(Diálogo
con mi conciencia)
– ¿Vuelves
a Facebook a pesar de tus críticas tan agrias? No me digas…
–Y con
ellas. Para criticar bien al sistema ¿no hay que estar dentro?
– Eso
dicen los antiimperialistas una vez que visitan Nueva York. Vamos: ¿no que el
Facebook lidera la era más fascistoide de nuestro tiempo al confundir lo privado con lo público? ¿No que cerrar tu perfil hará un año y medio
fue la mejor decisión que pudiste tomar?
– Lo fue. Me fui de
Facebook muy en serio. Me estaba jodiendo la vida privada, elevando mis mentiras
al rango de lo sagrado, volviéndome paranoico, dando una imagen de lo que no era y dándome una imagen mala
–o buena– de quiénes no lo eran.
–¿Y no temes que ahora pase lo mismo?
– Ahora sé, a fuerza de repetirme una frase de Alfonso Reyes, que
los humanos se salvarán por la intimidad, por el trato de tú a tú, hablándose y mirándose a los ojos. Lo
demás es ruido, y está bien.
– Entonces ¿a qué volver?
–– Ya te he dicho: ganas de ruido, de cotorrear, de opinar; el mundo
real –la realidad-real– es también lo que se piensa, y en ese sentido el
Facebook es otra para-realidad si quieres.
–¿Para-realidad? Pensé
que me hablarías del Eterno Retorno de quienes cierran y reabren su perfil de
Facebook por coquetería.
–Te recuerdo, citando
a Eugenio D’Ors, lo falaz del eterno retorno: la Cultura no es un círculo sino
una milicia.
–Sí que recuerdo esa
cita de D’Ors hablando del gramático renacentista Antonio de Nebrija, quien en
1492 volvió a España de estudiar latín en Italia, no para imponerlo de nuevo,
sino para expandir este romance y hacerlo enseñable “a naciones de peregrinas
lenguas”. En ese sentido, si la Cultura es milicia –ataque frentero e
incesante–, si cerraste Facebook persiste en ello, no vuelvas.
– Me hace falta el
cotorreo.
– Tengo aquí tu entrada
del 31 de enero de 2013 cuando cerraste tu perfil –“Hasta la vista, Facebook”–
lamentándote de que perdiste casi cuatro años no sólo agregando “amigos” invisibles
sino aquellos placeres clásicos de la auténtica lectura: la lucidez, la
inteligencia…
– Sí, sí, sí. Dije todo
eso. Dije también: “Adiós, República Infantil y Populista y Fascista de
Facebook. Me margino y me exilio mientras tanto en esta república de Google…”. Pero
en la República de Google no hay una comunidad tan activa como en Facebook, y
en mi cuenta de Twitter tardo en hacer seguidores; ahora quiero retornar a la
de Facebook. Recuperaré mi pasaporte –mi
contraseña.
– ¿En serio? Me
pregunto si de refilón, por perfiles de tus amigos o de tu novia o aun por
algún pseudónimo, ¿no seguías en Facebook?
– No, te lo juro.
– Te deseo suerte en tu retorno. Cuídate de no naufragar de nuevo en
ese océano de vulgaridad. Mi barco estará fondeando por si decides exiliarte de
nuevo.
–
Vale. Gracias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario