinoza observó que, si la lengua hebrea no tiene vocales ni ningún signo para separar las frases y pronunciar las palabras, las versiones en griego y en latín del Viejo y Nuevo Testamento suponen no sólo un añadido y una perversión del mensaje original, sino la autoridad absoluta del lector para convertiste en crítico, para comentar, juzgar y explicar la religión a su gusto.  Spinoza dedujo que las palabras pueden ser la causa de errores múltiples, a menos que nos pongamos vigorosamente en guardia contra ellas[3].



Spinoza inauguró entonces el comienzo de toda 

crítica como una crítica de la religión. De la  

“sinagoga vacía” de Spinoza a mediados del siglo 

XVII sólo hay un paso a las logias masónicas del 

siglo XVIII.


[1] M. Bloch, Apología de la historia o el oficio de historiador [1949], trad. de M. Jiménez y D. Zaslavski, México, FCE, 2014, p. 135.

[2] M. Bloch, op. cit. p. 133. Cf. también Cf. D. Lane Patey, “The Institution of Criticism in the Eighteenth Century”, en H. B. Nisbet y C. Rawson (eds.), The Cambridge History of Literary Criticism, Vol. IV, The Eighteenth Century, Londres, Cambridge U. P., 2005, pp. 114 y ss.

[3] Cf. G. Albiac, La sinagoga vacía, Madrid, Tecnos, 2013, p. 5 y ss.