Anunciación: 19 de septiembre de 2017
Ella se
anunció cimbrando el mundo. Terromotico,
llegamos a pensar en llamarla.
Fue unas horas después del terremoto, cuyo
epicentro tuvo lugar en Puebla donde Diana se encontraba y cuya fuerza Diana sintió como el sonido de una maquinaria roñosa que sacude todo lo frágil y pone a volar todos los pájaros
de los árboles, cuando llegaron las pruebas del laboratorio. De inmediato, Diana me
lo comunicó por WhatsApp: “Mi amor: salió positivo. Estoy embarazada”.
La vida
sigue su marcha. Imparable.
También un 19 de septiembre, pero de 1985, la mamá de
Diana –la pediatra Carmen– se enteró de que estaba embarazada de Diana.
La fecha más probable de parto se calcula para el 23 de mayo, es decir, el mismo día en que Diana cumple años.
La fecha más probable de parto se calcula para el 23 de mayo, es decir, el mismo día en que Diana cumple años.
La noticia de que seré padre me ha tocado como una
bendición después de semejante susto. El terremoto me ha agarrado en el campus de la Universidad Iberoamericana
de la Ciudad de México. Acababa de salir de una entrevista radial con colegas
de allí –Joseba y Ángel Octavio– cuando, de repente, el suelo
se volvió gelatinoso; salté al antejardín en busca del descampado, tal como habían indicado que lo hiciéramos durante el simulacro para protegernos de
un probable derrumbe; pero seguía temblando y al fondo vi, reflejando
el sol del mediodía, los ventanales de los edificios bancarios de Santa Fe como a
punto de estallarse. Si el mundo se acaba, me dije, al menos quisiera saber cómo suena: y puse mi oreja contra el suelo para oír las placas tectónicas...
La ciudadela financiera de Santa Fe se volvió un caos. Tenía
que volver esa misma noche a Puebla a como diera lugar para abrazar a Diana.
Pero, por un lado, el centro de la Ciudad de México resultaba intransitable entre
varios escombros y, por el otro, la salida a Puebla, por la Ignacio Zaragoza,
había colapsado, según oía por la radio el relato de un periodista montado en
un helicóptero que sobrevolaba el Valle de México, el saturado circo de montañas,
la inmensa flor de piedra sacudida.
He sobrevivido, me dije una vez que me vi montado en el
autobús con destino a Puebla. Lo había abordado, por suerte, en un estacionamiento
contiguo a la Ibero en compañía de Fabiola, otra colega; el ágil conductor, a
través del laberinto de callejuelas y viaductos de Santa Fe, logró salir al
Circuito Exterior Mexiquense. Fue entonces cuando consulté el Facebook y, entre
tantos mensajes solidarios de amigos en otros países, escribí en mi perfil:
“Dios Todopoderoso y Eterno” en alusión a la noticia del embarazo más que a la
del terremoto. Porque la vida sigue su marcha. Imparable.
Durante los 9 meses
Ya te
puedo hablar de tú a tú. Te vamos a poner Sara Sofía (princesa en hebreo y sabiduría en griega): las dos universalidades por excelencia.
Mamá, durante tu gestación, dio media vuelta al mundo. Si
el 19 de septiembre te anunciaste (¡y de qué forma!), para el 1 de octubre ya
estaba contigo en Berlín. La descomposición horaria –el jet lag que llaman– desencadenó en ella los síntomas del embarazo, los
mareos y los vómitos. Menos mal sus amigas del apartamento compartido, Brenda y
Liang, la auxiliaron, lo mismo que Johanna, Carolin y Julia en la universidad. Seguramente
oíste contar a mamá, una y otra vez en español y en alemán, el relato del
terremoto en México. Te la pasaste con ella consultando libros en la Biblioteca
del Ibero-Amerikanisches Institut, cerca de Potsdamer Platz donde acaso
probaste el sabor de algún chocolate, y en los salones de clase del
Lateinamerika-Institut de la Freie Universität Berlin; te la pasaste montando
en autobús de dos pisos o en metro subterráneo, del estudio a la casa y de la
casa al estudio.
Yo las alcancé la tercera semana de diciembre, poco antes
de Navidad. Hacía un frío polar, y a los pocos días despegamos de Berlín y
volamos a Alicante. Aterrizamos de noche. Recuerdo, andando por la bahía de
camino al hotel, que las constelaciones fulguraban. Fue cuando mamá sintió tus
primeros movimientos. Al otro día en la mañana ella dictó, en la Facultad de Filosofía y
Letras y con la presentación del Profesor Pedro Aullón de Haro, una conferencia
sobre el modernismo y la relación entre España y México. A Pedro le hemos pedido ser tu padrino intelectual. Ya lo conocerás.
Estamos, un día después, caminando relajadamente por la playa soleada; ventea una levísima brisa algo fría que riza o azulea mucho más el Mediterráneo. Un ascensor nos sube al Castillo de Santa Bárbara, construido encima del montículo o acantilado que rodea la bahía de Alicante.
Estamos, un día después, caminando relajadamente por la playa soleada; ventea una levísima brisa algo fría que riza o azulea mucho más el Mediterráneo. Un ascensor nos sube al Castillo de Santa Bárbara, construido encima del montículo o acantilado que rodea la bahía de Alicante.
Una semana después, tras visitar dos ciudades aledañas, Cartagena y Murcia, viajamos a Granada en Andalucía. Las
formas geométricas de la Alhambra, el goce con el agua entre aquellos antiguos arquitectos
del desierto que no podían representar imágenes, ha encantado a mamá. Más
adelante te volveremos a llevar para que lo presencies a viva luz. Aquella vez, de paso también
por Granada se encontraba una profesora de la Universidad de Boston, Adela, quien nos ha invitado a subir a las Alpujarras de la Sierra Nevada con su esposo Boris. En carro,
claro. Pero no fue lo mejor. A pesar de que comimos un guisado delicioso, ¡qué
mareada nos pegamos zigzagueando por esas curvas! Tu mamá hasta vomitó. ¡Ya
ves en qué buen lugar se ocultaron los moros reacios a la Conquista de la Reina
Isabel en 1492!
Noche Buena la pasamos en el mejor lugar para entender su
significado profundo: en la Catedral de Sevilla, una de las más grandes de
España. Presenciamos allí misa en latín en la que, según alcancé a entender, el
sacerdote indicó con nombres romanos y griegos y hebreos el preciso momento histórico
en que, en un pesebre de Belén, nació un Niño. Nos acompañaban dos amigos
colombianos, el historiador Santiago y la abogada Catalina, con quienes
volvimos a encontrarnos en Madrid para pasar la Noche Vieja.
Días antes, el Día de los Santos Inocentes, un amigo de Puerto Llano nos invitó a almorzar en El Escorial. Es un castillo-catedral cuya
arquitectura, si estoica y grisácea por fuera, por dentro está ahíta de pinturas
y símbolos. Creo que terminé por marear a mamá, demorándola y retrasando la
hora de comer mientras le señalaba, arriba en el techo de la Biblioteca Real,
la representación de las Siete Muchachas o Artes Liberales: Gramática, Dialéctica
y Retórica (el Trivium); Aritmética, Geometría,
Astronomía y Música (el Cuadrivium).
Me pregunto por cuál te inclinarás tú…
A principios de febrero de 2018, contigo
ya notable a juzgar por su panza, Mamá regresó a México.
Mira: no has nacido y ya has cruzado dos veces el Atlántico.
Nacerás en el Nuevo Mundo, aunque me late que te has quedado con el horario del
Viejo porque sueles despertarte a medianoche. Te ponemos una sinfonía, “En la
gruta del rey de la montaña” de Edward Grieg, para que bailes un rato en la
panza de mamá.
A finales de marzo, durante Semana Santa, nos visitó tu amorosa abuela Susana, en quien tendrás tremendo referente de inteligencia y profesionalismo y celeridad y agudeza y generosidad. Vino desde Colombia, donde está la otra mitad de tu familia, para colmarte de regalos en tu Baby Shower.
El primer Baby Shower lo celebramos al sur de Ciudad de México en casa de nuestra amiga Vicky, por Fuentes Brotantes, y al que asistieron nuestros amigos de la gran capital; y otro en Cholula, con nuestros amigos de Puebla, en casa de Alejandro Lámbarry, cerca de la famosa Pirámide que, en 1519, Bernal Díaz del Castillo comparó con la Torre de Babel y desde donde, en 1820, el joven José María Heredia compuso el primer gran poema del romanticismo hispanoamericano, "En el Teocalli de Cholula".
A finales de marzo, durante Semana Santa, nos visitó tu amorosa abuela Susana, en quien tendrás tremendo referente de inteligencia y profesionalismo y celeridad y agudeza y generosidad. Vino desde Colombia, donde está la otra mitad de tu familia, para colmarte de regalos en tu Baby Shower.
El primer Baby Shower lo celebramos al sur de Ciudad de México en casa de nuestra amiga Vicky, por Fuentes Brotantes, y al que asistieron nuestros amigos de la gran capital; y otro en Cholula, con nuestros amigos de Puebla, en casa de Alejandro Lámbarry, cerca de la famosa Pirámide que, en 1519, Bernal Díaz del Castillo comparó con la Torre de Babel y desde donde, en 1820, el joven José María Heredia compuso el primer gran poema del romanticismo hispanoamericano, "En el Teocalli de Cholula".
A los 9 meses: mayo, 2018.
Si
vieras a Mamá: está toda panzona porque tú ya estás muy grande y te estás
preparando para emerger a la luz. Y la luz está contenta de iluminarte y de ser
refractada por ti. Y el aire de rozarte y el oxígeno de henchir tus pulmones...
Hemos decidido que nazcas en Celaya, Guanajuato, México.
Verás. Tu abuelo, el Doctor Tomás, goza de mucho respeto entre el gremio médico
de Celaya y nos ha recomendado con el Doctor de La Peña en cuyas manos, de
dedos largos y finos como de pianista, hemos confiado para que delicadamente te
saquen del vientre de mamá.
Dos días antes: 12 de mayo de 2018
Desde Puebla hoy he tomado, en la mañana, el Arco Norte
rumbo a Celaya. Por las recientes lluvias, que justamente coinciden con
tu aparición, los campos lucen verdecidos. Los dos volcanes, el Popocatépetl y
el Iztaccíhuatl, están bañados de nieve como dos conos de vainilla. Veo a la
vera de la carretera, bien peinados y arados y a veces hasta salpicados de
pequeñas lagunas, tierras cultivadas. Es la época del año en que se aprovechan
los campos mexicanos cuya agricultura –¿puedes creerlo? – apenas representa un
3.5% del PIB. Bueno. Son cosas que luego discutiremos. Lo cierto es que todo lo
fertilizan y fructifican las lluvias de mayo, tu mes. Acelerando por el
Arco Norte, pasando del estado de Puebla al de Tlaxcala y de éste al de Hidalgo
se abre de repente, cruzando leves montículos, el valle de Tula cuyas
refinerías al fondo aparecen como llamas olímpicas. El petróleo sí que se enseñorea
en el PIB mexicano.
A las 3 de la tarde, hambriento y ansioso, llego por fin
a casa de tu abuelo Tomás. Abrazo a mamá y, claro, te saludo a ti a través de
su panza.
El día de tu nacimiento: 14 de mayo
9:30am:
Estoy en el hospital. No quise entrar al quirófano.
Hubiera estorbado, no más. Estoy viendo por la ventana. Aguardo a que aparezcas
en la sala de bebés, donde te vendrán a meter un ratito en la incubadora para
que adquieras la temperatura ambiente.
10:00am:
Tu abuela Carmen, que sí ha entrado al quirófano
con celular en mano, me acaba de enviar una foto de ti, desnuda, recién nacida.
Sonríes. Estás preciosa. Tienes un poco de cabello, de mechones, y los ojos,
los ojos muy abiertos; te los adivino redondos y marrones. Creo que te he escuchado
llorar. Eso está bien para ensayar tus pulmones.
10:10am:
De pronto apareces a través de la ventana en
los brazos de tu abuela. Pongo la cámara. Disparo cuantas veces puedo. Me
miras. Nos reconocemos. Claro. Ya nos conocíamos. Me dejan entrar. Te pongo
sobre mis brazos y no paras de mirarme y sonreírme. Te digo, “Sarita, Sarita-Sofía,
mi amor, ¿cómo estás?”. Y no lloras. Sino que echas un poco de saliva y juegas
a hacer burbujitas. Le pido a tu abuela Carmen que mi quite los lentes y que me
tome otra foto contigo. Te meten en la incubadora. Y allí, mientras todavía
sonríes, te tomo otra foto. Me da la impresión de que tus ojos tienen una
pupila redonda y azulada.
10:20am
Inmediatamente,
a través de la red satelital, porque hasta los satélites de todo el mundo están
atentos a tu nacimiento, envío una foto tuya, de tus ojos, a tus abuelos, Susana y Felipe, y a tus tíos, Tatiana y Santiago, y a tus
tías abuelas, Silvia y María-Eugenia, hasta Medellín, Bogotá y Cali.
11:00am:
Sigo
aquí. Pendiente de ti. Tu abuela dice que ya no tardan en llevarte con
mamá. Pero me angustio: lloras dentro de la incubadora pidiendo cariño y
comida.
11:10am:
Mamá
acaba de salir del quirófano. Le di un beso en la boca de felicidades y
agradecimiento y de amor. Me ha pedido que me quede pendiente de ti a través de
la ventana. Lloras. No paras de llorar. Tienes hambre.
12:00am:
Por fin,
sin darte leche de borrego ni ponerte a beber de un biberón de plástico, una
enfermera te lleva a la habitación adonde mamá. Vas escoltada por tu abuela y por mí. Beberás, por ahora, solo leche materna. Tu boca busca el pezón y por fin, tras algunos intentos, lo besa y lo agarra y lo succiona. Momento estelar. Y
mientas mamas –en la milenaria costumbre de nuestra especie mamífera– me miras
sonriente y tranquila. Madre Naturaleza. Señora. Diosa. Dios. ¡Cómo os agradezco!
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