septiembre 25, 2025

Novelas maximalistas: La tejedora de coronas y Noticias del Imperio en el diálogo histórico México-Colombia


 El pasado jueves 4 de septiembre de 2025 tuve el privilegio de dictar la conferencia «Ilustración armamentista y novela maximalista: La tejedora de coronas y Noticias del Imperio en el diálogo histórico México-Colombia», en respuesta a la generosa invitación del Dr. Prof. Edison Neira Palacios, docente e investigador de la Universidad de Antioquia. El encuentro tuvo lugar en el contexto de los grupos GEL y GeoR y del Centro de Extensión de la Facultad de Comunicaciones y Filología, en el campus de Medellín. Ante un público numeroso y atento de estudiantes, se abrió un fecundo espacio de reflexión sobre la novela latinoamericana, la memoria, el archivo y la ambición de totalización narrativa ante las encrucijadas de la modernidad.

1. Un diálogo inevitable: México y Colombia bajo la mirada francesa

La conferencia propuso un acercamiento comparado entre dos obras monumentales, ambas auténticas catedrales textuales: La tejedora de coronas (1982), de Germán Espinosa, y Noticias del Imperio (1987), de Fernando del Paso. A través de ellas, abordé el modo en que el siglo XIX y el XVIII latinoamericanos vivieron los embates de la modernidad europea, particularmente la francesa, sobre el trasfondo de las fracturas de la monarquía hispánica. La invasión del barón de Pointis a Cartagena de Indias en 1697, que desencadena en Colombia la llegada de los Borbones, y la creación “artificial” del Imperio de Maximiliano en México (1862–1867), bajo la tutela de Napoleón III, fueron los dos episodios históricos elegidos, ambos cristalizados desde el prisma literario con una ambición maximalista.
Puse de relieve que tanto Espinosa como Del Paso retratan, desde la ironía y el distanciamiento crítico, la imposibilidad de una modernidad autosuficiente en Hispanoamérica, atrapada entre el peso de una tradición ibérica que se agota y la seducción—tan peligrosa como transformadora—de la utopía ilustrada y armamentista encarnada por lo francés.

2. Más allá del archivo: memoria, delirio y polifonía

Uno de los ejes centrales de la exposición fue el análisis de la forma maximalista, recogiendo la conceptualización del crítico italiano Stefano Ercolino y distinguiéndola de la “novela total” que inauguró el boom latinoamericano y defendieron Vargas Llosa y García Márquez. Si la novela total aspiraba a compendiar el mundo—como lo hace, por ejemplo, Cien años de soledad—, la maximalista se regodea en la acumulación, la saturación y la ironía: la obsesión por el archivo y la enciclopedia no pretende un orden definitivo, sino que deviene parodia y laberinto. Frente al archivo, la memoria y la lengua son los grandes protagonistas.
Así, la conferencia diseccionó el monólogo de Carlota en el Castillo de Bouchout, eje lírico de Noticias del Imperio, donde la emperatriz mexicana, encerrada en la locura y la vejez, reconstruye un archivo personal teñido de nostalgia, delirio, mitomanía y crítica. La novela de Del Paso se convierte en una obra de voces múltiples, formatos contrastantes y registros enciclopédicos: noticias, cartas, crónicas, ensayos, monólogo interior. Es la novela misma la que se erige en mausoleo y máquina burlesca de la historia latinoamericana.
En contraste, La tejedora de coronas es el escenario de una memoria también híbrida: la voz de Genoveva Alcocer, que combina racionalismo, erotismo, esoterismo, sátira ilustrada y fe popular, hace dialogar a Voltaire, los fantasmas coloniales y los delirios científicos. El archivo inquisitorial, la familiaridad con la herejía, la figura de la médium y la inquietante presencia de espíritus y sabios, conforman un tejido textual colmado de alusiones, juegos de estilo y experimentación.

3. Ilustración armamentista y modelos coloniales: lo francés como espejismo y herida

Otro punto de la charla incidió en la diferencia entre los modelos coloniales. Si el español se asumió como evangelizador, fundacional y mestizo, el francés se presentó en ambos casos—Colombia y México—como científico, armamentista y explícitamente moderno, pero portando una ironía amarga: la modernidad importada, acompañada de cañones y discursos de progreso, fracasa estrepitosamente en ambos escenarios. La experiencia caribeña fundida por Espinosa y la tragedia imperial rematada en Querétaro según Del Paso reflejan el desencuentro de América Latina con la promesa universalista europea. El éxtasis enciclopédico no salva a los personajes (ni a las naciones), pero ofrece una poética monumental del fracaso, la parodia y la memoria.

4. Ars combinatoria y resistencia frente a la máquina

A la luz del auge de la cibernética y la avasallante presencia del saber digital y la inteligencia artificial, el maximalismo literario en ambas novelas se muestra como una resistencia y una alternativa. Ya no se trata solo de reproducir el saber como si fuéramos una Wikipedia avant-la-lettre: Espinosa y Del Paso definen el sentido de la novela como ars combinatoria, como el arte de mezclar voces, géneros, registros y estilos desde la singularidad del lenguaje humano. Frente a la máquina, la literatura se vuelve exceso, guiño, humor, delirio y composición, una literatura más humana precisamente porque se burla tanto del archivo imposible como de la utopía técnica.

5. Cierre y resonancias críticas

El público de Medellín, en la Universidad de Antioquia, acompañó con especial atención y preguntas agudas esta travesía literaria y filosófica. Mi invitación fue a leer, releer y dejarse interpelar por estos monumentos de la novela hispanoamericana no como respuestas, sino como archivos abiertos, espacios de ruina y juego, de herida y de ironía, que aún esperan nuevas preguntas… y nuevas combinaciones.

Agradezco al Dr. Edison Neira y a todos los asistentes por su hospitalidad y la riqueza del diálogo. Ojalá este hilo crítico y comparativo invite —desde las letras— a repensar la memoria, la identidad y la potencia inagotable del lenguaje en América Latina.
— Sebastián Pineda Buitrago

septiembre 16, 2025

La de la lengua española: una geopolítica sin misiles



El pasado 28 de agosto de 2025 dimos en la Ciudad de México, para el Instituto Latinoamericano de la Comunicación Educativa, dentro del Seminario Geopolítica del Pensamiento Iberoamericano, nuestra conferencia titulada «La geopolítica de la lengua española: Reinvención e identidades en la era de la movilidad latinoamericana». 

Comenzamos citando a Heidegger: «Das Sprache sprich» (el lenguaje habla). La pregunta no es si nosotros hablamos español, sino si el español nos habla a nosotros, si somos capaces de escuchar su historia y su potencial. 

Siguiendo a Wittgenstein, los límites de nuestro idioma son los límites de nuestro mundo. 

Cuando la geopolítica se pensaba en términos de imperios y fronteras de tierra y mar, Harold Mackinder definió la batalla por el poder global en un ajedrez de "Heartland" (el corazón terrestre de Eurasia), "Rimland" (las costas que lo rodean) y "Peripheryland" (el resto del mundo, incluyendo América). Pero ese mapa, tan familiar, ha caducado. En la era de la movilidad, el espacio ya no se define por la geografía, sino por la velocidad y la información. Como señalaba el filósofo y teórico de la estética Paul Virilio, el siglo XXI ya no es geopolítico, sino "aeropolítico" o "cosmopolítico". Estamos en la guerra digital, la "guerra de las galaxias", donde la batalla se libra en el ciberespacio y en los sistemas de navegación que trazan nuevas rutas de poder. Y en este nuevo escenario, ¿dónde queda el español?

En la carrera por ser una lengua planetaria, el español no solo se ha quedado atrás, sino que quizá nunca lo fue. Al contrastarlo con el pragmatismo anglosajón, o con la voluntad imperial de la francofonía, conviene aceptar una verdad incómoda: el español de América es, en esencia, una lengua proletaria. Una lengua de la diáspora, de la resistencia cultural, de la servidumbre. Se oye en las cocinas y los servicios de los más lujosos restaurantes de Nueva York y de Londres con mucha más frecuencia que en las universidades o centros políticos de esas capitales imperiales. Lo que no implica que sea también una lengua universitaria, académica, de élites y burgueses. 

 De lo militar a lo cultural

El lenguaje es un artefacto con historia, con cicatrices. Y si el inglés cobró una inmensa ventaja en la guerra digital, es porque desde hace siglos su fuerza no dependió de una academia, sino de un imperio pragmático. Como decía Borges en "Otro poema de los dones," "quien mira al mar ve a Inglaterra." Los británicos miraron al mar, construyeron flotas mercantes y navales, y su idioma se expandió no por imposición gramatical, sino por la inercia del comercio y la conquista. En cambio, España se atrincheró en academias, en políticas estatalistas que intentaban fijar una lengua que ya era de facto.

La tesis de la conferencia es una muy aguda y que resuena con grandes problameas europeas aún no resueltos: "los profesores de lengua son más importantes que los cañones". A comienzos del siglo XX, mientras los geoestrategas austríacos como Jordis von Lohausen o los franceses como el mariscal Louis Lyautey, pensaban en términos de ejércitos, flotas y colonias para imponer una lengua, en el mundo hispano el desinterés, o la falta de una visión clara, nos llevó a un escenario de pasividad. 

Las ironías de la historia: del monasterio a la conquista fallida Para entender la geopolítica de nuestra lengua, hay que volver a sus orígenes. Mucho se ha debatido si el castellano nace en el monasterio de Silos o en el de la Cogolla. La filología moderna ha zanjado la discusión: los primeros documentos escritos en lo que hoy conocemos como castellano son las Glosas Emilianenses, del monasterio de San Millán de la Cogolla, datadas a finales del siglo X o principios del XI. Las Glosas Silenses son un poco posteriores, del siglo XI. Este origen en la frontera con el califato andalusí lo marca para siempre: es una lengua de reconquista, que absorbe en su léxico y fonética arabismos como "almohada" o "azúcar", pero mantiene una sintaxis y gramática profundamente latina. Es una lengua de combate, pero también de mestizaje.

Y entonces llegó 1492. Antonio de Nebrija, formado en la Italia del Renacimiento, donde el estudio del latín había revivido, le entrega su Gramática de la lengua castellana a la Reina Isabel, antes de que Colón zarpara a América. En su prólogo, pronuncia la fatídica sentencia: “siempre la lengua fue compañera del imperio”. Pero la ironía de la historia es que a esta obra magna no se le hizo mucho caso. 
El decolonoliastas Walter Mignolo, en su obra The Darker Side of the Renaissance, nos recuerda que las élites criollas y las clases altas de las colonias, para demostrar su estatus, se educaban en latín. Se publicaron más ediciones de los manuales de gramática latina de Nebrija que de la castellana. El español se impuso en América de facto, a punta de evangelización y supervivencia, no por un plan maestro. Un viajero de 1800..., al cruzar de la Ciudad de México a Puebla, probablemente aún necesitaba un traductor por la multitud de lenguas indígenas que se hablaban en las zonas rurales.

La lengua con ejército y marina: el contrapunto francés

La historia se vuelve aún más irónica cuando la contrastamos con el caso de Francia. Mientras España, la gran potencia del siglo XVII, fracasó militar y lingüísticamente en el norte de África (basta recordar los años de cautiverio de Miguel de Cervantes en Argel, donde actuó como agente secreto de Felipe II, y su posterior ingenio al aducir que el Quijote era una traducción del árabe de un tal Cide Hamete Benengeli), los franceses lograron lo que nosotros no. El mariscal Louis Lyautey, a inicios del siglo XX, impuso el francés en el Magreb bajo la firme convicción de que la lengua nacional tiene un ejército y una marina de guerra. Esta mentalidad de conquista lingüística planificada es la que nos faltó.

Este desinterés, o quizá esta incapacidad, tuvo su momento más trágico en el otro lado del mundo: Filipinas. Como mi amigo Isaac Donoso, especialista en este tema, ha documentado, la lengua española, que fuera oficial durante siglos, dejó de serlo en 1987. Un silencioso genocidio lingüístico, resultado de la falta de apoyo, del aislamiento y del olvido.

El legado de Andrés Bello: el antídoto al desinterés

En contraste con la Real Academia de la Lengua Española, que ha sido a menudo vista como una institución con intención "fijadora" y afrancesada, la visión anglosajona siempre fue diferente. Ni el Dr. Samuel Johnson en Inglaterra ni Noah Webster en Estados Unidos tuvieron la intención de "arbitrar" la lengua. Simplemente la registraron, la describieron. La dejaron ser.
Pero nuestro verdadero héroe, nuestro antidoto al desinterés, fue Andrés Bello. Su Gramática de la lengua castellana destinada al uso de los americanos (publicada en 1847) no fue una imposición, sino un acto de autonomía. Bello no quería una lengua de imperio, sino una herramienta para la emancipación. Quiso unificar el español de las nuevas repúblicas para que no se fragmentara en múltiples dialectos. Su labor fue la de un estratega cultural que, sin ejército ni marina, creó las bases de la comunidad de hablantes más grande del mundo.
Al final o la final (¿cuál es la forma correcta?), el verdadero desafío es existencial. 


julio 20, 2025

The Father Waiting for His Daughter at the Airport to Fly to Colombia

On that last Sunday—our seventh, sacred day,

the day of feeding fish in Tecaljetes—

we walked as we often did from our new home,

maybe only two blocks but a world’s journey for us.

You, SariSofi, held the whole trembling earth in your arms

as you tossed breadcrumbs onto the green water.

The garden gave us back a green more generous than spring—

Tecaljetes, the park you loved to say aloud,

its name a soft murmur in the reeds, your laughter echoing.

Your small fingers knotted in my hair,

the world shrank to a gentle circle where,

for a moment, the river’s current seemed to run backward.

Just for us. Just for the hush that told us nothing is ever truly lost, as long as we remember.

Mexico is a country I tried to make mine too.

As long as I love seeing you learn,

as long as I tried to build a home and a family here—

you, Sari-Sofi, are my only tie,

the living fruit of a deep love

that could not plant more seeds.

Sara Sofía is not a coin to flip,

nor a treasure to fight over or hoard.

I turn away from the theories, the reports—

“adult-centrism,” “child’s voice,” “well-being”

—because you are none of these.

Your voice is one of the most musical in the world:

remember I signed you up for music class to sing your favorite songs?

That voice—that is the one I love.

As long as you can read, my lovely and little daughter,

I hope one day you find these lines or hear them spoken,

just as they come from my heart,

meant only for you.

On the day of departure,

I wrote alone. Your ticket unused,

your name missing next to mine at the check-in desk.

Rain blurred every border;

the law, which promised to keep us together,

became an abstract wall,

a father writing silent lines in an airport...

Sometimes I imagine us—

laughing, landing together in Colombia,

your grandparents’ arms wide with welcome,

the family we visited every six months,

you, your mom and me, a trio of guides.

I know this should not weigh you down,

and I write not to lay any burden,

but to keep open a door only love can see.

You are so much more than paperwork,

so much more than a debate or a verdict.

You are the heart I built a house for,

the only family I have here,

the daily hope that gives meaning to a country

that sometimes feels less like home

when I am not with you.

You know how I love you,

how I tried—always, together with your mother—

to build a family.

Even when it was not possible,

I never renounced you,

never stopped walking beside you,

never lost the joy in every new day we shared.

My Sari-Sofy,

nothing and no one—not a law, not a quarrel, not time—

can erase the green of those quiet Sundays

or the love that made me, always, your father.

Love you—always.