Según el Diccionario de la RAE, «paisaje» proviene del francés «paysage», que a su vez deriva de «pays», que significa «territorio rural» o «país». La palabra "país" y sus derivado "paisaje" entraron en nuestra lengua a través de la voz francesa "pays", que es una deformación del latín tardío "pagensis", habitante de un "pagus" (pueblo) y que se corresponde con "cantón" o "distrito" en Galia y Germania. Si el paisajismo –la pintura de paisajes– nació en el norte de Europa, particularmente en la escuela flamenca del siglo XVI y XVII y con pintores como Jan van Eyck y Rogier van der Weyden, todo ello confirma lo de Ernst Renan: que el concepto de nación –de país y de paisaje– nació entre los pueblos germánicos, nórdicos, cuyos ritos paganos estaban sumamente entrelazados con montes, bosques y ríos.
De hecho, el concepto de «cultura visual» («visul culture» en inglés) lo acuñó la crítica de arte Svetlana Alpers en su libro The Art of Describing: Dutch Art in the Seventeenth Century (U. Chicago Press, 1983). Allí Alpers argumenta que la cultura del siglo XVII en los Países Bajos era esencialmente visual y que el arte de la época era descriptivo. Ella contrasta el arte holandés con el arte del Renacimiento italiano, señalando que mientras el arte italiano se enfoca en la interpretación textual y alegórica, el arte holandés se centra en la observación y la representación visual del mundo. Es decir, que estaban más atentos al paisaje interior y exterior como modelador de la identidad de las personas y los pueblos.
Posteriormente, el paisajismo se extendió por todo Europa. Se consolidó en México cuando, a mediados del siglo XIX, los de la Academia de San Carlos contrataron al maestro italiano Eugenio Landesio. En su paisaje El valle de México desde el cerro de Tenayo (1870), Landesio resalta en primer plano una familia indígena, distinguiendo también la basílica de Guadalupe. Sucede igualmente en una de los primeros paisajes de su principal alumno, José María Velasco (1840-1912), Vista del Valle de México desde el cerro de Atzacoalco (1873), confirmando igualmente la identidad religiosa –mariana– de México.
Las pinturas de Velasco principalmente representan el Valle de México. No se trata de un mero capricho. A pesar de ser un país de extensión continental, con desiertos al norte y selvas al sur y costas escarpadas y con dunas al este y al oeste, lo que más impresiona visualmente hablando es el Valle de México, donde está asentada su milenaria capital que le da nombre y forma al resto de la nación. Insistamos en ello: no es un mero capricho estético. Como lo explica el poeta Carlos Pellicer al hablar del pintor José María Velasco, hay una razón de mucho peso. Pues, según Pellicer, "uno de los mayores episodios de la historia de nuestro planeta, es el Valle de México. Edificado a dos mil trescientos metros de altura sobre el nivel del mar, contiene en su enorme área la representación de vastos y numerosos dramas geológicos".
Todo el paisajismo mexicano se fijó en la meseta central. Fuera de esta especie de corazón de la nación sólo un estado, el de Veracruz, llegó a tener una presencia significativa en las exposiciones nacionales de bellas artes, y significativas quiere decir 6 % del total, frente a 61 % del valle de México (Tomás Pérez Vejo, 2024, p. 146). Veracruz es la conexión de la capital con el mar. Por ejemplo, en la pintura titulada Puente curvo del Ferrocarril Mexicano en la barranca de Metlac (1881), lo que Velasco resalta es la línea del ferrocarril. "No son imágenes de Veracruz, sino del progreso y de la capacidad de México, identificado con su capital, para comunicarse con el mundo" (Pérez Vejo, 2024, p. 146). Pero esto último suena demasiado reduccionista.
Velasco, en realidad, sintió un genuino interés por los paisajes veracruzanos. Según Fausto Ramírez, Velasco leyó a Humboldt y a varios botánicos y naturalistas para pintar, por ejemplo, el cuadro Bosque de Pacho (Xalapa, 1875). "Pacho es uno de los montes situados al sur de la capital veracruzana, que constituye a la vez sus barreras naturales y sus más deleitosos paseos" (Fausto Ramírez, José María Velasco: pintor de paisajes, FCE, 2017). En el cuadro Bosque de Pacho, si se observa a detalle, hay un gran estudio de botánica.
Lo cierto es que tanto Fausto Ramírez como Tomás Pérez Vejo coinciden en que los paisajes de Velasco, al privilegiar los del Valle de México, contribuyeron a exacerbar el autoritarismo centralizador y el imperialismo interno de la Ciudad de México, lugar donde confluyen todas las mercancías y centro teológico-político del país.
No hay comentarios:
Publicar un comentario