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junio 04, 2019

«Close reading» de "La Cartilla Moral", de Alfonso Reyes





   
     No es mi intención preguntarme las razones políticas que han llevado al gobierno mexicano actual a publicar con semejante difusión el texto de Reyes. Más bien, lo que quisiera proponer es una contextualización de la Cartilla Moral, pues no se puede entender un texto sin comprender su contexto

Reyes escribió tal Cartilla moral muy rápido (¡en un fin de semana!), entre el 16 y 17 de septiembre de 1944 - ¡en dos días! - a juzgar por su diario y por la correspondencia con José Luis Martínez (véase el artículo al respecto del hijo de José Luis Martínez, Rodrigo Martínez Baracs, en  Letras Libres). ¿Por qué redactó tan rápido semejante texto? Porque, como veremos, Reyes buscó poner en práctica sus notas tanto de la Política como de la Retórica de Aristóteles. 


Conviene aclarar que la Retórica no está citada en la Cartilla moral. Tampoco se menciona en ella nunca, explícitamente, la palabra México. Pero tanto Aristóteles como guía y México como contexto están implícitos. 

              No hay que olvidar, por otra parte, que la Cartilla moral está escrita en plena Segunda Guerra Mundial y que su principal conclusión está tomada de la Política aristotélica: la parte debe dar la vida por el todo, es decir, el soldado por la patria; el ciudadano por la ciudad. Pero no se trata, como lo querían los dictadores del comunismo y del nazismo, de asumir la moral del Estado o de que el individuo renuncie a su individualidad. No. Reyes en ello es bastante sutil. Aconseja, para evitarlo, la ironía:  


“El descanso, el esparcimiento y el juego, el buen humor, el sentimiento de lo cómico y aun la ironía, que nos enseña a burlarnos un poco de nosotros mismos, son recursos que aseguran la buena economía del alma, el buen funcionamiento de nuestro espíritu. La capacidad de alegría y de humor es una fuente del bien moral. Lo único que debemos vedarnos es el desperdicio, la bajeza y la suciedad. Los antiguos griegos, creadores del mundo cultural y moral en que todavía vivimos, distinguían este sentimiento de la propia dignidad, y la justa indignación ante las vilezas ajenas. Estos dos principios son el fundamento exterior de las sociedades”. 

        En marzo de 1941, tres años antes de escribir la Cartilla moral, Reyes dio un curso sobre retórica grecorromana en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, cuyas notas recogió y reunió en un tratado que publicó en el Fondo de Cultura Económica en 1942 y con el título de La antigua retórica (se puede encontrar, junto con La crítica en la edad ateniense, en el tomo XIII de sus Obras completas). Es quizás uno de sus mejores libros. Orgánico de principio a fin.  En él, Reyes resume a Aristóteles, Isócrates, Cicerón, Quintiliano. Y, para resumirlos, despliega su mejor prosa. No se ha reparado lo suficiente en que Reyes es uno de los mayores retóricos de la literatura mexicana del siglo XX en cuanto prosista (incluso de la moderna lengua española, junto con José Ortega y Gasset). Dos de sus libros de cabecera fueron, desde su juventud, la Retórica y la Política aristotélicas. 

            Al comenzar La antigua retórica, Reyes afirma que la Antigüedad sintió agudamente que el lenguaje es el sostén de la vida humana, el Logos. También dijo que el lenguaje lógico o filosófico de la Antigüedad todavía nos gobierna. No hacemos más que seguir a Aristóteles cuando hablamos de “facultad”, “energía”, “potencia”, “actualidad”, “máximo”, “medio”, “motivo”, “principio”, “forma” (p. 367). Ahora bien. Reyes considera la retórica una teoría del pensamiento discursivo –no científico, sino al alcance del pueblo; dicho de otro modo: el oficio de la Retórica es el de poner el Derecho en manos de la sociedad, como un ejercicio general de los ciudadanos, para que estos sean capaces de la demanda y la defensa, de la prueba, del alegato y de la sentencia. En consecuencia, la Retórica es el arma de la Política. 


            En la Lección 13 de la Cartilla moral, Alfonso Reyes resume el contenido de la primera parte. Detengámonos en el primer punto: “EL HOMBRE es superior al animal porque tiene conciencia del bien.” Esta es una noción tomada de la Política aristotélica, una variación de la famosa expresión politikón zoion (Libro 1, 1253ª9). El sustantivo zoion, explica en un pie de nota el traductor Manuel García Valdez, quiere decir “ser viviente”, “animal”, y el adjetivo que lo acompaña lo califica como perteneciente a una pólis, que es a la vez la sociedad y la comunidad política. La conciencia del bien, que hace superior al hombre con respecto al animal, se funda según Aristóteles en que el hombre es el único animal que tiene palabra […] Pues la palabra es para manifestar lo conveniente y lo perjudicial, así como lo justo y lo injusto. Y esto es lo propio del hombre frente a los demás animales: poseer, él sólo, el sentido del bien y del mal, de lo justo y lo de injusto, y de los demás valores, y la participación comunitaria de estas cosas constituye la casa y la ciudad”. (Libro, 1253ª 10). O, de acuerdo con la Ética a Nicómaco (Libro IX 9, 1170b11), “se intercambian palabras y pensamientos, porque así podría definirse la sociedad humana, y no, como la del ganado, por el hecho de pacer en el mismo prado”. Es decir, que así como el ganado hace comunidad pastando y rumiando, el hombre hace comunidad hablando en la plaza pública o posteando en blogs o chateando en el Facebook, twiteando, whatsappeando...


            Lo que entiende Reyes por el sustantivo bien es equiparable a la noción de polis, es decir, a la de ciudad. Pues, para Aristóteles, “la ciudad es anterior a la casa y cada uno de nosotros, porque el todo es necesariamente anterior a la parte”. (Política, 1253ª13). De ahí que sostenga que el bien no debe confundirse con nuestro gusto o nuestro provecho y que a él debemos sacrificarlo todo, porque si no fuese así, no habría persona humana, ni familia, ni patria, ni sociedad. El bien, pues, está encarnado en la idea de ciudad, que Reyes llama “el conjunto de nuestros deberes morales”. Desobedecer o salirse de este conjunto equivale al mal. Y la maldad más insoportable es la que posee armas; no sólo  armas cortopunzantes o de fuego, sino de palabra, verbales, retóricas. Pues la verdad y la justicia, aun cuando sean más fuertes que la mentira y la injusticia, pierden si carecen de métodos o técnicas. Si ya es lamentable no tener armas ni saberse defender con los puños, mucho más lo es no saberse defender con la palabra, lo más auténticamente humano.



De modo, lector, que no desperdicies tu tiempo en bajezas, pues el cerebro (por lo que ves y oyes) también se ensucia. La lectura de Aristóteles y de Reyes (pero sobre todo de Aristóteles) equivale a un aseo mental (la de Reyes equivale a un aseo verbal si se quiere). 

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