Las relaciones
sentimentales, a juicio de Girard, son tan delicadas como la alianza de dos
naciones soberanas y de gran orgullo. Nacen del deseo recíproco. Pero como a su
vez todo deseo nace de una debilidad, supongamos que esas dos
naciones no se entiendan y rompan relaciones de comercio (carnal), cultural y
hasta diplomático. Pues bien, observa Girard, esa voluntad de renuncia
pertenece a la dialéctica del deseo. Ese rompimiento ejerce una fuerza
inversamente proporcional a la atracción que en un principio los llevó a
juntarse.
Todo deseo de terminar sigue siendo parte del deseo –culebra que se muerde su propia cola. “No darse ya es seguir dándose. Es dar nuestro sacrificio”. (Marguerite Yourcernar, Fuegos). El rompimiento de una relación no rompe el círculo del deseo, “pues es siempre –dice Girard– la otra mitad del deseo […] Todos los actos mundanos son dobles”. El error consiste en seguir llamando amor a ese deseo inverso que causa una separación, tan tonto como considerar amor el sentir celos retrospectivos por el ex-novio de tu novia actual o de la nueva novia de tu ex-novio. Girard saca ejemplos de grandes obras literarias, pero prefiero parafrasear el ejemplo del prologuista Mark Anspach:
Todo deseo de terminar sigue siendo parte del deseo –culebra que se muerde su propia cola. “No darse ya es seguir dándose. Es dar nuestro sacrificio”. (Marguerite Yourcernar, Fuegos). El rompimiento de una relación no rompe el círculo del deseo, “pues es siempre –dice Girard– la otra mitad del deseo […] Todos los actos mundanos son dobles”. El error consiste en seguir llamando amor a ese deseo inverso que causa una separación, tan tonto como considerar amor el sentir celos retrospectivos por el ex-novio de tu novia actual o de la nueva novia de tu ex-novio. Girard saca ejemplos de grandes obras literarias, pero prefiero parafrasear el ejemplo del prologuista Mark Anspach:
Laura y Paul son colegas en un despacho de
abogados. Jurista serio, Paul no muestra ningún interés por la vanidosa Laura,
y eso es justamente lo que lo vuelve deseable a los ojos de ella. Laura se
propone seducirlo pero, una vez que lo logra, su ardor decae con rapidez. Deja
a Paul por otro abogado del mismo despacho. Paul queda hundido en la
desesperación, y en cierto momento se consuela saliendo con Daniela. Laura se
pregunta de golpe cómo ha podido dejar escapar a un hombre tan perfecto. Usa de
nuevo todos sus encantos para volver a conquistar a Paul, pero una vez más que
vuelve a poseerlo, su deseo desaparece con la misma rapidez. No lo ama en sí.
Se ama a sí misma, y se enfurece de que Daniela u otras chicas deseen lo que
ella en cierto momento poseyó.
No hay soluciones para estos problemas tan interesantes. Mejor. A veces las soluciones más razonables
resultan peores que los problemas. Y a propósito me acude un gran escolio: “La
inteligencia no consiste en encontrar soluciones, sino en no perder de vista
los problemas”. (Gómez Dávila). Torear los chiles para que no piquen tanto es
el servicio que nos presta la filosofía. Basta de estar pegados delante de la
televisión o la pantalla, siempre espectadores y nunca actores. Seamos
voyeur, pide Girard, pero de nuestra
propia vida.
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