El 15 de mayo de 2019, por invitación de la Dra. Profesora Miriam Lay-Brander de la Katholische Universität Eichstätt-Ingolstadt, visité esta pequeña ciudad de Baviera al sur de Alemania, Eichstätt, rodeada de pequeña montañas boscosas y cruzada de un pequeño río con patos. (Borges decía que el bosque era la metáfora donde vivían los alemanes).
En Eichstätt ofrecí un pequeño curso, en la clase de la profesora Miriam, sobre el primer capítulo de El laberinto de la soledad, de Octavio Paz. Procuraré plasmar lo que dije en aquella ocasión entre estudiantes alemanes.
0. El epígrafe
El epígrafe de El laberinto de la soledad (cuya primera edición salió en Cuadernos Americanos, 1950) está tomado del poeta español Antonio Machado. No es sin embargo un verso, sino una frase en prosa del ensayo de éste titulado Juan de Mairena (sentencias, donaires, apuntes y recuerdos de un profesor apócrifo), publicado originalmente en 1936. El epígrafe reza así:
Entre los escritores hispanoamericanos del siglo XX, el ensayo Juan de Mairena de Antonio Machado constituía la primera puerta hacia el camino a la filosofía. Una introducción. Machado inventó un profesor apócrifo, quien dialoga con alumnos apócrifos en torno a todo tipo de temas. Y uno de ellos es el de la identidad. Para creer en el ser, según Machado, se necesita una “fe poética” más que una “fe racional”, pues el ser es Heterogéneo y, en consecuencia, supone imaginar al otro que nos habita.
Ese otro que nos habita es, en muchas ocaciones, la ontología de nuestro país o cultura. Pazera un fervoroso lector de la poesía de Machado, y debía tener muy presente la imagen que de España éste había construido en el poema "A orillas del Duero", del poemario Campos de Castilla (1912):
"(...) Castilla miserable, ayer dominadora,
envuelta en sus andrajos, desprecia cuanto ignora.
¿Espera, duerme o sueña?..."
Paz, pues, bien pudo cambiar Castilla por México, y la imagen seguiría funcionando. ¿México espera, duerme o sueña?
1) Los extremos o la noción de frontera
En "El pachucho y otros extremos", el primer capítulo de El laberinto de la soledad, Paz se pregunta si México espera, duerme o sueña, es decir, si despertará definitivamente a la historia y adquirirá conciencia de su singularidad. No es por ello extraño que, a renglón seguido, Paz cite un verso de Novalis (1772-1801):
"Cuando soñamos que soñamos está próximo el despertar"
[El original en alemán dice: "Wir sind dem Aufwachen nah, wenn wir träumen, daß wir träumen". (Vermischte Bemerkungen, 1797-1798).
Novalis, autor entre otros libros del poemario Himnos a la noche (Hymnen an die Nacht), creó el término "idealismo mágico" (magischen Idealismus) que consiste en potenciar la participación activa del Yo en la construcción del mundo. ¿Qué tanto hay de idealismo mágico en El laberinto de la soledad?
Lo cierto es que sólo unos cuantos - una minoría selecta - tiene conciencia de que está cerca del despertar (de soñar que sueña, según el verso de Novalis). Es decir: no todos los mexicanos tienen conciencia de su ser en tanto que mexicanos. La mayoría vegeta en la inercia indo-española, según Paz. Pero basta cruzar la frontera norte, adentrarse en los Estados Unidos, para empezar a tener conciencia de México. Pues un país se define - y también se pierde - por sus fronteras. Existe en virtud de sus límites.
Hay 3169 kilómetros de línea fronteriza entre México y Estados Unidos. El país más próspero y poderoso del mundo, Estados Unidos, limita con el de los sueldos más bajos y con uno de los más contaminados, México, puesto que la frustración por la debilidad o inferioridad hacen que su gobierno tolere el constante saqueo de sus recursos y que no haya ánimos o noción de identidad entre la población para protegerlos.
Paz confiesa que mucha de sus reflexiones de El laberinto de la soledad nacieron durante dos años de estancia en Estados Unidos. En efecto: en diciembre de 1943, el ensayista viajó a Estados Unidos para estudiar en una universidad de California. Contaba con el auxilio de una beca de la Fundación Guggenheim, y tenía como propósito emprender una investigación que consistiera en un ensayo sobre América y su expresión poética. Lo que iba a ser un ensayo académico —seguramente con un aparato de notas y bibliografía— se convirtió en otra cosa. Pues, más que en la biblioteca, el ensayo que planeaba Paz encontró su material empírico en la realidad de las ciudades californianas, San Francisco y Los Ángeles. Ambas ciudades habían sido antes mexicanas o novohispanas, y a Paz se le antojó ver en ellas un espejo invertido: el reflejo de lo que pudo ser México y no lo fue.
2) La soledad del pachuco o pocho
Ante todo, Paz quedó sorprendido por la personalidad de los migrantes mexicanos, de aquellas bandas de jóvenes que en la década de 1940 vivían en Los Angeles y que no reivindicaban su origen mexicano ni tampoco el deseo de fundirse a la American Way of Life. Paz se sintió identificados con ellos. "Vivimos ensimismados", dijo, "como esos adolescentes taciturnos".
En consecuencia, la conciencia del ser mexicano aparece como una crisis porque nace del contraste con el mundo angloamericano. Al pasar la frontera norte el mexicano no sólo experimenta un sentimiento de inferioridad, sino de soledad. Porque, según Paz, "sentirse solo no es sentirse inferior, sino distinto". Ni hispano, ni afrancesado (como en la era porfirista), ni indigenista, ni americanizado (o pocho), el mexicano se sumerge en la soledad a la espera de explotar o implotar.
3) La crítica en México y en Estados Unidos
Cuenta Paz que, cuando llegó a los Estados Unidos, se asombró por la seguridad y la confianza de la gente, su aparente alegría y su aparente conformidad. Sin las "dictaduras latinoamericanas", la sociedad estadounidense se ha caracterizado por tener una crítica valerosa y decidida. Cierto. Pero la crítica estadounidense nunca se decide a descender hasta las raíces, es decir, nunca se cuestiona sí misma sobre su identidad.
En este punto, Paz se apoyó en el ensayista español José Ortega y Gasset, de quien cita escuetamente la diferencia entre los usos y los abusos para definir el "espíritu revolucionario". Conviene ir hacia el texto de Ortega titulado "El ocaso de las revoluciones", publicado originalmente en El tema de nuestro tiempo (Madrid: Calpe, 1923). En él, Ortega aseguró que la idea de revolución ya había sucumbido entre los pueblos europeos u occidentales. El europeo o norteamericano busca cualquier cosa antes de sentir el terror de afrontar solitario la existencia. No busca la libertad en sí, sino a quien servir. Sentencia Ortega: "tal vez el nombre que mejor cuadra al espíritu que se inicia tras el ocaso de las revoluciones sea el de espíritu servil".
Sin embargo, Paz se resiste a creer que la idea de revolución haya pasado. Para él, aún hay pueblos deseosos de afrontar, solitarios, la existencia.
4) Los recuerdos de la Guerra Civil española
En Memorias de España 1937, la primera esposa de Paz, Elena Garro, narró con lujo de detalles la participación y el frenesí bélico de su ex esposo mexicano en la contienda española a su paso por Valencia en 1937. Naturalmente, Paz estaba del lado de la República y en contra de los fascistas y, en consecuencia, en pro de los comunistas.
La derrota del bando republicano, sin embargo, no cejó su empeño de hacer creer que España y los pueblos hispanoamericanos aún tenían un componente de idealismo mágico (Novalis), puesto que todavía se sentían marginados de la razón pura o more geometrico de las ciencias físico-matemáticas. No en vano apunta Paz al final del capítulo que nos ocupa:
"Recuerdo que en España, durante la guerra [la Guerra Civil], tuve la revelación de 'otro hombre' y de otra clase de soledad: ni cerrada, ni maquinal, sino abierta a la trascendencia. [...] El sueño español [se refiere a la de la República] fue luego roto y manchado. [...] Pero quien ha visto la Esperanza, no la olvida".
Aunque Ortega insistió en que tanto España como Hispanoamérica hacían parte de la idea de Europa, Paz quiso encontrar una particularidad diferenciada en pos de que aún cupiese la utopía de la idea de revolución. En los rostros de los milicianos de la República, "rostros obtusos y obstinados, brutales y groseros", Paz creyó encontrar a los personajes pintados por Goya en los fusilamiento del 2 de mayo de 1808 en Madrid, es decir, en la invasión de la Razón Pura Revolucionaria napoleónica de la Ilustración. Veamos:
0. El epígrafe
El epígrafe de El laberinto de la soledad (cuya primera edición salió en Cuadernos Americanos, 1950) está tomado del poeta español Antonio Machado. No es sin embargo un verso, sino una frase en prosa del ensayo de éste titulado Juan de Mairena (sentencias, donaires, apuntes y recuerdos de un profesor apócrifo), publicado originalmente en 1936. El epígrafe reza así:
"Lo otro no existe: tal es la fe racional, la incurable creencia de la razón humana. Identidad = realidad, como si, a fin de cuentas, todo hubiera de ser , absoluta y necesariamente, uno y lo mismo. Pero lo otro no se deja eliminar; subsiste, persiste; es el hueso duro de roer en que la razón se deja los dientes. Abel Martín, con fe poética, no menos humanas que la fe racional, creía en lo otro, en "La esencial Heterogeneidad del ser", como si dijéramos en la incurable otredad que padece lo uno.
Entre los escritores hispanoamericanos del siglo XX, el ensayo Juan de Mairena de Antonio Machado constituía la primera puerta hacia el camino a la filosofía. Una introducción. Machado inventó un profesor apócrifo, quien dialoga con alumnos apócrifos en torno a todo tipo de temas. Y uno de ellos es el de la identidad. Para creer en el ser, según Machado, se necesita una “fe poética” más que una “fe racional”, pues el ser es Heterogéneo y, en consecuencia, supone imaginar al otro que nos habita.
Ese otro que nos habita es, en muchas ocaciones, la ontología de nuestro país o cultura. Pazera un fervoroso lector de la poesía de Machado, y debía tener muy presente la imagen que de España éste había construido en el poema "A orillas del Duero", del poemario Campos de Castilla (1912):
"(...) Castilla miserable, ayer dominadora,
envuelta en sus andrajos, desprecia cuanto ignora.
¿Espera, duerme o sueña?..."
Paz, pues, bien pudo cambiar Castilla por México, y la imagen seguiría funcionando. ¿México espera, duerme o sueña?
1) Los extremos o la noción de frontera
En "El pachucho y otros extremos", el primer capítulo de El laberinto de la soledad, Paz se pregunta si México espera, duerme o sueña, es decir, si despertará definitivamente a la historia y adquirirá conciencia de su singularidad. No es por ello extraño que, a renglón seguido, Paz cite un verso de Novalis (1772-1801):
"Cuando soñamos que soñamos está próximo el despertar"
[El original en alemán dice: "Wir sind dem Aufwachen nah, wenn wir träumen, daß wir träumen". (Vermischte Bemerkungen, 1797-1798).
Novalis, autor entre otros libros del poemario Himnos a la noche (Hymnen an die Nacht), creó el término "idealismo mágico" (magischen Idealismus) que consiste en potenciar la participación activa del Yo en la construcción del mundo. ¿Qué tanto hay de idealismo mágico en El laberinto de la soledad?
Lo cierto es que sólo unos cuantos - una minoría selecta - tiene conciencia de que está cerca del despertar (de soñar que sueña, según el verso de Novalis). Es decir: no todos los mexicanos tienen conciencia de su ser en tanto que mexicanos. La mayoría vegeta en la inercia indo-española, según Paz. Pero basta cruzar la frontera norte, adentrarse en los Estados Unidos, para empezar a tener conciencia de México. Pues un país se define - y también se pierde - por sus fronteras. Existe en virtud de sus límites.
Hay 3169 kilómetros de línea fronteriza entre México y Estados Unidos. El país más próspero y poderoso del mundo, Estados Unidos, limita con el de los sueldos más bajos y con uno de los más contaminados, México, puesto que la frustración por la debilidad o inferioridad hacen que su gobierno tolere el constante saqueo de sus recursos y que no haya ánimos o noción de identidad entre la población para protegerlos.
Paz confiesa que mucha de sus reflexiones de El laberinto de la soledad nacieron durante dos años de estancia en Estados Unidos. En efecto: en diciembre de 1943, el ensayista viajó a Estados Unidos para estudiar en una universidad de California. Contaba con el auxilio de una beca de la Fundación Guggenheim, y tenía como propósito emprender una investigación que consistiera en un ensayo sobre América y su expresión poética. Lo que iba a ser un ensayo académico —seguramente con un aparato de notas y bibliografía— se convirtió en otra cosa. Pues, más que en la biblioteca, el ensayo que planeaba Paz encontró su material empírico en la realidad de las ciudades californianas, San Francisco y Los Ángeles. Ambas ciudades habían sido antes mexicanas o novohispanas, y a Paz se le antojó ver en ellas un espejo invertido: el reflejo de lo que pudo ser México y no lo fue.
2) La soledad del pachuco o pocho
Ante todo, Paz quedó sorprendido por la personalidad de los migrantes mexicanos, de aquellas bandas de jóvenes que en la década de 1940 vivían en Los Angeles y que no reivindicaban su origen mexicano ni tampoco el deseo de fundirse a la American Way of Life. Paz se sintió identificados con ellos. "Vivimos ensimismados", dijo, "como esos adolescentes taciturnos".
En consecuencia, la conciencia del ser mexicano aparece como una crisis porque nace del contraste con el mundo angloamericano. Al pasar la frontera norte el mexicano no sólo experimenta un sentimiento de inferioridad, sino de soledad. Porque, según Paz, "sentirse solo no es sentirse inferior, sino distinto". Ni hispano, ni afrancesado (como en la era porfirista), ni indigenista, ni americanizado (o pocho), el mexicano se sumerge en la soledad a la espera de explotar o implotar.
3) La crítica en México y en Estados Unidos
Cuenta Paz que, cuando llegó a los Estados Unidos, se asombró por la seguridad y la confianza de la gente, su aparente alegría y su aparente conformidad. Sin las "dictaduras latinoamericanas", la sociedad estadounidense se ha caracterizado por tener una crítica valerosa y decidida. Cierto. Pero la crítica estadounidense nunca se decide a descender hasta las raíces, es decir, nunca se cuestiona sí misma sobre su identidad.
En este punto, Paz se apoyó en el ensayista español José Ortega y Gasset, de quien cita escuetamente la diferencia entre los usos y los abusos para definir el "espíritu revolucionario". Conviene ir hacia el texto de Ortega titulado "El ocaso de las revoluciones", publicado originalmente en El tema de nuestro tiempo (Madrid: Calpe, 1923). En él, Ortega aseguró que la idea de revolución ya había sucumbido entre los pueblos europeos u occidentales. El europeo o norteamericano busca cualquier cosa antes de sentir el terror de afrontar solitario la existencia. No busca la libertad en sí, sino a quien servir. Sentencia Ortega: "tal vez el nombre que mejor cuadra al espíritu que se inicia tras el ocaso de las revoluciones sea el de espíritu servil".
Sin embargo, Paz se resiste a creer que la idea de revolución haya pasado. Para él, aún hay pueblos deseosos de afrontar, solitarios, la existencia.
4) Los recuerdos de la Guerra Civil española
En Memorias de España 1937, la primera esposa de Paz, Elena Garro, narró con lujo de detalles la participación y el frenesí bélico de su ex esposo mexicano en la contienda española a su paso por Valencia en 1937. Naturalmente, Paz estaba del lado de la República y en contra de los fascistas y, en consecuencia, en pro de los comunistas.
La derrota del bando republicano, sin embargo, no cejó su empeño de hacer creer que España y los pueblos hispanoamericanos aún tenían un componente de idealismo mágico (Novalis), puesto que todavía se sentían marginados de la razón pura o more geometrico de las ciencias físico-matemáticas. No en vano apunta Paz al final del capítulo que nos ocupa:
"Recuerdo que en España, durante la guerra [la Guerra Civil], tuve la revelación de 'otro hombre' y de otra clase de soledad: ni cerrada, ni maquinal, sino abierta a la trascendencia. [...] El sueño español [se refiere a la de la República] fue luego roto y manchado. [...] Pero quien ha visto la Esperanza, no la olvida".
Aunque Ortega insistió en que tanto España como Hispanoamérica hacían parte de la idea de Europa, Paz quiso encontrar una particularidad diferenciada en pos de que aún cupiese la utopía de la idea de revolución. En los rostros de los milicianos de la República, "rostros obtusos y obstinados, brutales y groseros", Paz creyó encontrar a los personajes pintados por Goya en los fusilamiento del 2 de mayo de 1808 en Madrid, es decir, en la invasión de la Razón Pura Revolucionaria napoleónica de la Ilustración. Veamos:
En consecuencia, si para Paz la Historia moderna es la comandada por el Estado-Nación producto de la Revolución francesa, buena parte de México –según él– está sumido en la inercia indo-española. Esta inercia sería, sin embargo, la que permitiría mantener a flote la idea de revolución. La que, siguiendo con Ortega, haría creer que la razón pura o el more geométrico, el que un triángulo perfecto se inserte y funcione en la realidad política, fuese posible. Nueve años después de la publicación de El laberinto de la soledad, en efecto, triunfó en La Habana, con apoyo del gobierno mexicano, la Revolución cubana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario