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febrero 07, 2024

Discurso de incorporación al Centro de Estudios de la Cultura y Comunicación de la Universidad Veracruzana

 


10:00 de la mañana, 6 de febrero de 2024


Saludo en primer lugar al director del Centro de Estudios de la Cultura y Comunicación, el Dr. Rafael Figueroa, y al secretario académico, el Dr. Edgar García Valencia, lo mismo que a la coordinadora de la Maestría, la Dra. Soledad Torres, y a la de la Especialización, la Dra. Olivia Fernández.
 
Después de un riguroso concurso de oposición, de veras que me llena de orgullo incorporarme de lleno a la universidad pública mexicana.
 
He procurado escribir un texto para no balbucear y trastabillar.  
 
Si cuento desde agosto de 2011, cuando comencé a estudiar el doctorado en El Colegio de México, voy para alrededor de casi trece años de estar residiendo en el país. Llegué a este país-continente por primera vez en octubre de 2007, de paso, puesto que venía con motivo de la publicación de mi tesis de pregrado o licenciatura por parte de la editorial de El Colegio Nacional, gracias al visto bueno del gran poeta José Emilio Pacheco. Tal tesis trata sobre la teoría literaria de Alfonso Reyes, El deslinde, cuya alcance abarca también la teoría de la cultura y de la comunicación.  Alfonso Reyes y José Vasconcelos (este último fundador de la idea moderna de la universidad pública mexicana y de extensas campañas de alfabetización) son a su modo teóricos de la cultura y de la comunicación organizacional del conocimiento durante la primera mitad del siglo XX hispanoamericano. No hay que verlos como estatuas o bajo la idolatría de la «biografía intelectual», sino desde la historia de las ideas, desde la historia de los medios. 
 
Los estudios literarios, si no quieren verse de manera conservadora, deberían virar hacia los estudios de la cultura y de la comunicación en su sentido más amplio, quiero decir, más sólido. Esta solidez yo la he hallado en la Historia, particularmente en la historia de los medios, gracias principalmente a la lectura del alemán Friedrich Kittler, cuya obra conocí durante mi estancia de investigación en Berlín entre 2014 y 2015. 
                                                             
Según Kittler, si la introducción de los medios audiovisuales en el cambio de siglo 1800/1900 rompió el monopolio de la cultura meramente «letrada» para legitimar otras prácticas culturales, la introducción de las redes sociales digitales ha reactivado la escritura simbólica como medio o mecanismo imprescindible del activismo social, complejizando la toma de decisiones de toda índole.  Con lo cual mi plan de trabajo aspira a introducir, en parte, la metodología de una suerte de posthermenéutica y arqueología de los medios que permita una comprensión más amplia de las redes sociales como correlatos de los nuevos adelantos técnicos. Pues, para comprender los fenómenos sociales e históricos, se hace imprescindible historiar una red discursiva con diversos agentes sociales (instituciones, constituciones y desde luego revoluciones y alzamientos), agentes que muy a menudo están condicionados por los medios de comunicación, cuya materialidad exige también pensar en la reproductibilidad técnica. 
                                         
Advertir que el paso del humanismo al posthumanismo y transhumanismo se da en virtud de la virtualidad, pero en detrimento de la dignidad humana, invitaría a generar una interesantísima discusión desde el Centro de Estudios de la Cultura y la Comunicación. ¿Hasta qué punto la técnica de almacenamiento y de transmisión ya transferidas a las máquinas no ha usurpado la memoria individual y colectiva?
 
Historia de la vida colectiva, historia de las mentalidades, historia de las ideas, historia intelectual, historia cultural, historia de los medios, historia del cine, literaria y de la música. No hay posibilidad de salirnos del maremagnum de la Historia. Tampoco de la escritura, de la concentración que exige la hechura o lectura de un texto, pues ello es precisamente el presupuesto del mundo digital. De ahí que la economía de recursos recomiende cierta desdigitalización, quiero decir, un poner atención a los libros impresos, a las fotos en papel, que es la arqueología y artesanía de la comunicación.
 
Desde 2015 comencé a dar clases en el sistema universitario mexicano y a partir de 2017 empecé a formar parte del Sistema Nacional de Investigadores. Insisto en el gusto y en el desafío de ahora incorporarme como profesor e investigador de tiempo completo a una universidad pública de tan extensa trayectoria y reconocimiento como la Veracruzana. 
 
Para terminar, quisiera celebrar con ustedes que hace un par de semanas presenté exitosamente el examen de naturalización para obtener mi nacionalidad mexicana. Es un examen de preguntas sobre cultura general del país (de geografía, historia, de fiestas populares, de culinaria y de otros detalles), con lo cual vengo muy consciente del enorme poder de la Cultura. Un país, un país-continente como México, nunca ha ignorado su enorme potencial cultural ni tampoco sus vínculos con el resto de la América latina o ibérica. 
 
Como ciudadano colombiano con hija y esposa mexicanas, es para mí una cortesía semejante –un compromiso– hacerme mexicano.  Con lo anterior también quiero señalar en algo muy importante. El hecho de que, en medio de la globalización o digitalización más agresiva, el investigador no debería perder de vista su lugar de enunciación, esto es, la importancia del Estado-nación y, en este sentido, el de las culturales regionales y minoritarias. Pues, sin una escala de valores, sin una axiología, no es posible un estudio serio de la cultura. 
 
Como ven, para mí el desafío es doblemente mayor en la medida en que tendré dos nacionalidades. Mi empeño es  fortalecer profesionalmente los estudios de la cultura y la comunicación desde una dimensión más democrática, de mayor relevancia y reconocimiento, abierta también a la perspectiva de género. De hecho, comentaba hace poco con la Prof. Elissa Rashkin, mi interés en resaltar algunas figuras de la intelectualidad femenina estadounidense que, sin ser escritoras o intelectuales, influyeron en la cultura mexicana y latinoamericana. 
                                                         
 
Bien. Por lo demás, no me queda sino decir que estoy enteramente disponible para lo que se requiera en materia académica e intelectual. 
 
Muchas gracias,  

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