El Facebook lidera la era más fascistoide de nuestro tiempo al confundir
lo privado con lo público, al alterar esas dos dimensiones tan importantes de la vida humana. No
ha sido el Facebook, como algunos ilusos lo creen, una herramienta de avance cultural o social, sino de gran degradación humana.
La masificación del
Facebook, que permite opinar a cualquier tonto sobre lo que no sabe, no hace
sino rebajarnos al statu quo de la
vida animal: nos obliga en cierta forma a añadir o estar en contacto con gente
con quien no tenemos ninguna afinidad intelectual o sentimental, como no sea el
hecho de que fueron conocidos de la infancia, del colegio, de la Universidad,
ex novias, incluso enemigos; nos obliga en cierta manera a vigilar –a
enterarnos aunque no queramos– de lo que hace el vecino puertas adentro.
Semejante degradación de la vida social,
política e intelectual (hasta grandes inteligencias han terminado
infantilizadas publicando en Facebook comments y buzz y cuanta juguetería de
párvulos exista) hubiera escandalizado a una pensadora como Hannah Arendt.
En
el capítulo 2 de La condición humana,
la pensadora judío-alemana habló “La esfera pública y la privada”. Se remontó
hasta el cristianismo primitivo para observar cómo Jesús rehuía de la esfera
pública por lo destructiva y degradante. De Jesucristo sólo conocemos los
últimos 3 años de su vida. Los 30 restantes los ignoramos, porque él estuvo
reservado a lo privado, a la reflexión, a la bondad íntima. Hannah Arendt
insistió en no perder tal herencia:
“La bondad en sentido absoluto,
diferenciada de lo “bueno para” o lo “excelente” de la antigüedad griega y
romana, se conoció en nuestra civilización con el auge del cristianismo […] La
bondad, por lo tanto, como consistente forma de vida, no sólo es imposible dentro
de los confines de la esfera pública, sino que incluso es destructiva”. (pp.
79-82)
Nada bueno o bondadoso puede hacer alguien
en Facebook. Yo cerré mi perfil hará un año. Fue la mejor decisión que pude
tomar. Ahora tengo más tiempo de lectura, de lucidez, de reflexión, de
privacidad.
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