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febrero 21, 2024
1era sesión: Teoría fenomenológica de la identidad (Descripción del ser humano, Hans Blumenberg).
abril 26, 2024
Antropología visual e identidad pictórica: brevísima historia del arte mexicano
Valle de México desde el Tepeyac (1908), de J. M. Velasco.
Paisaje zapatista (1915) de Diego Rivera |
diciembre 24, 2023
Descartes o el fin de la retórica
Lo que guía la subjetividad (algo) ya no es la retórica, sino la matemática.
En el Discurso del método, Descartes relata un sueño. En el sueño hay un libro intitulado Corpus poetarum (Antología de poetas) que Descartes abre al azar. Le aparece un verso de la primera Égloga de Ausonio: «¿qué camino seguiré en la vida?». Cita también otro extracto de la tercera égloga de Ausonio, "El sí y El no", que expresa también una fórmula pitagórica relacionada con la educación o la formación espiritual. Esta formación, según Descartes, tiene tres etapas:
1) El del lector de libro (las letras).
2) El de la salida al mundo (soldado-viajero).
3) El del actor («avanzo ocultándome, como un actor que se esconde tras una máscara»).
De aquí se desprenden a su tres fórmulas morales:
1) Acepta las leyes y costumbres del país, sigue las opiniones moderadas, cambia de opinión a la más conveniente y acepta la refutación.
2) Es mejor resolverse a fingir. Pues si no está en nuestro poder discernir las mejores opiniones, debemos seguir las más perdurables. Por ejemplo, se ha decretado una pandemia. Aun cuando todo esté muy opaco, hay que creer a pie juntillas en la pandemia.
3) Y aceptar la realidad. Nada hay que esté enteramente en nuestro poder, como no sean nuestros propios pensamientos. No hay, pues, que sentir pena por no ser dueños de los reinos de la China o de México.
Con Descartes aparece la absoluta visibilidad. Descartes es contemporáneo de Velázquez y Cervantes, de Las meninas y el Quijote. Descartes también se enmascara y se funde con sus personajes. Abandona la red de metáforas relacionadas con la luz (Derrida) e inaugura un nuevo sistema metafórico relacionado con el suelo (H. Blumenberg). Para él ya todo ya es edificable.
El suelo se hace edificable de acuerdo con reglas matemáticas, con la verificación del terreno y del suelo, en la capacidad de soportar los cimientos y levantar sobre ellos, caracteriza el carácter de profundidad teórica de la época moderna.
Para Descartes el mundo es un sistema mecánico y todos los hechos son producto de tal sistema. Para el barroco Descartes, pues, no se trata de leer el mundo, sino de describir cómo funciona, con lo cual no es necesario acceder a su interior, a la Historia, a la argumentación retórica, sino dar razón de sus efectos mediante la geometría.
julio 10, 2013
Salir del DF infinito
tomado de http://www.flickr.com/people/hotu_matua/ |
febrero 12, 2024
¿Qué es la arqueología de los medios?
Es de notar que el término arqueología de los medios no está datado aún en la Enciclopedia Británica, y que las entradas de Wikipedia al respecto aún dejan mucho que desear. Pues se trata de una disciplina que exige una «mentalidad dura». Los resúmenes y aproximaciones que abundan en la web sostienen que la «arqueología de los medios» se deriva de L’ Archéology du savoir (1969), de Foucault (ver la entrada del Centro de Cultura Digital).
La arqueología relacionada con prácticas discursivas, en efecto, es una disciplina (episteme) que puso de moda Foucault. Para él, la arqueología es una disciplina que busca definir los discursos en su especificidad, sin la presencia del autor ni del sospechoso "humanismo"; la arqueología, al estudiar el archivo o el artefacto, no es una disciplina interpretativa o alegórica; deja de lado al sujeto creador y se concentra en el discurso-objeto. Foucault quería abandonar, con la arqueología, la historia de las ideas. "No tendré derecho a sentirme tranquilo, mientras no me haya liberado de la historia de las ideas" (Arqueología del saber, p. 230). Pero como rehuir de la historia de las ideas es darse un tiro en el pie, Foucault más adelante reconoció que "la historia de las ideas cuenta la historia de los anexos y de las márgenes". Es decir: las ideas involucran los archivos y son materiales en sí mismas (no abstracciones platónicas). En cualquier caso, Foucault entendió por "archivo" (de donde se desprende "arqueología") lo textual, lo alfabético, lo que llega hasta 1840, lo anterior al archivo fotográfico, cinematográfico auditivo.
Pues bien. Al advertir esta limitación histórica de Foucault, el filósofo alemán Friedrich Kittler (1941-2011) reformuló la noción de discurso foucaultiano para poner punto final a la hermenéutica tradicional fundada en la textualidad, es decir, el fin de la escritura en beneficio de técnicas de inscripción numérica o algebraicas. La arqueología de los medios supone a partir de entonces interesarse menos por el contenido semántico de un mensaje y más por los modos de grabación y transmisión.
Expliquemonos mejor. Aunque rehuyó como las grandes inteligencias de sacrificar su manera de pensar bajo una escuela específica, Kittler dio una definición exquisita del estudio de los medios en Optical Media (1999): no se trata del sujeto humano per se, sino de la variabilidad de nuestras propiedades estéticas como dependientes de la viabilidad tecnológica. Desde 1880 más o menos nos encontramos en un imperio de estándares (Kittler). En una convergencia –en una simulación– entre cine y vida (Virilio), entre realidad y realidad simulada por computadora (Nick Bostrom).
Los medios digitales destruyeron la visibilidad para iniciar una historia de la desaparición –una estética de la desaparición propia de la elegancia de las matemáticas.
El libro homónimo de Siegfried Zielinski, Arqueología de los medios, el que ha popularizado el término. A su vez, el Zielinski se apoya en el arqueólogo neoyorkino Stephen Jay Gould, especialmente en Time’s Arrow and Time’s Cycle (Flecha del tiempo y ciclo del tiempo, 1987). Pues, si la historia de nuestro planeta sólo puede ser deducida de manera científica y exacta a partir de los cuerpos naturales, es decir, de la acumulación de erosiones, sedimentaciones y elevaciones y sucesivamente de nuevas erosiones, algo parecido sucedería con la historia de los medios. En palabras de Zielinski:
«Ya todo estuvo alguna vez presente, sólo que en forma menos elaborada. Sólo tienes que observar con mayor detenimiento [para] descubrir cosas nuevas, sorprendentes, en lo viejo» (Arqueología de los medios: hacia el tiempo profundo de la visión y la audición técnica, trad. Álvaro Moreno-Hoffman, Bogotá, Universidad de los Andes, 2011, p. 4).
marzo 06, 2024
3ra sesión: la escritura fonética como identidad occidental, según "De la gramatología" de Derrida
Primera premisa: No hay identidad sin lenguaje. O, dicho de otro modo, no hay identidad (interioridad) que no deje «huella» (exterioridad).
Segunda premisa: La escritura no debe limitarse a la de las palabras del alfabeto, es decir, al esquema binario de Saussure basado en el significado (voz-sonido) y significante (imagen-escritura), pues ningún pueblo carece, en realidad, de un cierto tipo de escritura.
Conclusión: En la era de sistemas operativos cibernéticos o algorítmicos, la ciencia de la escritura (la gramatología) debe deconstruir el binarismo alfabético-grecolatino-occidental. O, dicho de otro modo, al haber una archi-escritura hay también una archi-identidad que supera, entre muchas otras cosas, el binarismo de la identidad sexo-genérica.
Vamos a trabajar sobre estas dos premisas y su conclusión.
Primera premisa. En algún momento de su densa discusión con la metafísica occidental, Derrida llama la atención sobre una pregunta del matemático y lógico inglés Bertrand Russell (1872-1970): “¿Cuál es la más antigua forma de expresión humana, la escritura o el habla?” Esta pregunta-problema le permite a Derrida desafiar la primacía del habla sobre la escritura entendiendo por esta última algo tan antiguo y primitivo como la huella de un animal sobre el lodo o la de una explosión volcánica sobre el paisaje. A la pregunta de Russell, si la más antigua forma de expresión humana es la escritura o el habla, Freud diría que la primera. Pues Freud, al interpretar los sueños, admitió que el registro del contenido onírico era comparable a una escritura jeroglífica más que a una escritura fonética (ver p. 80). Efectivamente, en los sueños a veces uno habla otra lengua y ve lugares en los que jamás ha estado. Lo que al despertar queda del sueño es un leve recuerdo. A este recuerdo Derrida parece llamarlo huella. La escritura en tanto huella es anterior al ente (p. 61), al ser, a la entidad, a la identidad.
Segunda premisa. Ya que la escritura no debe limitarse a las palabras del alfabeto, a riesgo de caer en el esquema binario de Saussure basado en el significado (voz-sonido) y significante (imagen-escritura), hay que reconocer que los llamados pueblos “sin escritura” siempre, en realidad, cuentan con un cierto tipo de escritura (p. 111). No hay que reducir la escritura a la alfabética, a la codificación del lenguaje hablado que une el sonido (la voz) con un símbolo visual (la letra). Derrida no insiste en que la tecnología fonética del alfabeto fue la condición para que los antiguos fundaran una nueva civilización basada en el Logos, en la palabra. Derrida más bien reprocha que Platón, en el Fedro, considerara la escritura como algo externo al espíritu, como un vestido o una máscara (p. 46), siendo lo contrario: los diálogos socráticos o platónicos adquirieron importancia y valor precisamente por la escritura alfabética, no al revés. ¿Por qué no adquirieron igual valor los “diálogos” de Confucio? Derrida cita un comparación clave del antropólogo francés J. Gernet, La Chine: aspects et fonctions psychologiques de l’écriture (1950):
"La escritura, al no llegar en China a un análisis fonético del lenguaje, nunca pudo ser sentida como un calco más o menos fiel del habla, y es por esta razón que el signo gráfico, símbolo de una identidad única y singular, conservó gran parte de su prestigio primitivo. En China el habla no tuvo antiguamente la misma eficacia que la escritura, pues el poder del habla fue en parte eclipsado por el poder de la escritura. Contrariamente, en las civilizaciones donde la escritura evolucionó muy temprano hacia el silabario o el alfabeto, es el verbo [el habla] el que concentró en sí, en definitiva, todas las potencias de la creación religiosa y mágica. Y, en efecto, debe destacarse que no se encuentra en China esta sorprendente valorización del habla, del verbo, de la sílaba o de la vocal, que se encuentra en todas las grandes civilizaciones antiguas, desde la cuenca del Mediterráneo hasta la India (citado por Derrida, pp. 122-123)".
(Paréntesis. ¿No hay cierta similitud entre los chinos y los antiguos mexicanos? ¿No hay una tendencia a callar en la raíz de lo mexicano? A partir de una lectura de Juan de Palafox y Mendoza, quien fuera Obispo de Puebla de los Ángeles en México desde el 3 de octubre de 1639 hasta su traslado a la diócesis de Osma en España en 1653. Pues, durante su tiempo en México, Palafox y Mendoza publicó varios libros y escritos, siendo uno de sus más notables, Virtudes del indio (1643), en el que confesó su admiración por el excesivo mutismo de los mexicanos. Decía el Obispo Palafox que:
"así estuvieran dos horas aguardando audiencia y se juntaran treinta en la sala de espera, ninguno rompía el silencio. Entre dos el hablar es preeminencia tan grande que es señal de superioridad, como lo es de subordinación y obediencia el callar. Para decir a uno “superior” lo llaman Tlatoani, que quiere decir el que habla, el que tiene jurisdicción para hablar".
El indígena mexicano, según Palafox, es callado hasta para declarar sus sentimientos amorosos, lo que a él le parece el colmo:
"El indio mexicano mancebo que pretende casarse con alguna doncella india, sin decirla cosa alguna —ni a sus deudos—, se levanta muy de mañana y le barre ha puerta de su casa. Y, en saliendo la doncella con sus padres, entra, limpia todo el patio; y otras mañanas les lleva leña, otras agua; y, sin que nadie le pueda ver, se las pone a la puerta. Y de esta manera va explicando su amor y mereciendo, descubriendo cada día más en adivinar el gusto de los suegros, incluso antes de que ellos le envíen cosa alguna. Y eso, sin hablar palabra a la doncella ni concurrir en parte alguna en su compañía, ni aun osar mirarla al rostro, ni ella a él. Hasta que a los parientes les parece que ha pasado bastante tiempo y que tiene méritos y perseverancia para tratar de que se case con ella. Y entonces, sin que él le hable en ello, lo disponen" (citado por A. Reyes, Los callados”, Tren de ondas, OC VIII, pp. 392-393).
¿No hay una simbología, una suerte de escritura externa en el acto de limpiar todo el patio y de llevar leña y otras veces agua? A veces, las palabras no son tan necesarias. Al menos la escritura no debería subordinarse al habla. Según el principio de visibilidad la imagen acaba por imponerse al sonido, el lenguaje es en primer término escritura. La escritura es anterior a cualquier fonema).
Conclusión 1. Derrida critica que la identidad occidental (la metafísica y la ontología) se funden en la voz, en la palabra que da significado (concepto o sentido) al significante (al signo gráfico). Derrida cita dos definiciones iguales, una de Aristóteles y otra de Saussure, para indicar que la lingüística moderna sigue heredando lo de hace dos mil años: el auto-engaño del logocentrismo: a) “Los sonidos emitidos por la voz son los símbolos de los estados de alma, y las palabras escritas, los símbolos de las palabras emitidas por la voz” (Aristóteles, De interpretación). b) “Lengua y escritura son dos sistemas de signos distintos; la única razón de ser del segundo es la de representar el primero” (Saussure, 1914).
Conclusión 2. Para Derrida, no hay que hablar de identidades, sino de huellas. La huella como escritura es el movimiento de la diferencia, de algo que fue, pero que ya no es. La huella-escritura es por tanto ausencia como presencia. Permite un entre-espacio (in-between). Un no-origen: un presente eterno. La huella-escritura, además, no depende de un signo audible, fónico o gráfico para representarse. En tanto ausencia-presencia, ella supera al signo. Mejor dicho, la huella-escritura es lo que permite la articulación de los signos entre sí. En síntesis, la huella-escritura hace posible la pregunta por una identidad que no puede dejarse reducir a la forma de la presencia. Es evidente que Derrida adelantaba desde 1967 una identidad de la ausencia o de la distancia, es decir, la identificación digital o alfanumérica que registra –digita y computa mediante las microcomputadores de nuestros teléfonos celulares– cualquier huella, desde clics o movimientos del dedo índice hasta mensajes de textos, de voz, de video, o bien, cuántos latidos, respiraciones y un largo etcétera.
febrero 14, 2024
0. Teorías de la identidad (programa del curso)
- a) ¿Qué es y de dónde viene la «identidad» y qué es la «teoría»? La formación fenomenológica y antropológica de la identidad humana en relación con el tiempo profundo y la tecnología. Leer, comentar y discutir de Hans Blumenberg, Descripción del ser humano, especialmente el capítulo “Variaciones de la visibilidad” (pp. 583-670). // Y de Jacques Derrida, De la gramatología, especialmente los capítulos “La guerra de los nombres propios. / La escritura y la explotación del hombre”, (pp. 183-180).
- b) Leer, comentar y discutir de Judith Butler, Lenguaje, poder e identidad, especialmente la “Introducción: de la vulnerabilidad lingüística”. Plantear un problema de investigación sobre el lenguaje políticamente correcto.
- c) Introducción y contexto de la formación de la identidad nacional en la modernidad Leer, comentar y discutir afinidades en La invención de la nación. Lecturas de la identidad dos capítulos: a) de J. G. Herder, “Genio nacional"; b) A. Renan, “¿Qué es una nación?”.
- d) Introducción histórica a la novela latinoamericana como presupuesto de la identidad sexual-nacional. Leer, comentar y discutir de Pedro Henríquez Ureña, Seis ensayos en busca de nuestra expresión (especialmente, el apartado “El problema del idioma”). // También de Doris Sommer, “Un romance irresistible: las ficciones fundacionales de América Latina” (en Homi K. Bhabha, Nación y narración. Entre la ilusión de una identidad y las diferencias culturales, pp. 99-134).
- e) Introducción a la cultura visual como identidad nacional: el paisajismo en la pintura mexicana. Leer, comentar y discutir de Fausto Ramírez, José María Velasco, pintor de paisajes. - Control de lectura. Exposiciones grupales.
- f) Cultura musical como identidad comunitaria: el son jarocho como identidad veracruzana. y discutir afinidades en el libro de Santiago Auserón, Arte sonora: en las fuentes del pensamiento heleno.