Me invitaron a Puebla de los Ángeles a exorcizar mis demonios sobre Octavio Paz. Entre el martes 6 y el miércoles 7 de noviembre de 2013 Diana Hernández Suárez y yo disfrutamos de intensas conversaciones, ponencias, polémicas, formalidades, ruido, desayunos, banquetes, postres, a ratos frío, mucho amor. Publicaré, en lo que ajusto detalles para las memorias del Coloquio, algunos fragmentos de mi ponencia:
[...]
Las
Revoluciones y los sistemas políticos del mundo contemporáneo seguirán
fracasando si solo se preocupan por la soberanía del pueblo y no por la
libertad del individuo. El erotismo constituye la dimensión más individual del
ser humano. Naturalmente implica también una preocupación social. Octavio Paz
pensó que no hacía falta fundar otro partido político o sostener otra
ideología, sino realizarse como individuo mediante un erotismo-humanista. Por eso
para mí uno de sus mejores poemas, de sus poemas-ensayos, se llama La
llama doble. Me parece a la vez un tratado político más profundo que
aquellos a los que están acostumbrados los estudiantes de ciencias jurídicas,
políticas y psicológicas, porque indaga en un asunto que se escapa a la
regulación y al ordenamiento jurídico de todos los Estados y sistemas
políticos. Me refiero a la sexualidad y al erotismo individual:
¿Quien controla todos los Priapos con el falo henchido dispuestos
a coger “con todo lo hermosamente penetrable”, como dice otro poeta [Gómez
Jatin], “a metérselo hasta a una mata de plátano”? ¿Y quién controla a todas
las ninfas deseosas de Priapos, al Gran Coño de la Naturaleza devoradora de
hombres?
Siempre que salpica un problema social o político, los franceses
tienen un dicho: cherchez la femme, busca la mujer. No se trata de
una concepción machista. Simplemente detrás de todo problema social o político
hay un problema amoroso, pasional, de celos, de desprecio, odio y amor. Hoy
podemos sentirnos masa y creer ilusoriamente que pertenecemos a una comunidad,
a un país, a una cultura, pero apenas llegamos a nuestro cuarto y nos
desnudamos sabemos que no somos más que un cuerpo solitario en el Cosmos. Aun
con nuestra pareja –novia, amante, esposa– se desencadena una lucha política
constante, incesante. Porque el otro siempre nos vas a ser inaccesible. Paz
apuesta por la única salida posible, la del amor:
"La entrega, aceptar la libertad de la persona amada. ¿Una locura,
una quimera? Tal vez, pero es la única puerta de la cárcel de los celos. […] el
amor es una apuesta insensata por la libertad."[1]
Este
conocimiento del individuo implica necesariamente una exploración en el
lenguaje secreto de la poesía. [...]
[1] La llama doble, Obras Completas VI, Galaxia Gutenberg-Circulo de Lectores, Barcelona, 2003, p. 910.
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