"Para interpretar a ciertas personas, la sociología basta. La psicología sobra".
Nicolás Gómez Dávila
La movilidad social, ese fenómeno que permite a individuos ascender en la jerarquía socioeconómica, ha sido tradicionalmente celebrada como un ideal democrático y meritocrático. Pero conlleva costos psicológicos y emocionales profundos que rara vez son explorados en el discurso público. Pierre Bourdieu, uno de los sociólogos más influyentes del siglo XX, nos ofrece herramientas conceptuales para comprender estas tensiones subyacentes.
El habitus dividido: vivir entre dos mundos
Bourdieu acuñó el término «habitus clivé» o «habitus dividido» para describir la experiencia de aquellos que han experimentado una movilidad social significativa. Este concepto captura la sensación de estar "desgarrado por la contradicción y la división interna" que experimentan quienes se mueven entre clases sociales (véase de Sam Friedman, "Emotional Impact of Social Mobility"). El propio Bourdieu, hijo de un trabajador postal sin educación formal en una pequeña aldea francesa que llegó a ocupar la cátedra de sociología en el Collège de France, describió vívidamente esta experiencia como una tensión permanente entre el desdén por las jerarquías académicas y la inseguridad paralizante del «advenedizo».
Esta división interna no es meramente abstracta; se manifiesta en experiencias cotidianas de incomodidad, ansiedad y desplazamiento. Los individuos socialmente móviles frecuentemente reportan una sensación de "doble aislamiento" – separados tanto de su clase de origen como de su clase de destino. Aunque intentan adoptar las disposiciones culturales valoradas en su nuevo entorno, nunca logran borrar completamente la nostalgia por su comunidad de origen.
Capital cultural y el precio del ascenso
El concepto de "capital cultural" de Bourdieu resulta fundamental para entender estas dinámicas. Este capital comprende los conocimientos, habilidades, educación y gustos que funcionan como valiosos activos en determinados contextos sociales (véase definición enciclopédica de Capital Cultural). Para quienes ascienden socialmente, la adquisición de nuevo capital cultural implica frecuentemente un distanciamiento de las disposiciones culturales de su origen.
Este proceso genera lo que podríamos llamar una "deuda de gratitud" hacia quienes facilitaron el ascenso. Sin embargo, paradójicamente, esta gratitud puede transformarse en resentimiento, especialmente cuando el individuo percibe que su vínculo con sus orígenes obstaculiza su plena aceptación en su nuevo entorno social. El resentimiento surge como mecanismo psicológico para justificar el necesario distanciamiento de quienes facilitaron el ascenso.
La culpa y el resentimiento como compañeros de viaje
La movilidad ascendente genera una compleja mezcla de emociones. Mirando hacia arriba en el espacio social, los individuos móviles batallan con sentimientos de inseguridad e inferioridad; mirando hacia abajo, se enfrentan invariablemente con culpa, extrañamiento y abandono. Esta dualidad emocional requiere un agotador trabajo mental, intensificado por el hecho de que generalmente se realiza en soledad.
El "culto al resentimiento", como algunos investigadores han denominado a este fenómeno, puede manifestarse como una forma de distanciamiento psicológico necesario para validar la nueva posición social (véase el paper "Social mobility and political distrust: Cults of gratitude and resentment?"). Al rechazar o minimizar la contribución de quienes facilitaron el ascenso, el individuo intenta resolver la disonancia cognitiva entre su nueva identidad social y sus orígenes.
Trayectorias de movilidad y sus costos diferenciados
No todas las experiencias de movilidad social generan el mismo nivel de tensión psicológica. Las investigaciones sugieren que los costos emocionales varían según la velocidad, la distancia y la dirección del movimiento a través del espacio social. Las trayectorias que implican movimientos lentos, distancias cortas y dirección hacia sectores económicamente dominantes tienden a producir adaptaciones más suaves. En contraste, la movilidad rápida, de largo alcance y hacia sectores culturalmente dominantes suele generar experiencias más traumáticas.
Esto explica por qué individuos con trayectorias aparentemente similares pueden experimentar la movilidad de manera radicalmente diferente. Los factores contextuales, como el origen étnico, el género y el capital social disponible, modulan significativamente estos procesos.
Conclusiones: comprender sin justificar
El habitus dividido genera lo que Bourdieu llamó una "histéresis" – un desajuste entre las disposiciones internas y las condiciones externas – que puede manifestarse como comportamientos aparentemente irracionales o contradictorios. La persona intenta reconciliar mundos sociales fundamentalmente incompatibles, lo que puede resultar en patrones de comportamiento que externamente parecen narcisistas o desconectados de la realidad.
El rechazo no es necesariamente personal, sino parte de un proceso sociológico más amplio.
Notas:
Escrito con la ayuda de la IA Perplexity.
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