Llegada a Berlín (31 de agosto de 2014)
El aeropuerto Tegel es vetusto. Algo tiene de soviético.
El río Spree, al mirarlo desde el primer puente, parece un estanque, un canal detenido y sin corriente.
Abajo, en el metro subterráneo, un afanado viajero de ojos orientales manipula la pantalla de tiquetes para comprar un boleto. Se monta en el primer tren. Encuentra silla. Se va sentado. Se ve cansado. Ha de haber soportado, como nosotros, 12 horas de vuelo. Él desde Tokio. Nosotros desde México. Ambos desde los dos extremos del mundo.
Del metro subterráneo, subiendo algunos escalones, aparece El cielo sobre Berlín («Dier Himmel über Berlin»), sobre la Platz der Luftbrücke. Al girar un poco a la izquierda aparece ahora Manfred-von-Richthofen-Strasse.
Manfred von Richthofen fue un famoso piloto de la Primera Guerra Mundial. Piloteó uno de esos primeros aviones biplanos, llamado Albatros, y tan sólo en abril de 1917, según Wikipedia, consiguió derribar 151 aviones británicos.
Vivimos en la calle de un piloto de la Primera Guerra Mundial. De un pájaro de acero que perseguía a otros pájaros de acero con banderitas de distintos países. Los pilotos fueron motivo, durante aquella Gran Guerra, de loas y poemas sublimes. El mexicano Alfonso Reyes le compuso un poema en prosa al piloto francés Georges Guynemer, un poema de corte futurista. Era la época de una «estética fascista» (Benjamin) en que el arte y la poesía cantaban y celebraban la destrucción del esplendor tecnológico. De Manfred von Richtofen, Alfonso Reyes hubiera también podido decir: «Maniobraba entre el humo que lo envolvía, entre el trueno de disparos de sus enemigos, escapando con el ruido de su motor y el de las aspas de las hélices...».
La calle de Manfred von Richtofen–nuestra calle– está cerca del antiguo aeropuerto de Tempelhof.
Entre-Espacios (Zwischen Raüme)
Con el vocabulario intelectual de aquello de los espacios geográficos, nos pusimos a comparar la calle en la que vivíamos en Ciudad de México, la que lleva el nombre del poeta Rubén M. Campos, con la en que ahora vivimos en Berlín, la que lleva el nombre del piloto Manfred-von-Richtoffen.
La de México es aglomerada, salpicada de locales y tiendas de toda suerte de chucherías. Hay un restaurante de comida típica oaxaqueña; una tienda de helados y aguas frescas; el Oxxo; una odontología; una tienda para hacer plantillas; una peluquería de abuelitas; no hay ninguna tienda de frutas o verduras y, salvo la Libélula, ningún sitio para sentarse a tomarse un café. Alrededor del metro, entre el ruido de la avenida Tlalpan, saturan las fritangas de tacos, tortas, tamales, tostadas, flautas; un puesto de periódicos se anuncia con una mujer desnuda –una fotografía hecha de cartón– en la que aparece con la tanga a medio nalga.
De la Platz der Luftbrücke a nuestro edificio por la calle de Manfred von Richthofen, en cambio, hay cuatro puestos de verduras y frutas (Obst und Gemüse en alemán); cuatro cafés con sillas en la acera, como con terrazas; dos panaderías; una zapatería con una vistosa vitrina; tres paradas de autobuses; dos semáforos, sin que ello signifique abundancia de carros. Hay también un local de Döner Kebab, no de cerdo sino de ternero o de pollo.
Inauguración de la 2ª Escuela de Verano
En 1970 se fundó el Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Freie Universität Berlin. Se fundó en lo multidisciplinario bajo el ejemplo angloamericano. José Ortega y Gasset decía en 1915 que deberíamos (los hispanohablantes) tomar el saber de Alemania y el poder de Inglaterra. Ahora Alemania también toma el saber de Inglaterra.
La conferencia inaugural la dio, en inglés, Ludger Pries, profesor de la Ruhr-Universität Bochum. Se tituló “Between Ethnicizing and Cosmopolitism – Spaces and Leveles of Collective Identity”. Básicamente, su tesis consistía en demostrar que dos comunidades o sociedades pueden existir sin tocarse –apenas rozándose– en el mismo espacio o territorio. Por lo tanto, hay diferentes tipos sociales correlacionados con el mismo espacio geográfico, y concluyó con la necesidad de renovar lo que entendemos por nacionalismo. Hay una serie de términos o vocabulario curioso:
Space as a human distinction is a social construction: relational configuration / order of things / direction / distance / extension / agglomeration / concentration / border / frontier /inclusion /exclusion / pattern of distribution of things.
Un inmigrante en Berlín, digamos, no tendría necesidad de conocer más allá de la cuadra de su casa, ni de saber jamás el idioma alemán. Le bastaría, para atar sus lazos nacionales, un Iphone. En esa pantallita estaría encerrado ahora su propio espacio geográfico, por no decir mental.
Había en el centro de Madrid un café-internet regentado por un «paisa», un montañero de Medellín, que sintonizaba todos los días Estrella Estéreo y a quien a diario veía yo hablar por Skype con la familia y los amigos del barrio, y cuyo acento, a pesar de muchos años en Madrid, sonaba más más exagerado que el de sus lugareños. ¿No estaba él más mentalmente en Medellín que sus amigos y familiares que vivían físicamente allá? Cosa rara es el ser humano.
Curiosidades
Almorzamos con historiadores mexicanos. Atropelladamente, ya que hablaban del 68, les preguntamos por qué el PRI, ya que consiguió esas Olimpiadas unos días después de lo Tlatelolco, nunca incentivó en México el deporte como cohesión social a la manera de la Unión Soviética o en Cuba. Lo dijimos como si no nos interesara. El historiador Z... contestó tajantemente que el PRI no era un partido estalinista. No lo era. Y confesó que está por hacerse una historia que fije lo poroso, lo camaleónico del PRI.
3 de septiembre 2014
Madrugamos con dirección a John F. Kennedy Platz (el sitio donde Kennedy dijo Ich bin ein Berliner) con dirección a Rathaus Schöneberg.
Vamos al Bürgeramt, a una sección del ayuntamiento de la ciudad, donde funcionan de paso las oficinas de Empadronamiento.
Noticias del Congreso
Al caer la noche fuimos a la conferencia de J. L. M.. Vino con su esposa nigeriana. Ella mascaba espantosamente chicle, como burlándose de los asistentes. Su esposo habló sobre la identidad de los negros en el Caribe: los negros hispanohablantes y angloparlantes, y entre ellos, la diferencia entre los británicos y los del sur de Estados Unidos. Pero todo pareció írsele en chiste y chanza. Lo enfrentó Rita Segato, una profe argentina de la Universidad de Brasilía. Pero la discusión no pasó a mayores.
Curiosidades
En la pausa del café, oímos una historia personal del conferencista.
– ¿Viste a su esposa? –. – Ella fue agente de los servicios secretos nigerianos, bajo la vigilancia del Reino Unido. Ella –insistió– es mucho más inteligente que él, y también ha publicado varios artículos.
Viernes 5 de septiembre de 2014. En el Congreso
La conferencia de Rita Sagato, la antropóloga argentina que enseña en Brasil, se tituló Raza y género perspectiva latinoamericana: la escalada de violencia en el contexto de la permanente expansión del frente colonial-moderno. Aunque citó la biopolítica de Foucault, lo de que el Estado controla los cuerpos, pronto se apartó de la teoría, para mencionar casos concretos.
El Estado, dijo, nunca jamás deja de duplicarse: una mano legal y otra ilegal. El Estado lleva en sí la semilla de la para-estatalidad. Ingenuos los que piensen lo contrario.
Su punto es que las economías ilegales tienen necesidad de fuerzas o ejércitos ilegales. Al no tener el monopolio o la justificiación de la Fuerza, recurren a la Violencia. Al exhibicionismo contra las víctimas. A mensajes de crueldad en el cuerpo no-bélico. Esos cuerpos no-bélicos son, naturalmente, las mujeres. Recordó el caso de Ciudad Juárez. Las mujeres, o los periodistas, gente no armada, no-bélica.
Lo que más cabreó a los asistentes es que insistiera en que esas economías y fuerzas ilegales convivieran con el Estado y fueran para-estados, o formas del Estado duplicarse. No puede excusarse la violencia en Ciudad Juárez por ausencia de Estado. No. Menos cuando todo allí convive con el capital de Estados Unidos. Si el Estado ofrece un control legítimo de la fuerza por medio de sus agencias (Policía, Ejército), la existencia de una segunda economía crea esas otras agencias de seguridad que operan con la intimidación y la crueldad. Por lo tanto, concluyó Rita Sagato, el Estado no es la única solución ni la esperanza jamás vendrá de él.
Pues bien: fue allí cuando le cayeron lanza en ristre. En especial este muchachito C. P. R. Los historiadores mexicanos, alarmados, lo respaldaron en su idea de que la esperanza de un cambio, de la solución, naturalmente venía –tenía que venir– del Estado. No hacían sino demostrar, como le dije a Rita al final de su conferencia, cómo en México intelectualidad-poder-política, son la misma cosa. Todos los académicos mexicanos, en el fondo, parecen tener aspiraciones estatales o políticas.
Tempelhof
Pensar que el Bloqueo soviético a Berlín oriental el 25 de junio de 1948 desató tremenda solidaridad angloamericana. Pues, para abastecer a Berlín occidental, se necesitó el puente aéreo de Berlín (Berliner Luftbrücke). Allí aterrizaban aviones de carga C-47 con banderas canadienses, australianas, británicas, francesas y sudafricanas. Los Aliados dejaron en evidencia el error y el terror de Stalin. En 1951, movimos por este episodio, Ernst Jünger y Albert Camus publicaron sendos ensayos: La emboscadura y El hombre rebelde respectivamente.