Ante
todo, agradezco a la Dra. Alicia Reyes y a su equipo, Eduardo y Alejandro Mejía
especialmente, por administrarnos, por permitirnos el espacio de la Capilla Alfonsina, donde he consultado notas de prensa y revisado
epistolarios inéditos; he llegado a preguntarme si en esta casa de la colonia
Condesa de la Ciudad de México, entre infolios olvidados, acaso no esté también escondido un Aleph...
Como la
escritura es un “abuso de la palabra”, empiezo por decir que esta antología ha
sido largamente platicada, y que ha nacido de una clase con Liliana Weinberg, quien
hoy ha tenido la generosidad de acompañarnos. Liliana tiene varios libros sobre
el ensayo hispanoamericano. Si se me permite la metáfora, ella es como una jinete
de la pampa argentina que nos ayuda a conducir este centauro de los géneros que
es el ensayo y que es Alfonso Reyes mismo.
El ejercicio
de la antología –que alcanza por momentos la temperatura de la creación según
el propio Reyes– es imprescindible para elaborar una tesis doctoral.
(Un
paréntesis: Entre los consejos para elaborar una tesis, yo creo que el
principal es elegir un asunto que nos apasione; un tema del que hablemos mucho
con nuestros colegas y que al escribirlo –insisto: escribir es un abuso de la
palabra– nos sea de algún modo familiar. La redacción de mi tesis doctoral, que
acabo de culminar y que está en manos de mi asesor, no hubiera sido posible sin
Diana –Dianis–, sin su amorosa
compañía. Pregúntele: hasta dormido le hablo yo de Reyes y de España. Ella, por
suerte, me escucha o simula escucharme…).
Yo no soy español ni mexicano de
nacimiento. Pero comparto la
cultura de ambos países en la medida en que comparto la misma lengua. Nuestra cultura
hispanoamericana desafía cualquier demagogia nacionalista, pues se compone de
veinte naciones o repúblicas. La pretensión de una “cultura única” no es sino
una “pretensión”.
Admirar no es
propiamente una virtud. Si el estudio de la obra Reyes conlleva al estudio de
España, ante todo hay que tener presente que Reyes jamás consideró a España
como la “madre patria”. Nunca dijo esas banalidades –demagogia de político de
pueblo. Les voy a leer un fragmento de su pequeño ensayo –incluido en este
librito– titulado “Una epidemia retórica”, para que vean:
“Nos hartamos de llamarla
"Madre", y la España de hoy no es nuestra "Madre" ni nos
aguanta ya en el regazo. La España de hoy es algo como nuestra prima carnal, y
mejor nos quiere para camaradas de su graciosa y nueva infancia, que no para
novios oficiales de ramito en la solapa y sombrero y faldón ridículos […].
América es muy distinta de España, pero que es, en la tierra, lo que más se
parece a España; que, donde todos hablan ya en francés o en inglés, sólo
nosotros nos hemos quedado hablando, español; que ambos, los de allá y los de
acá, tenemos muy poca paciencia, y que nos está muy bien un Océano de por
medio; que la fraternidad es cosa natural, y que hasta puede llegar a ser muy
molesta, pero, que es inevitable siempre, por, lo cual mejor es tratarse y
conocerse que no hacerse amagos desde lejos; que la verdadera fraternidad
excluye las continuas protestas de mutuo amor […].
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