“Así somos todos los antioqueños. Nuestro pueblo todo
lo critica, todo lo examina, lo vuelve de un lado para otro, lo desmenuza, lo
escudriña, precisamente porque de nada está contento: porque, eminentemente
progresivo, ve en toda institución un modo de ser pasajero que conduce a otro
más perfecto; porque, eminentemente liberal, ve en toda personalidad que se
levanta, a la vez que un guía momentáneo, un obstáculo que habrá de remover
mañana. Acompañad a un antioqueño en sus faenas, en sus diversiones: seguidlo a
la feria, a la tertulia, al almacén, a la cantina; en todas partes oiréis sus
críticas, sus burlas, sus exageraciones heroicas, sus ironías, sus sarcasmos
sangrientas, volar, zumbar, herir al magistrado, al gobernante, al banquero, al
militar, al sacerdote, a todos. […] Quizás otros pueblos tendrán otros modos de
entender la vida, más sabios, más artísticos; quizás la carga de vivir
compartida con la mujer docta, hábil, conocedora del mundo y de la vida, dé al
varón más equilibrada cultura y más animación y más sabor a la existencia;
quizá, también, la vida social resulte demasiado insípida cuando no la sazona
la gracia femenina; quizás para hacer llevadera la existencia necesiten otras
razas, de alma complicada, que por el cuerpo social circule el picante
condimento del amor platónico, del amor intriga. Así será. […] He aquí el por
qué de nuestro porte social rudo, agresivo, burlón, implacable: nuestra
sociedad es torneo de varones en que la lucha no está dulcificada por la
presencia de la mujer; nos falta la mujer en mezcla, la mujer en disolución”.
Efe Gómez, Un Zarathustra maicero.
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