CUMPLIRÁS hoy treinta. ¿Proyectos? Todos. Como si la vida fuera inacabable y no vivieras de prestado, fugitivamente, un breve trecho en el curso del tiempo. Piensas que no hay otro secreto contra la depresión inevitable que el hábito del trabajo o el estudio constante. "The busy bee has not time for sorrow", repites con Blake. O trata de ser, decía tu maestro, la suma de tus instantes felices: el niño asombrado de la primera visión del mar, gigantesca lámina azulada como un planeta dentro del planeta; o navegando, en lancha, el lomo acaramelado del río Darién; o sobre ti cierta mujer desnuda, sus senos creciendo y enrollándose hasta desenlazarse en las arenas de tu pecho. Quizás hay más cosas alegres –eróticas– pero que no terminan por amortiguar el sinsabor de este mundo. Una moderada melancolía está bien. Porque también eres avaro con la tristeza, y el dolor te lo callas y huyes del bajo chantaje emocional.
Quisieras gozar de voluptuosidad verbal, pero también quisieras, estudiando lo que estudias, ponerte vigorosamente en guardia contra los múltiples errores provocados por el sentido de finalidad que tienen las palabras y la imaginación. La realidad, al contrario de los libros, no tiene ni comienzo ni fin. Después de amar viene generalmente el AMARgar; después de besar unos pechos, el despecho, y tras cerrarse el telón, aparece el verdadero teatro. Te ves alfarero de arcillas fugitivas. Y huyendo de amarguras piensas con Keats (en traducción de Alfonso Reyes), no renunciar a ninguna cosa o persona bella porque, así sea su recuerdo, engendran eternos goces. Pero te da rabia que esas cosas bellas no te retengan ni hagas mucho o nada para retenerlas.
HOY cumplirás los treinta. Te sigues equivocando en casi todo. Ya no te importa ni te lo tomas tan en serio; te lo dicen tus amigos muertos con quienes hablas y a veces te bebes unos tragos. Otra ronda, le pides a la mesera de trenzas como galaxias espirales. ¡Salud! los astros allá arriba están dando otra ronda también.
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