El historiador canadiense W. H. McNeill, después de Plagues and People (1976), escribió The Pursuit of Power (1981). De estudiar el efecto de las pandemias en los microorganismos humanos, McNeill pasó a estudiar el efecto de los cambios tecnológicos (la tecnología de guerra o «warfare») en los macroorganismos o sociedades humanas.
McNeill, en la introducción a The Pursuit of Power, dijo lo siguiente: «alterations in armaments resemble genetic mutation of microorganisms in the sense that they may, from time to time, break down older limits upon the exercise of force within the host society itself».
McNeill halló tremendo parecido entre las epidemias y los avances tecnológicos militares, pues estos últimos ejercen el poder de la mutación de las segundas: un bicho capaz de salir de su hábitat y meterse en otro ecosistema o zona geográfica afecta naturalmente a los microorganismos del tal ecosistema, lo cual puede ser equivalente a la tecnología de la 5G que, liderada en buena parte por China, ha roto viejos límites. Ha abierto la posibilidad de la teletransportación («teleportation» en inglés). Semejante tecnología de guerra («warfare») afecta a los macroorganismos: sistemas educativos presenciales, aerolíneas, estadios o lugares de gran concentración en sentido físico-corporal.
Hay que preguntarse si las grandes compañías de tecnología, para «evitar» la propagación del virus, no han reforzado la alianza industrial del New Screen Deal. Pues, para las grandes élites económicas, parece que ha sido fácil haber tomado la tremenda decisión del trabajo remoto, de la educación a distancia mediante el uso de laptops, celulares, Iphones, Ipads, computadores de escritorio, etc., licencias de Zoom, Teams, Google Meats, etc. ¿Supone el New Screen Deal el fin del desplazamiento mecánico o motorizado de casa-trabajo-universidad y consecuentemente el fin de los combustibles fósiles, si todo a ello se añade el cierre de aeropuertos y vuelos civiles internacionales?
¿Todo será más limpio por la pantalla? Hay que tener cuidado. Los asiduos a la pantallas son también víctimas de una técnica semiótica que simula un contexto de vida, cuando en realidad detrás de las pantallas solamente hay fotos y flashes (Friedrich Kittler). Desde la masificación de la televisión, la humanidad parece haberse acostumbrado a su ración diaria de ilusiones ópticas (flashes y fotos). Pero en las fotos de una mujer desnuda (porno) lo que hay es un icono, mientras que en la palabra «mujer», en cambio, hay el nombre de esa «mujer». Una «palabra» en tanto «nombra» una realidad concreta dice mucho más cosas que una imagen, porque también es imagen.
Quién sabe a qué nivel ya está el New Screen Deal afectando nuestro pensamiento, nuestra forma de expresarnos, si advertimos que el profeta Nietzsche cambió radicalmente su forma de escribir gracias a la máquina de escribir.
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