Proposición
«Cada uno de nosotros es, sucesivamente, no uno, sino muchos. Y estas personalidades sucesivas, que emergen las unas de las otras, suelen ofrecer entre sí los más raros y asombrosos contrastes».
Rodó, Motivos de Proteo
Demostración
Vargas Llosa pone este epígrafe de Rodó en El sueño del celta, para hablar de la múltiple y compleja personalidad del activista irlandés Roger Casement. Aplica también para Agustín Cabral, el protagonista de otra novela del peruano, La fiesta del chivo (acaso una de sus mejores), pues la idea de que "cada uno de nosotros es, sucesivamente, no uno, sino muchos" se revela en aquel político que, después de haber dedicado su vida a servir al dictador Trujillo, al Chivo, cae en desgracia. Ignora porqué.
Agustín Cabral pide una cerveza helada en un bar de Santo Domingo (que en ese momento se llamaba Ciudad Trujillo). No lo puede creer. Se abanica con su libretica ante tanto calor caribeño. La abre donde tiene transcrita una frase sobre la precariedad del poder y la existencia. Es de José Ortega y Gasset: «Nada de lo que el hombre ha sido, es o será, lo ha sido, lo es ni lo será de una vez para siempre, sino que ha llegado a serlo un buen día y otro buen día dejará de serlo».
Continúa Rodó de otra manera:
«¿Desde qué día preciso dejaste de creer? En qué preciso día nació el amor que te inflama? – Pocas veces hay respuesta para tales preguntas. Y es que cosa ninguna pasa en vano dentro de ti; no hay impresión que no deja en tu sensibilidad la huella de su paso; no hay imagen que no estampe una leve copia de sí en el fondo inconsciente de tus recuerdos; no hay idea ni acto que no contribuyan a determinar, aun cuando sea en proporción infinitesimal, el rumbo de tu vida, el sentido sintético de tus movimiento, la forma fisonómica de tu personalidad. [...] Perseveramos sólo en la continuidad de nuestras modificaciones; en el orden, más o menos regular, que las rige; en la fuerza que nos lleva adelante hasta a arribar a la transformación más misteriosa y trascendente de todas... Somos la estela de la nave, cuya entidad material no permanece la misma en dos instantes sucesivos, porque sin cesar muere y renace de entre las ondas: la estela, que es, no una persistente realidad, sino una forma andante, una sucesión de impulsos rítmicos, que obra sobre un objeto constantemente renovado».
Escolio nuestro:
En el flujo constante de nuestras vidas, que son los ríos que van a dar a la mar, que es el morir, las rupturas son inevitables. Allanar otro camino, tomar otro brazo, fluir por otro cauce inadvertido se vuelve imperativo.
Transformar es desenmascarar. Detrás de la máscara amorosa a menudo se oculta un rostro resentido, más cercano a la crueldad y al odio que al afecto tranquilo. Aun en la pasión más intensa roe, calladamente, el gusanillo de la disolución. Se necesita, para advertirlo, la mirada vigilante de la inteligencia.
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