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febrero 14, 2024

0. Teorías de la identidad (programa del curso)




Introducción

Este curso, que se imparte en la Facultad de Antropología de la Universidad Veracruzana, introduce en el problema sobre las teorías de la identidad, particularmente en relación con el lenguaje (la Lógica) tanto en su dimensión lingüística como literaria, plástica y musical. Puesto que no hay en sí una teoría única y unívoca de la identidad, sino múltiples teorías al respecto que legitiman identidades plurales y diversas, este curso hará un recorrido panorámico por algunas escuelas filosóficas, tales la fenomenología, el estructuralismo y el posestructuralismo. Con base en la Realpolitik, en la realidad política de una identidad basada en el Estado-nación, no se descuidará el contexto veracruzano, mexicano y latinoamericano. 


1. la palabra identidad proviene del término latino entidad, que significa la cualidad de ser, derivada de ensentis («que es», «que existe»). El concepto de (id)entidad en griego antiguo se decía ousía. La entidad como la sustancia son categorías fundamentales en la historia de la filosofía, especialmente de la ontología (del estudio del ser). Por lo tanto, el núcleo característico de la Identidad se define por el verbo ser en todas sus conjugaciones: ¿quiénes fuimos, somos y seremos? Tu identidad (tu ID en inglés) es lo primero que te pregunta un policía al llegar a otro país, o un funcionario al solicitar cualquier trámite. La identidad es pues, desde la antigüedad, el estudio del ser de cualquier cosa que exista abstracta o concretamente. 

2. Según el Diccionario de filosofía, de Nicola Abbagnano, para Aristóteles la Identidad es una unidad, aun cuando la unidad se refiera a muchas cosas. Aristóteles define la (id)entidad como «el que es ser» (en griego antiguo, Tò tí ên eînai) o «la esencia de lo que es ser» (consúltese Metafísica, libros VII y VIII).  En 1936 el lógico austriaco Friedrich Waismann redefinió la identidad bajo la idea de que dos cosas en el universo no pueden ser absolutamente iguales, pues una mera diferencia espacio temporal es por tanto suficiente para considerar no-idénticos a dos objetos (consúltese Sobre el concepto de identidad, 1936 [Über den Begriff der Identität])

3. Recientemente,  desde el fin de la Guerra Fría, con la categoría de identidad se designan también nuevas realidades individuales y sociales entre los seres humanos, tales como identidad lingüística, nacional, regional, local, étnica, sexo-genérica (véase la entrada de Lindomar Albuquerque en Palabras claves para el estudio de las fronteras). Hacia esas identidades tendremos que enfocaremos. A continuación, indicaremos el contenido de nuestro curso:
  • a) ¿Qué es y de dónde viene la «identidad» y qué es la «teoría»? La formación fenomenológica y antropológica de la identidad humana en relación con el tiempo profundo y la tecnología. Leer, comentar y discutir de Hans Blumenberg, Descripción del ser humano, especialmente el capítulo “Variaciones de la visibilidad” (pp. 583-670). // Y de Jacques Derrida, De la gramatología, especialmente los capítulos “La guerra de los nombres propios. / La escritura y la explotación del hombre”, (pp. 183-180). 
  • b) Leer, comentar y discutir de Judith Butler, Lenguaje, poder e identidad, especialmente la “Introducción: de la vulnerabilidad lingüística”. Plantear un problema de investigación sobre el lenguaje políticamente correcto.
  • c) Introducción y contexto de la formación de la identidad nacional en la modernidad Leer, comentar y discutir afinidades en La invención de la nación. Lecturas de la identidad dos capítulos: a) de J. G. Herder, “Genio nacional"; b) A. Renan, “¿Qué es una nación?”. 
  • d) Introducción histórica a la novela latinoamericana como presupuesto de la identidad sexual-nacional. Leer, comentar y discutir de Pedro Henríquez Ureña, Seis ensayos en busca de nuestra expresión (especialmente, el apartado “El problema del idioma”). // También de Doris Sommer, “Un romance irresistible: las ficciones fundacionales de América Latina” (en Homi K. Bhabha, Nación y narración. Entre la ilusión de una identidad y las diferencias culturales, pp. 99-134). 
  • e) Introducción a la cultura visual como identidad nacional: el paisajismo en la pintura mexicana. Leer, comentar y discutir de Fausto Ramírez, José María Velasco, pintor de paisajes. - Control de lectura. Exposiciones grupales. 
  • f) Cultura musical como identidad comunitaria: el son jarocho como identidad veracruzana. y discutir afinidades en el libro de Santiago Auserón, Arte sonora: en las fuentes del pensamiento heleno











febrero 12, 2024

¿Qué es la arqueología de los medios?

Erhard Schoen, plancha extraída del Traité sur les Proportions (¿1542?)



Es de notar que el término arqueología de los medios no está datado aún en la Enciclopedia Británica, y que las entradas de Wikipedia al respecto aún dejan mucho que desear. Pues se trata de una disciplina que exige una «mentalidad dura». Los resúmenes  y aproximaciones que abundan en la web sostienen que la «arqueología de los medios» se deriva de L’ Archéology du savoir (1969), de Foucault (ver la entrada del Centro de Cultura Digital).

La arqueología relacionada con prácticas discursivas, en efecto, es una disciplina (episteme) que puso de moda  Foucault. Para él, la arqueología es una disciplina que busca definir los discursos en su especificidad, sin la presencia del autor ni del sospechoso "humanismo"; la arqueología, al estudiar el archivo o el artefacto, no es una disciplina interpretativa o alegórica; deja de lado al sujeto creador y se concentra en el discurso-objeto. Foucault quería abandonar, con la arqueología, la historia de las ideas. "No tendré derecho a sentirme tranquilo, mientras no me haya liberado de la historia de las ideas" (Arqueología del saber, p. 230). Pero como rehuir de la historia de las ideas es darse un tiro en el pie, Foucault más adelante reconoció que "la historia de las ideas cuenta la historia de los anexos y de las márgenes". Es decir: las ideas involucran los archivos y son materiales en sí mismas (no abstracciones platónicas). En cualquier caso, Foucault entendió por "archivo" (de donde se desprende "arqueología") lo textual, lo alfabético, lo que llega hasta 1840, lo anterior al archivo fotográfico, cinematográfico auditivo. 

Pues bien. Al advertir esta limitación histórica de Foucault, el filósofo alemán Friedrich Kittler (1941-2011) reformuló la noción de discurso foucaultiano para poner punto final a la hermenéutica tradicional fundada en la textualidad, es decir, el fin de la escritura en beneficio de técnicas de inscripción numérica o algebraicas. La arqueología de los medios supone a partir de entonces interesarse menos por el contenido semántico de un mensaje y más por los modos de grabación y transmisión. 

Expliquemonos mejor. Aunque rehuyó como las grandes inteligencias de sacrificar su manera de pensar bajo una escuela específica,  Kittler dio una definición exquisita del estudio de los medios en Optical Media (1999): no se trata del sujeto humano per se, sino de la variabilidad de nuestras propiedades estéticas como dependientes de la viabilidad tecnológica. Desde 1880 más o menos nos encontramos en un imperio de estándares (Kittler). En una convergencia –en una simulación– entre cine y vida (Virilio), entre realidad y realidad simulada por computadora (Nick Bostrom).

Los medios digitales destruyeron la visibilidad para iniciar una historia de la desaparición –una estética de la desaparición propia de la elegancia de las matemáticas.  

El libro homónimo de Siegfried ZielinskiArqueología de los medios, el que ha popularizado el término. A su vez, el  Zielinski se apoya en el arqueólogo neoyorkino Stephen Jay Gould, especialmente en Time’s Arrow and Time’Cycle (Flecha del tiempo y ciclo del tiempo, 1987). Pues, si la historia de nuestro planeta sólo puede ser deducida de manera científica y exacta a partir de los cuerpos naturales, es decir, de la acumulación de erosiones, sedimentaciones y elevaciones y sucesivamente de nuevas erosiones, algo parecido sucedería con la historia de los medios. En palabras de Zielinski:

«Ya todo estuvo alguna vez presente, sólo que en forma menos elaborada. Sólo tienes que observar con mayor detenimiento [para] descubrir cosas nuevas, sorprendentes, en lo viejo» (Arqueología de los medios: hacia el tiempo profundo de la visión y la audición técnica, trad. Álvaro Moreno-Hoffman, Bogotá, Universidad de los Andes, 2011, p. 4).



febrero 07, 2024

Discurso de incorporación al Centro de Estudios de la Cultura y Comunicación de la Universidad Veracruzana

 


10:00 de la mañana, 6 de febrero de 2024


Saludo en primer lugar al director del Centro de Estudios de la Cultura y Comunicación, el Dr. Rafael Figueroa, y al secretario académico, el Dr. Edgar García Valencia, lo mismo que a la coordinadora de la Maestría, la Dra. Soledad Torres, y a la de la Especialización, la Dra. Olivia Fernández.
 
Después de un riguroso concurso de oposición, de veras que me llena de orgullo incorporarme de lleno a la universidad pública mexicana.
 
He procurado escribir un texto para no balbucear y trastabillar.  
 
Si cuento desde agosto de 2011, cuando comencé a estudiar el doctorado en El Colegio de México, voy para alrededor de casi trece años de estar residiendo en el país. Llegué a este país-continente por primera vez en octubre de 2007, de paso, puesto que venía con motivo de la publicación de mi tesis de pregrado o licenciatura por parte de la editorial de El Colegio Nacional, gracias al visto bueno del gran poeta José Emilio Pacheco. Tal tesis trata sobre la teoría literaria de Alfonso Reyes, El deslinde, cuya alcance abarca también la teoría de la cultura y de la comunicación.  Alfonso Reyes y José Vasconcelos (este último fundador de la idea moderna de la universidad pública mexicana y de extensas campañas de alfabetización) son a su modo teóricos de la cultura y de la comunicación organizacional del conocimiento durante la primera mitad del siglo XX hispanoamericano. No hay que verlos como estatuas o bajo la idolatría de la «biografía intelectual», sino desde la historia de las ideas, desde la historia de los medios. 
 
Los estudios literarios, si no quieren verse de manera conservadora, deberían virar hacia los estudios de la cultura y de la comunicación en su sentido más amplio, quiero decir, más sólido. Esta solidez yo la he hallado en la Historia, particularmente en la historia de los medios, gracias principalmente a la lectura del alemán Friedrich Kittler, cuya obra conocí durante mi estancia de investigación en Berlín entre 2014 y 2015. 
                                                             
Según Kittler, si la introducción de los medios audiovisuales en el cambio de siglo 1800/1900 rompió el monopolio de la cultura meramente «letrada» para legitimar otras prácticas culturales, la introducción de las redes sociales digitales ha reactivado la escritura simbólica como medio o mecanismo imprescindible del activismo social, complejizando la toma de decisiones de toda índole.  Con lo cual mi plan de trabajo aspira a introducir, en parte, la metodología de una suerte de posthermenéutica y arqueología de los medios que permita una comprensión más amplia de las redes sociales como correlatos de los nuevos adelantos técnicos. Pues, para comprender los fenómenos sociales e históricos, se hace imprescindible historiar una red discursiva con diversos agentes sociales (instituciones, constituciones y desde luego revoluciones y alzamientos), agentes que muy a menudo están condicionados por los medios de comunicación, cuya materialidad exige también pensar en la reproductibilidad técnica. 
                                         
Advertir que el paso del humanismo al posthumanismo y transhumanismo se da en virtud de la virtualidad, pero en detrimento de la dignidad humana, invitaría a generar una interesantísima discusión desde el Centro de Estudios de la Cultura y la Comunicación. ¿Hasta qué punto la técnica de almacenamiento y de transmisión ya transferidas a las máquinas no ha usurpado la memoria individual y colectiva?
 
Historia de la vida colectiva, historia de las mentalidades, historia de las ideas, historia intelectual, historia cultural, historia de los medios, historia del cine, literaria y de la música. No hay posibilidad de salirnos del maremagnum de la Historia. Tampoco de la escritura, de la concentración que exige la hechura o lectura de un texto, pues ello es precisamente el presupuesto del mundo digital. De ahí que la economía de recursos recomiende cierta desdigitalización, quiero decir, un poner atención a los libros impresos, a las fotos en papel, que es la arqueología y artesanía de la comunicación.
 
Desde 2015 comencé a dar clases en el sistema universitario mexicano y a partir de 2017 empecé a formar parte del Sistema Nacional de Investigadores. Insisto en el gusto y en el desafío de ahora incorporarme como profesor e investigador de tiempo completo a una universidad pública de tan extensa trayectoria y reconocimiento como la Veracruzana. 
 
Para terminar, quisiera celebrar con ustedes que hace un par de semanas presenté exitosamente el examen de naturalización para obtener mi nacionalidad mexicana. Es un examen de preguntas sobre cultura general del país (de geografía, historia, de fiestas populares, de culinaria y de otros detalles), con lo cual vengo muy consciente del enorme poder de la Cultura. Un país, un país-continente como México, nunca ha ignorado su enorme potencial cultural ni tampoco sus vínculos con el resto de la América latina o ibérica. 
 
Como ciudadano colombiano con hija y esposa mexicanas, es para mí una cortesía semejante –un compromiso– hacerme mexicano.  Con lo anterior también quiero señalar en algo muy importante. El hecho de que, en medio de la globalización o digitalización más agresiva, el investigador no debería perder de vista su lugar de enunciación, esto es, la importancia del Estado-nación y, en este sentido, el de las culturales regionales y minoritarias. Pues, sin una escala de valores, sin una axiología, no es posible un estudio serio de la cultura. 
 
Como ven, para mí el desafío es doblemente mayor en la medida en que tendré dos nacionalidades. Mi empeño es  fortalecer profesionalmente los estudios de la cultura y la comunicación desde una dimensión más democrática, de mayor relevancia y reconocimiento, abierta también a la perspectiva de género. De hecho, comentaba hace poco con la Prof. Elissa Rashkin, mi interés en resaltar algunas figuras de la intelectualidad femenina estadounidense que, sin ser escritoras o intelectuales, influyeron en la cultura mexicana y latinoamericana. 
                                                         
 
Bien. Por lo demás, no me queda sino decir que estoy enteramente disponible para lo que se requiera en materia académica e intelectual. 
 
Muchas gracias,