El
20 de enero de 1915 Alfonso Reyes asiste a la Residencia de Estudiantes de
Madrid y escucha la conferencia Aprendizaje
y heroísmo, de Eugenio d’Ors (Barcelona, 1881-1954). Debió, fascinado, tomar apuntes. Son de oro las ideas de d’Ors:
“[...] Lo de Kierkegard: “El que no sabe repetir es un esteta.
El que repite sin entusiasmo es un filisteo. Sólo el que sabe repetir, con
entusiasmo renovado constantemente, es un hombre”.
“El
arte de ayudar y guiar a los estudiantes se llama Pedagogía. Y el peligro de la
Pedagogía está, como el de tantas cosas, en la ideología romántica. Todo un
siglo ha padecido bajo su poder. Desde Rousseau hasta Spencer, y aun más tarde,
ella ha impuesto, en la obra de enseñanza, con la superstición de lo
espontáneo, la repugnancia que hemos llamado, desdeñosamente, medios mecánicos,
o medios librescos, y sensibleramente, medios fatigosos de aprender. Se dice ya
que esta pedagogía viene del Renacimiento. Pero hay aquí, me parece, algún
error. Casi nada es, en el siglo XIX, continuación del Renacimiento. […]
Comparemos el espíritu heroico de la educación y del aprendizaje que estalla
magníficamente en el Gargantúa, con las blanduras del Emilio rousseauniano, de
donde ha salido la ralea infinita de las blanduras modernas: claramente podemos
ver que en estas últimas hay ya un principio de retorno de la sensualidad
viciosa, oprobio de los primeros maestros del Gigante y de que le redimieron
sus nuevos maestros renacentistas”.
“[…]
porque es caso demostrado que, para que el interés se despierte por algo, es ya
necesario, como previa condición, algún
conocimiento de lo que llega a interesar […] Cabría afirmar, por consiguiente,
que no sabemos las cosas porque anteriormente nos hayamos interesado en ellas,
sino que nos interesamos por ellas, porque antes las hemos, hasta cierto punto,
sabido. Pero saber las cosas no quiere decir sino poder recordarlas en un momento oportuno. […] No recordamos las cosas porque ellas nos hayan interesado, sino que nos
interesan por el recuerdo que ya tenemos de ellas. […] El evangelio del conocimiento humano puede
explicar su génesis así: “En un principio era la Memoria”.
“Estudiamos
meses y meses el alemán: lo sabemos en un minuto. Silabea el párvulo
torpemente: una mañana se levanta pudiendo leer. Cualquier adquisición mental
se cifra, en rigor, en una intuición, pero le hemos preparado largos
razonamientos. No es la adquisición el efecto de los razonamientos. En vano
buscaríamos en éstos la causa eficiente de aquella; pero aquélla es el premio de éstos, o tal vez mejor, el
premio a la actitud que éstos imponen
y, como si dijéramos, la recompensa a la
humildad que ha tenido el razonador… Sí; hay que empezar por lo exterior,
hay que empezar por la actitud. Hay que abandonar todo orgullo. “Toma agua
bendita –diremos siempre con Pascal, – toma agua bendita”.
“Que
es altiva señora la Sabiduría y sólo alcanzará sus favores quien antes se haya
arrodillado ante ella.”
“Cualquier
profesión es una aristocracia. Tú, amigo aprendiz, cuando alcances la maestría
en tu oficio, te convertirás con eso en un aristócrata. Más aristócrata que el
señor ministro de fomento, pongo por caso. Porque el señor Ministro de Fomento
no ha tenido, para el trabajo que hoy se le encomienda, ninguna técnica
preparación: es en él un recién llegado, un advenedizo. En tanto que tú solo
pasarás a maestro mucho más tarde, y previa colaboración del Tiempo con la
Heroicidad. Y el fruto de la unión del Tiempo con la Heroicidad se llama
Nobleza".
"El
mal de las modernas democracias no es tanto que en ellas no esté representado
el espíritu de los marqueses, como que no lo esté el espíritu de los
encuadernadores, de los alfareros, de los herreros, de los médicos, de los
curtidores, de los artista, de los maestros de escuela, de los maestros sastres
y de los maestros plateros. Bandas amorfas de hombres de profesión improvisada,
indeterminada, múltiple o no muy conocida, deciden de la elección de otros
hombres, también a menudo de oficio poco claro, si no es que sea equívoco o
inconfesable; y delegan en ellos una voluntad imprecisa. De esos tales sale
mañana un ministro de Fomento; el cual, cuando no es ministro de Fomento es, un
cuarto, abogado; un cuarto, agitador; un cuarto, periodista. Y éste, con otros
de un mismo tipo social, es el que resuelve los problemas que afectan a los
plateros, a los sastres, a los maestros de escuela, a los artistas, a los
curtidores, a los médicos, a los herreros, a los alfareros y a los
encuadernadores. Luego hay genios, que no quieren ser más que genios; y los
apóstoles, sin otra manera de vivir que el apostolado. Luego hay las cortesanas
y las cupletistas, y los cómicos sin estudio, y los escritores sin humanidades,
y los amateurs, y otros hombres y mujeres igualmente inmorales; porque no han
sido aprendices como tú, hijo mío, y en nada llegarán a ser maestros, como tú
llegarás”.
“(que
sabor y sabiduría son tal vez una misma cosa)”.
“Pasa
los ojos por las imágenes. Proceden de claustros catalanes del siglo XII. Las
esculturillas nos dan un trasunto vivo del trabajo manual en aquellos tiempos.
Trasunto exacto, piadosamente minucioso. Es delicioso de ver. Mira, mira
reunida aquí, la síntesis de los oficios de la construcción. Adivina aquí toda
su humildad, toda su nobleza, toda su santidad. El perfume de muchas vidas
calladas nos llega, a través de ocho siglos. Capiteles de la Seo de Gerona,
capiteles de San Cacufate del Valle. El Arca de Noé se cosntruye. Figurillas de
carpinteros que la pulen la madera con garlopas; de picapedreros, bien
asentados en taburetes y que se valen de morteros; de escultores, que manejan
una maza de forma cilíndrica; de leñadores, con sus hachas; de labradores, con
sus rostros y zapapicos; de albañiles, que trajinan el agua en una jarra de
forma especial, suspendida entre dos palos; de astilleros, que construyen la
nave. Y Adán, que arrojado del Paraíso, empuña, bravo, su azadón, mientras a su
lado Eva, campesina hacendosa, hila pacientemente la lana”.
“[…]
se figuran que es cuestión de vivacidad y de listeza el arte de escribir, el de
pensar filosóficamente, el arte de pintar y el de escribir discursos y
comedias. Pero nosotros sabemos que toda obra humana, a cualquier formación y
producción, convienen aprendizaje largo y seria y terca disciplina”.
Obra
Bien Hecha.