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abril 17, 2020

Diario de la peste leyendo "La peste" (del 21 de marzo a 6 de abril)

Sábado, 21 de marzo de 2020: vuelo Medellín-Ciudad de Panamá-Ciudad de México


Leyó, sentado en el avión (ya la nave se ha internado en las espesas nubes del Tapón del Darién), tremendo pasaje de La peste de Camus:
«Cuando estalla una guerra las gentes se dicen: ‘Esto no puede durar, es demasiado estúpido’, y sin duda una guerra es evidentemente estúpida, pero eso no impide que dure. […] Nuestros conciudadanos a este respecto eran como todo el mundo; pensaban en ellos mismos; dicho de otro modo, eran humanidad: no creían en las plagas. La plaga no está hecha a la medida del hombre, por lo tanto el hombre se dice que la plaga es irreal, es un mal sueño que tiene que pasar. Pero no siempre pasa, y de mal sueño en mal sueño son los hombres los que pasan, y los humanistas en primer lugar, porque no han tomado precauciones». […] Uno se cree libre y nadie es ni será libre mientras haya pandemia».


A estas alturas, mientras viajaba con tapabocas y evitando tocar cualquier cosa, semejante pasaje del libro lo fastidió. Lo cerró. Guardó el libro de Camus en lo más profundo de su mochila. No quería volver a verlo. Se asustó. Maldito Camus. Lo hizo sentir culpable. Si se enfermara sería por su culpa, por su necedad, por "humanista". 


La clave está en el confinamiento, le había dicho por WhatsApp el gran cirujano, el Dr. Melguizo. Pero él un "humanista" y desafía las precauciones epidemiológicas, viajando en un avión repleto de gente hacia México con escala en Ciudad de Panamá. No ha querido quedarse confinado en Colombia. Su esposa y su hija viven en México. Él sólo estaba de paso en Colombia visitando a sus padres. Tenía el plan de dar una conferencia en la universidad EAFIT (sobre la imagen de México en el ensayo literario), pero la cancelaron. Pensó inicialmente quedarme con su padre en Medellín hasta el 1 de abril, pero el gobierno colombiano anunció que a partir del lunes 23 cerraría todos los vuelos, y se apresuró a comprar uno a última hora por COPA.  


La clave está en confinarse, sí, pero la necesidad y la necedad impiden un confinamiento eficaz. Y los primeros culpables son los humanistas, los que sospechan de los científicos, de los epidemiólogos. 

Domingo, 22 de marzo 


No te asustes. Acoge la fórmula del humanismo radical de Baruch Spinoza:  “Nec metu nec spe” (sin esperanza ni miedo), es decir, renuncia al futuro ilusorio, para rentabilizar las posibilidades de la realidad tal como se ofrece aquí y ahora.

Lunes, 23 de marzo



Echar pa'l monte. No hay otra solución. 


Martes, 24 de marzo 

 El sexo: esta pasión por la vida que crece en las grandes desgracias. 

Miércoles, 25 de marzo 

En La peste de Camus dice el Dr. Rieux en una discusión con el sacerdote de Orán: 

«El hombre no es una idea. El único medio de luchar contra la pandemia es la honestidad […] hacer mi oficio», dice el Dr. Rieux. «Y es que nada es menos espectacular que una pandemia. Las grandes desgracias son monótonas: un ininterrumpido pisoteo que aplasta todo a su paso».
Jueves, 26 de marzo
Lo cierto es que el único medio de hacer que las gentes estén unas con otras es mandarles una pandemia.

Viernes, 27 de marzo

 La emboscadura, el famoso ensayo de Ernst Jünger: 
“Librar de miedo al ser humano es mucho más importante que proporcionarle armas o proveerle de medicamentos. El poder y la salud están en quien no siente miedo. Y quien pone fin al terror es el mismo que antes ha vencido al miedo. Queda la opción de «irse al bosque», «emboscarse». Los hombres libres son poderosos, aunque constituyen únicamente una minoría pequeñísima. El miedo puede ser vencido por la persona singular si ésta adquiere conocimiento de su poder. La emboscadura, en cuanto conducta libre en la catástrofe, es independiente de las fachadas político-técnicas y de sus agrupaciones”. (Jünger).

Sábado, 28 de marzo

En  La peste de Camus el Dr. Rieux discute con un muchacho de Orán, un joven deseoso de huir de la ciudad para visitar a su novia. «Huye», le dice. Huye si te sientes exiliado y con miedo bajo el sometimiento de la cuarentena. «Nada en el mundo merece que se aparte uno de los que ama». 
Domingo, 29 de marzo 
El virus jamás desaparecerá. El hombre mismo es la pandemia. Todo lo que el hombre puede ganar al juego de la pandemia y de la vida es el conocimiento y el recuerdo.

Lunes, 30; martes, 31 de marzo; miércoles, 1; jueves, 2; viernes, 3; sábado, 4 de abril. 

 La gente acepta primer el estar aislada, confinada, como aceptaría cualquier molestia temporal que no afecte más que alguna de sus costumbres. Pero de pronto, conscientes confusamente de que esta reclusión es una especie de secuestro, de que esta reclusión amenaza toda la vida hasta entonces conocida, desata cuando llegue la noche una energía negativa: la frescura de la atmósfera diurna, del cielo soleado, se deshace en el recuerdo. Nadie concilia el sueño. Insomnio.  

Lunes, 6 de abril



Entonces comienzan a asaltarme las alarmas conspiracionistas, las teorías de la conspiración

«Once an old, wise man was sitting under a tree when the epidemic god came along. The wise man asked him, “Where are you going?” The god of epidemic replied, “I’m going to the city and I’m going to kill a hundred people there.” On his return journey, the god of epidemic came back to the wise man. The wise man said to him, “You told me that you wanted to kill a hundred people. But travellers told me that ten thousand had died.” The epidemic god said, “I only killed a hundred. The others were killed by their own fear.”»
– Zen Buddhist allegory


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