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agosto 05, 2023

Vasconcelos visita Pan de Azúcar, "la punta más hermosa de todo el planeta"

Por Sebastián Pineda Buitrago









Hace ciento y dos años, durante el mes de agosto de 1922, José Vasconcelos circunnavegó la costa de Brasil. El 19 de agosto desembarcó en Río de Janeiro. 

Viajaba en calidad de secretario de educación de México (gobernaba Obregón) y en compañía del poeta-aviador Carlos Pellicer, del cuentista Julio Torri y de la mezzosoprano Fanny Anitúa, según el biógrafo Claude Fell.  Llevó consigo, como ofrenda mexicana a las fiestas patrias de Brasil, una réplica de la escultura del emperador azteca Cuauhtémoc (nuestro amigo Marcos Daniel Aguilar lo explica aquí). 

Una tarde de agosto Vasconcelos subió al Pan de Azúcar, la peña bruñida y alta que remata el desfile de colinas que protegen la concha de la bahía de Botafogo y que la separan de la playa abierta de Copacabana. Vasconcelos registró su impresión en La raza cósmica (Barcelona, 1924). Aquí un fragmento:  





«La punta más hermosa de todo el planeta, el Peñón de Pan de Azúcar»


 [...]

                    «El Pan de Azúcar es como un largo adosado verticalmente a la falda de una colina alta y redonda que se ensancha por su base para ligarse con la tierra. A la cúspide se sube en una especie de carro volante, suspendido de largos cables oblicuos. El primer salto es de unos doscientos metros y deja la sensación de haber volado. Se hace una pausa en la meseta de la colina, donde hay un café con mesitas para refrescos y miradores con jardines. Ya desde que se ha empezado a ascender comienza el asombro; ninguna palabra podría describirlo; aquello es un carnaval de colores, un festín de la imaginación. [...]

                  
                            Apenas se comienzan a precisar sitios y rumbos, cuando el ansia de abarcar mejor la extensión nos hace embarcarnos en el otro carro, que por un cable todavía más atrevido sube casi perpendicular, dejando sin aliento; parece que se va a chocar contra la peña; pero ya al llegar la perfora y se detiene suavemente en una tranquila y pequeña estación. De allí se sale para mirar el panorama agrandado; no se sienten deseos de hablar; las interjecciones de uno que otro viajero verboso parecen triviales y molestan como una ofensa personal. Se impone el silencio en el alma. 

El prodigio es de tal manera estupendo que cualquier voz se ahogaría en la garganta o se perdería en la inmensidad. El conflicto de colores es tan vivo y se resuelve de tal modo que da la impresión de una música latente y a punto de estallar. 

Del pecho y del paisaje nace como una oración, una alegría religiosa, que nos convierte en la expresión final del paisaje.

El misterio cautiva el oído y recrea la vista; el corazón se inunda de dicha. 

Los montes más altos, cortados por uno que otro cendal de bruma, parecen altares. 

Abajo, la tierra poblada y fértil, enriquecida de construcciones claras, semeja un paraíso construido por la especie, después de mucho vagar inútil y doloroso por los sitios ingratos del planeta. 

Allí reside la felicidad; no es posible que deje de haber goces en aquellas casas, ya sean hogares, posadas, lugares de encuentro fugaz;  no importa, todo allí es alegría: los niños en la playa, los jóvenes en el paseo, los viejos en las terrazas; hasta los barcos empavesados estaban a esa hora de fiesta». 

marzo 14, 2022

Carta a un joven cuentista

Estimado amigo:

 

Te regreso el prólogo de tus cuentos con anotaciones al margen. Es importante tener en cuenta que, con tu prólogo, la idea es proponer una Poética. La Poética es el estudio que hace un autor sobre su propia obra; dado que tú eres bastante joven y que estás empezando a forjar una obra, en tu calidad de lector y estudiante conviene que te acerques más profundamente a la poética de Dostoievski, que exige a su vez una poética histórica para descubrir la fundamentación artística de la novela polifónica. 


La poética, por supuesto, tampoco puede ser separada de los análisis sociohistóricos, pero tampoco puede ser disuelta en los mismos. El término polifónico es muy importante, porque cuando Dostoievski escribía no había equipos de sonido ni de televisión: la novela, el texto, el libro, lo era todo: el cine, la pantalla, el gran entretenimiento. De ahí lo polifónico.

 

En tu prólogo afirmas que te inspiras en el narrador de Memorias del subsuelo. Pero en esta obra de Dostoievski el narrador es la vez protagonista, lo cual no opera para todos tus cuentos. Ese narrador es la expresión culmen del nihilismo del siglo XIX. No reconoce ningún juicio superior sobre su persona. Generaliza y universaliza su soledad como si fuera la soledad última del género humano. En realidad, las Memorias del subsuelo (publicada en 1864) es una obra satírica, pues está escrita en forma de diatriba (coloquio con un interlocutor ausente), y además está saturada de polémica abierta y oculta.  Conviene revisar lo que dice al respecto Bajtin, cap. IV (“El género, el género, el argumento y la estructura en las obras de Dostoievski”) en su libro Poética de Dostoievski

 

Dostoievski reúne en una sola creación literaria las confesiones filosóficas y las aventuras criminales; incluye el drama religioso en el argumento de un relato folletinesco; induce todas las peripecias de una narración de aventuras a las revelaciones de un misterio nuevo. Dostoievski desafía decididamente el principal canon de la teoría del arte. Su tarea es la de superar la dificultad más grande para un artista: crear una obra unificada y al mismo tiempo integrada de toda clase de elementos heterogéneos, dispares por su valor y profundamente ajenos unos a otros: el libro de Job, el Apocalipsis de San Juan, los textos evangélicos, la palabra de Simeón Nuevo Teólogo y todo aquella que alimenta las páginas de sus novelas y les comunica un tono especial a unos u otros capítulos, se conjuga de una manera especial con el periódico, el chiste, la parodia, la escena callejera, lo grotesco e incluso el panfleto.

 

Descubrir el material heterogéneo que puebla tus relatos será, pues, la tarea concreta de tu prólogo. Pero, para ello, es recomendable que leas y cites a Dostoievski directamente (te envío la traducción de Rafael Cansinos Assens en edición de Sexto Piso), así como el clásico estudio de Bajtin. Será algo breve y enfocado en Memorias del subsuelo. Posteriormente, siguiendo esa metodología, podrás decir algo sobre tus relatos.

 

Por lo demás, conviene que tus relatos sean breves. Una apuesta por la minificción no estaría de más.

 

Muchos saludos,

octubre 24, 2020

Toronto School of Communication (Innis y McLuhan)



Harold A. Innis (1894-1951), autor de Empire and Communications (1950), es el fundador de la  Toronto School of Communication Theory. 

Innis hizo su tesis doctoral sobre el ferrocarril canadiense, el del segundo país más grande del mundo (después de Rusia), para insistir en que sin los modernos medios de transporte, sin los combustibles fósiles (gas, petróleo), Canadá no existiría. La tecnología, para el canadiense, no es algo externo al ser; por el contrario, es la condición necesaria y la consecuencia duradera de su existencia moderna. 

Innis fue un militar durante la Segunda Guerra Mundial. Entonces se dio cuenta que el cine, la radio y la televisión –y, posteriormente a su muerte, el internet– son complejos militares-industriales. Que la comunicación y el control coinciden.

La teoría de la comunicación de Innis es exquisita. Parte de la idea de que la Biblia es un dispositivo militar que aseguró la expansión triunfal de los pueblos semíticos y monoteístas en virtud de una poderosa abstracción que prácticamente reemplazó la adoración figurativa del culto solar o lunar por la virtual (¿irreal?) de la escritura. Los pueblos paganos de Europa y América adoraban bosques y volcanes, o estatuas extremadamente pesadas que no podían moverse o llevarse consigo. Judíos, cristianos y árabes –pueblos nómadas– encerraron sus códigos culturales en un dispositivo «móvil» y «sagrado», la Biblia y el Corán, y conquistaron el planeta.
 


Las principales ideas de Marshall McLuhan provienen de Innis. En especial, dos términos muy populares: Global village y galaxia Gutenberg, ambos formulados en el libro homónimo The Gutenberg Galaxy: The Making of Typographic Man (1962). Decía McLuhan: 

“All technology has the Midas touch. When a community develops some extension of itself, it tends to allow all other functions to be altered to accommodate that form” (McLuhan, Understanding Media. The Extension of Man [1964], Gingko Press, Berkeley, 2013, p. 196). 

Una de las primeras publicaciones de McLuhan fue sobre G. K. Chesterton, el escritor británico autor de narraciones policiales y creador de un curioso detective: el Padre Brown. Aunque McLuhan hizo tesis doctoral sobre la obra del dramaturgo inglés Thomas Nashe (1567-1601). 

El medio es el masaje (1967), de Marshall McLuhan, fue originalmente escrito a dos manos con  el diseñador gráfico Quentin Fiore. McLuhan adoptó el término “masaje” para indicar la forma en que numerosos medios “masajean” nuestro sistema nervioso. Son medios desde la ropa hasta la silla, pasando por el libro y el celular, medios que son mensajes-masajes (formas que nos condicionan), más allá del contenido que comuniquen. ¿El teléfono celular es otra extensión de nuestro cuerpo? ¿Otra mano? 

Paul Virilio (1932-2018) criticó a McLuhan por su visión optimista de los medios. Virilio habló de una “estética de la desaparición” por las tecnologías del tiempo real, que afectan significativamente a nuestras percepciones del espacio. No hay “aldea global” ni globalización. Sólo hay virtualización. Los medios no son extensiones del hombre. Son tecnologías de origen militar que invaden nuestro sistema nervioso. 

Lectura y paranoia coinciden. La comunicación satelital y el Internet se originaron en la Segunda Guerra Mundial a partir de los misiles UV 2 de los nazis y de las máquinas para quebrar la escritura cifrada. La Segunda Guerra Mundial fue, en palabras de Kittler, una guerra entre máquinas de escribir. 

En 1937, a pesar de que sus padres eran laicos y hasta ateos, McLuhan se convirtió al catolicismo. Todos los días asistía a misa. En septiembre de 1937 McLuhan fue contratado por la Universidad de San Luis, en Missouri, institución dirigida por la Compañía de Jesús, donde conoció y estableció una estrecha amistad con el jesuita Walter J. Ong, el creador del concepto de «oralidad secundaria». Vivimos en una «oralidad secundaria» determinada por la radio y la TV, medios que presuponen una programación (un manejo de instrucciones, un guion), es decir, la escritura. Grama en griego es letra. Ya no hay “culturales orales” en pureza. Aun cuando alguien no sepa leer o escribir y solamente vea TV o escuche radio, tales medios leen y escriben por él o ella.    

Coda

La acción y reflexión


Sabemos que las cosas cambian –y con ellas nosotros– pero no que és eso que cambia.


        Teoría de la luz 


El cosmos es un gran animal viviente que abarca todo lo que existe. 

Penetrando la materia eterna, el Fuego (lo óptico, el espectro electromagnético) hace que los seres y las cosas se conecten entre sí [internet]. 


Todo lo que existe es corpóreo, pero hay cuerpos sutiles y pesados, terrestres y aéreos. 

Los ocultistas medievales y renacentistas, como Bruno, pensaban que el hombre –situado entre el cielo y la tierra– se componía de un cuerpo terrestre y de un alma aérea. 

En virtud del judeocristianismo, nuestra civilización sistemáticamente negó al cuerpo en beneficio del alma o del espíritu y, en nuestra era cibernética, lo sigue negando mediante  la comunicación satelital que no es otra cosa sino el abandono del cuerpo terrestre: la presión para estar conectados frente a la luz de las pantallas para comunicarnos a la velocidad de la luz. 



El arte de la memoria y la écfrasis

 

El escudo de Aquiles (écfrasis en la Ilíada XXIII)


Debemos a la scholar británica Frances Yates (1899-1981) The Art of Memory (El  arte de la memoria). Ella insistió en que el fundador del arte de la memoria fue el presocrático Simónides de Ceos (circa 556-468 a. C.) Pues él, de quien se dice que también fue el primero en cobrar por sus poemas, igualó las técnicas literarias y plásticas bajo el presupuesto de la supremacía del sentido visual. 

La écfrasis es una técnica de la retórica que surge en la época anterior a la imprenta, en la antigüedad clásica, cuando griegos y romanos desarrollaron un tremendo adiestramiento de la memoria para imprimir en el cerebro «lugares» e «imágenes», es decir, cosas y palabras.

Lo que oían lo ubicaban en lo que sabían. Al oír la palabra valor, dibujan en la cabeza a Aquiles, el héroe de la Ilíada; cuando oían la palabra metalurgia, se imaginaban al dios Vulcano (en México, al oír vulcanizadora, uno se imagina un cuchitril polvoriento en medio de la carretera, rodeado lleno de llantas y con un hombre engrasado en mangas de camisa). De esta forma los antiguos pronto dominaron la concepción espacio-temporal mediante una intensa visualización en palabras. Pues los signos del Zodíaco representan los doce meses del año; los siete días de la semana, los siete planetas entonces conocidos.

Al escuchar lunes, asociaban tal día a la imagen de la luna; martes, al del planeta homónimo; miércoles, al dios Mercurio; jueves a Júpiter, viernes a Venus; sábado a Saturno. Pero domingo –que en inglés sigue siendo Sunday [día del sol]– a partir del año 321 de nuestra era, por orden del emperador Constantino, pasó a ser día de guardar en casa o día del Señor (pues en latín la palabra Dominicus tiene la misma raíz etimológica que «casa» y que «señor»). El astro rey fue suplantado por el Señor: de religión mítica o pagana a una religión política u oficial.

Los signos zodiacales, el calendario y el Tarot son también artes de la memoria que implican una intensa visualización –conciencia– del tiempo y el espacio, y que desatan un caudal, un flujo de datos verbales. Si el evento sucedió en agosto 19, por ejemplo, se ha de pensar en un león (el de la constelación) para memorizar tal fecha. 

        Técnicas ecfrásticas 


La écfrasis es una técnica de la memoria.  Usarla equivale a poner en funcionamiento una cámara cinematográfica incorporada en nuestra cabeza a la manera de un microchip o nanorobot, capaz de registrar en palabras una intensa visualización

«Cuando regresamos a un lugar tras una ausencia considerable, no sólo reconocemos el propio lugar, sino que recordamos cosas que allí hicimos, y comparecen las personas que encontramos y aún los pensamientos que pasaron por nuestras mentes cuando allí estuvimos» (Quintiliano)  

Para registrar en la memoria un recuerdo con intensa visualización, la écfrasis ha de operar mediante «lugares» (locus en latín) e «imágenes». 

Lo de Lessing: las artes plásticas 
representan, imitan cuerpos; las artes literarias expresan, imitan acciones que se objetivan en la redacción. 


Si educarse es prepararse para improvisar, la educación supone una "memoria exaltada" (Reyes, La antigua retórica). Una memoria exaltada que podría ordenarse en esta tríada: 

1) El plan. 
2) La articulación. 
3) La secuencia lógica. 

Hay que tener buena memoria. 


Cuatro reglas: 


1) Retener cosas en la memoria dándole un orden de importancia.  

2) Apasionarse por aquello que más se quiere recordar. 

3) Reducir lo que se recuerda a aspectos o detalles desacostumbrados. Por ejemplo, el bodegón de uvas verdes en el pequeño cuadro del corredor.

4) Repasar con meditación frecuente lo recordado, a fin de no tropezar en la descripción.


 


Ontología de la aprehensión (arqueología de San Ildefonso)

Encontrarse personalmente, cara a cara, era un pleonasmo antes de las videollamadas y de la mensajería instantánea. Pues tales medios técnicos superaron la comunicación local o vecinal o cara a cara y debilitaron lo que en 1927 John Dewey llamó los vínculos con una “comunidad de experiencia”. Agudizaron una crisis del elemento presente —de la presencialidad— en favor de la aprehensión, no de la virtualidad. 

En la era de la comunicación aeronáutica y audiovisual, que elimina las grandes distancias, domina la aprehensión (Heidegger, “Die Zeit des Weltbildes” [“La época de la imagen del mundo”, en Caminos en el bosque], 1938). Si para la paz mundial debemos entender a la gente de países extranjeros, ¿por qué no entendemos a nuestro vecino? “Democracy must begin at home, and its home is the neighborly community”, dice Dewey. 


Pero hay algo en nuestra naturaleza humana que nos empuja mucho más allá de las relaciones establecidas y de vecindad. Las personas necesitan su ilusión diaria de fotos, flashes.  La tecnología militar que salió de la Segunda Guerra Mundial, al aplicarse en la vida civil, programó nuestro tiempo libre. Trascendió los frentes de batalla. 

El poema “Nocturno de San Ildefonso” (publicado en 1974 dentro del núm. 36 de Plural, revista mensual de Excélsior, pp. 24-27) es un intento por reestablecer los vínculos con una “comunidad de sentido” y por desafiar el sentimiento de “aprehensión”. El “Nocturno de San Ildefonso” es un recorrido a pie (no en carro) por el centro de la Ciudad de México. Pues sólo aquel que anda y desanda sus pasos aprende algo de su potencia interior. Tan necesarias como el agua o el aire, las calles de nuestras ciudades son los corredores y las oscuras trayectorias de la memoria. 

Paz está mirando una ciudad que se ha salido de la vista o la circunferencia y que ya no tiene forma humana. El ferrocarril, primero, y los automóviles, después, expandieron el horizonte urbano. Paz observa ya algo amorfo a través de su ventana.

Inventa la noche en mi ventana
                                                         otra noche
otro espacio:
                        fiesta convulsa
en un metro cuadrado de negrura.
                                                              Momentáneas
confederaciones de fuego,
                                                nómadas geometrías,
números errantes.
                                 Del amarillo al verde al rojo
se desovilla la espiral.

Comentario. La ventana, iluminada por el mundo comercial de las luces parpadeantes de neón, detrás de las cuales apenas son visibles las luces de las estrellas, es de repente iluminada por una auténtica presencia: la luna (la espiral). 

Ventana:
lámina imantada de llamadas y respuestas,
caligrafía de alto voltaje,
mentido cielo/infierno de la industria
sobre la piel cambiante del instante.
Signos-semillas:
                            la noche los dispara,
suben,
             estallan allá arriba,
                                               se precipitan,
ya quemados,
                         en un cono de sombra,
                                                                 reaparecen,
lumbres divagantes,
                                    racimos de sílabas,
incendios giratorios,
                                   se dispersan,
                                                          otra vez añicos
La ciudad los inventa y los anula.

Comentario. La ciudad inventa y anula la comunicación. Inventa y anula los Signos-Semillas. Si la dialéctica de la historia de la comunicación en la civilización occidental se ha movido entre el Diálogo (helenismo) y la Diseminación (judeocristianismo), algo de ello podemos vislumbrar en el binomio Signos (Diálogos) y Semillas (Diseminación). 

Estoy a la entrada de un túnel.
Estas frases perforan el tiempo.
Tal vez yo soy ese que espera al final del túnel.
Hablo con los ojos cerrados.
                                                   Alguien
ha plantado en mis párpados
un bosque de agujas magnéticas,
                                                            alguien
guía la hilera de estas palabras.
                                                        La página
se ha vuelto un hormiguero.
                                                   El vacío
se estableció en la boca de mi estómago.
                                                                         Caigo
interminablemente sobre ese vacío.
                                                                Caigo sin caer.
Tengo las manos frías,
                                        los pies fríos
—pero los alfabetos arden, arden.
                                                             El espacio
se hace y se deshace.
                                      La noche insiste,
la noche palpa mi frente,
                                             palpa mis pensamientos.
¿Qué quiere?

El metro: la entrada de un túnel. Entre 1969 y 1973 se construyeron e inauguraron las primeras líneas subterráneas del metro de la Ciudad de México. Por el efecto de andar en metro, a través de sus redes subterráneas, podríamos decir que Paz experimenta aquello de sentir sobre sus párpados un “bosque de agujas magnéticas” (una aguja imantada apunta al Norte magnético terrestre, y cambia de dirección cuando se acerca a un campo magnético), o aquello de que “alguien guía la hilera de estas palabras” (la hilera hace referencia a los vagones uno detrás de otro), o aquello de sentir un “vacío en la boca de mi estómago” por el cambio de fuerzas o de dirección que rompe con la sensación de ingravidez. 

En cualquier caso, Paz asume como un enigma la historia contemporánea cuya gran problemática es la aceleración en virtud de la revolución de los transportes con la multiplicación de redes subterráneas. El metro es una cinta de rotación continua, una circulación habitable por vagones interpuestos, y el de París tienen una línea subterránea, la Météor (Métro Est-Ouest Rapide) que circula de forma automática, sin conductor. Por efecto del metro y de su aceleración, redes y enredos, Paz se sumerge en el México de 1931.  

México, hacia 1931.
Gorriones callejeros,
                                     una bandada de niños
con los periódicos que no vendieron
                                                                 hace un nido
Los faroles inventan,
                                     en la soledumbre,
charcos irreales de luz amarillenta.
                                                              Apariciones,
el tiempo se abre:
                                un taconeo lúgubre, lascivo:
bajo un cielo de hollín
                                       la llamarada de una falda
C'est la mort —ou la morte...
                                                    El viento indiferente
arranca en las paredes anuncios lacerados.

 Lo de la “llamarada de una falda”, puesto por Paz en cursivas, viene del poema “Día 13” del poeta mexicano Ramón López Velarde, incluido en su poemario Zozobra (publicado en 1919). López Velarde era un poeta católico y en su poema “celebraba” la sensualidad de una viuda, cuya viudez él encontraba lasciva. Dice López Velarde: 

Mi corazón retrógrado
ama desde hoy la temerosa fecha
en que surgiste con aquel vestido
de luto y aquel rostro de ebriedad.
Adivina mi acucioso espíritu […]
la llamarada de tu falda lúgubre

 Paz también intenta hacer su poema con claroscuros. 

Estas calles fueron canales.
                                                 Al sol,
las casas eran plata:
                                    ciudad de cal y canto,
luna caída en el lago.
                                     Los criollos levantaron,
sobre el canal cegado y el ídolo enterrado,
otra ciudad
                    —no blanca: rosa y oro—
idea vuelta espacio, número tangible.
                                                                   La asentaron
en el cruce de las ocho direcciones,
                                                               sus puertas
a lo invisible abiertas:
                                      el cielo y el infierno.

1517. Desde que Cortés y sus hombres, traspuestos los volcanes, divisan Tenochtitlán aque-lla ya era la ciudad más poblada del mundo. Los canales ya eran un preludio de la inmensa red de alcantarillas (a su vez preludio del Internet). 

La Ciudad de México ya es una megalópolis. Una Metaciudad. Capital de capital, ciudad-mundo como París o Nueva York, pero con una construcción anárquica. No se olvide que construcción urbana y autoconstrucción personal van de la mano. El desorden sentimental de una persona es hasta cierto punto reflejo del desorden arquitectónico. 

Barrio dormido.
                             Andamos por galerías de ecos,
entre imágenes rotas:
                                       nuestra historia.
Callada nación de las piedras.
                                                     Iglesias,
vegetación de cúpulas,
                                         sus fachadas
petrificados jardines de símbolos.
                                                            Embarrancados
en la proliferación rencorosa de casas enanas,
palacios humillados,
                                     fuentes sin agua,
afrentados frontispicios.
                                            Cúmulos,
madréporas insubstanciales:
                                                    se acumulan
sobre las graves moles,
                                          vencidas
no por la pesadumbre de los años,
por el oprobio del presente.


En las Etimologías, la enciclopedia medieval más potente que compuso entre los años 627 y 630 el erudito español San Isidoro de Sevilla, se observa que se llama "vista" a lo relacionado con la velocidad: porque es vivacior, es decir, porque la  vista es el más importante y veloz de nuestros sentidos, y tiene una función más importante y más veloz que los restantes sentidos, y tiene una función mucho más amplia, como le sucede a la memoria entre los restantes cometidos de la mente (cf. Etimologías, trad. J. Oroz Reta y M. A. Marcos, Madrid,  BAC, 1988, pp. 13-15).  


También en sus Etimologías, San Isidoro define la pintura como la imagen que representa la figura de alguna cosa y que, una vez vista, lleva la mente a recordarla.  En los devocionarios de la Virgen María, podemos desentrañar mejor el misterio de las imágenes. El secreto de la vista. La teoría de la imagen. A la imagen y su correlato en palabras llamamos écfrasis. Esta puede hallarse primeramente en nuestro idioma acaso en el poemario Milagros de Nuestra Señora (1260),  de Gonzalo de Berceo. 


Berceo empleó la cuaderna vía (propia del mester de clerecía y que proviene del cuadrivio medieval) que consiste en una estrofa de cuatro versos alejandrinos, es decir, de catorce sílabas, con rima consonante uniforme (monorrimo), repartidos en dos hemistiquios de siete sílabas, con pausa o cesura entre ellos. El esquema métrico es:1ª A14 (7+7),2ª A14 (7+7),3ª A14 (7+7),4ª A14 (7+7):


Gozo ayas, María,  que el ángel credist,

gozo ayas, María,  que virgo concebist, 

gozo ayas, María, que a Christ parist,

la ley vieja cerresti e la nueva abrist (St., 119).



Si la visión tiene que ver con la velocidad, es claro que en el medioevo la lentitud del paso del tiempo daba más espacio a la contemplación. Pueblos y civilizaciones no-motorizadas, desplazándose a caballo o en barco, prestaban muchísima atención a cada imagen. Incluso, en algunos casos, se prohibía la representación figurativa en virtud de su poder. En otras palabras, la velocidad cambia la visión del mundo y la imagen que tenemos de él. 

A la Conquista de América a partir de 1492, que abrió la navegación de los mares a los océanos,  siguió la revolución de Copérnico a partir de 1543, que implicó la disolución  del centro y de la circunferencia en virtud del movimiento perpetuo de la TIERRA alrededor del SOL y éste alrededor de la Vía LácteaEl impacto de De revolutionibus orbium coelestium (1543) de Copérnico, pues, supuso un cambio político: ya el Poder no era un sujeto pasivo, condenado a un solo lugar, sino una Nave expandiéndose por los mares: colonialismo moderno. o moderno.


Inglaterra asumió esta modalidad de Poder en la forma del gran Leviatán, y durante el siglo XVIII con la invención de la máquina de vapor (1768), de de donde se desprendió la navegación a vapor y el ferrocarril, el imperio angloamericano se expandió por los mares y las tierras. 

La motorización triplicó la velocidad y aceleró la visión y, consecuentemente, la Violencia. No es lo mismo la mano que acaricia que la mano que golpea (Paul Virilio). Todo depende de la velocidad.

 La imagen de la ciudad de Roma en la era clásica, donde sus fundadores identificaron las siete colinas, desaparece en la Roma de la película de Federico Fellini (1972).